Columna

Sánchez y el regreso del PP

La campaña por la presidencia del PP confirma su alejamiento del centro derecha

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a su llegada al Congreso de los Diputados.Vídeo: Susana Vera (Reuters) / EPV

El presidente Sánchez, en su comparecencia en el Congreso, situó la reconducción de la crisis catalana como objetivo prioritario. Dialogar y reconducir el conflicto por la vía política es su estrategia. El alivio que produjo ver cómo escampaba el cielo plomizo del rajoyismo y el desconcierto que provocó en el PP y Ciudadanos han permitido a Sánchez la representación de un cambio de etapa. Pero a partir de la semana próxima el PP, con nuevo presidente, volverá a la escena y Ciudadanos saldrá de su letargo: ambos retomarán la pelea por el título de campeón nacional del patriotismo, busc...

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El presidente Sánchez, en su comparecencia en el Congreso, situó la reconducción de la crisis catalana como objetivo prioritario. Dialogar y reconducir el conflicto por la vía política es su estrategia. El alivio que produjo ver cómo escampaba el cielo plomizo del rajoyismo y el desconcierto que provocó en el PP y Ciudadanos han permitido a Sánchez la representación de un cambio de etapa. Pero a partir de la semana próxima el PP, con nuevo presidente, volverá a la escena y Ciudadanos saldrá de su letargo: ambos retomarán la pelea por el título de campeón nacional del patriotismo, buscando al mismo tiempo debilitar al Gobierno. Dos meses es poco para ver si el mensaje del presidente ha calado y si el electorado está dispuesto a premiar a quienes busquen soluciones políticas y a castigar la intransigencia. Sánchez debe seguir en el empeño.

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La campaña por la presidencia del PP confirma su alejamiento del centro derecha. De Pablo Casado sabemos que es joven: su edad es la piedra sobre la que se funda su presunción renovadora. Y sabemos también que la FAES le ve como un hombre de futuro, portador de algo tan nuevo como el aznarismo. En su campaña ha retomado la propuesta de restauración conservadora con la que Rajoy llegó al poder y que acabó con la salida del Gobierno de quienes tenían que ejecutarla —Gallardón y Wert— porque asustaba al menguante sector liberal de su electorado. Pablo Casado considera que “el feminismo es un colectivismo social que el centro derecha tiene que combatir”, quiere repetir el fracasado intento de reforma regresiva de la ley del aborto, se presenta como defensor sin complejos de la derecha de siempre, y sobre Cataluña lo único que está dispuesto a negociar es el regreso al artículo 155. Nada que dialogar con los independentistas. Su propuesta es ilegalizarlos. Y su principal apoyo es la derrotada Dolores de Cospedal, responsable del aparato de un partido inundado por las aguas de la corrupción y atrapado en una cultura de servilismo incondicional al jefe que lo ha dejado como un erial.

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Por su parte, Soraya Sáenz de Santamaría no ha considerado necesario tener ideas ni programa, probablemente acostumbrada a que estas cosas con Rajoy eran más bien un estorbo. Su proyecto es ella misma: su hoja de servicios, como primera ministra del presidente saliente. Y en esta hoja figura la estrategia judicial que sacó el proceso catalán de la vía política hasta llevarlo al atasco actual.

El objetivo prioritario de encauzar la cuestión catalana requiere un consenso mínimo entre los principales partidos para reconducirlo a la vía política. Pero el PP sigue en la fantasía de la derrota definitiva e incondicional del independentismo. Y además intentará capitalizarla contra Pedro Sánchez. ¿Algún día se impondrá en la derecha el principio de responsabilidad?

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