Sánchez se instala en Europa

El presidente ha acertado al cumplir con su compromiso en la moción de censura y acudir al Parlamento antes del Consejo Europeo

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, charla con la vicepresidenta, Carmen Calvo, y el ministro de Exteriores, Josep Borrell, en el Congreso.Foto: atlas | Vídeo: Jaime Villanueva (EL PAÍS) / ATLAS

Por el momento el presidente @Sanchezcastejon está encontrando su sitio en Europa. Más que ser un personaje en busca de autor, cambiando a Pirandello por su gurú Iván Redondo, es un dirigente en busca de guion. Las fotografías para Twitter con el running matinal o con su perro, el book de máster del universo emulando a Kennedy en el Air Force One con gafas de sol aunque sin la púrpura de Camelot, o la exaltación de sus manos como si tuviera un sitio r...

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Por el momento el presidente @Sanchezcastejon está encontrando su sitio en Europa. Más que ser un personaje en busca de autor, cambiando a Pirandello por su gurú Iván Redondo, es un dirigente en busca de guion. Las fotografías para Twitter con el running matinal o con su perro, el book de máster del universo emulando a Kennedy en el Air Force One con gafas de sol aunque sin la púrpura de Camelot, o la exaltación de sus manos como si tuviera un sitio reservado en el santoral, no bastan. La clave es la agenda. Con 84 diputados, la política doméstica le enfrenta a muchas limitaciones, aunque ha acertado a promover temas sociales como la paternidad o la eutanasia, pero en cambio Europa le proporciona dimensión de estadista, y además un contraste rentable con respecto a la figura de Rajoy e incluso al discurso nacionalista. No es moco de pavo.

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Por eso Sánchez ha preferido estrenarse en comparecencias con Macron o con Merkel, los grandes dirigentes europeos, o en ese canutazo en inglés de la cumbre informal del domingo destinado a ser trending en las redes sociales como primer presidente sin traductor en Bruselas, antes que prestarse a comparecencias en España exponiéndose a las preguntas de la prensa. Esto efectivamente acentúa su contraste con Rajoy, quien siempre parecía ajeno a Europa y fuera de lugar en las cumbres como “el torero al otro lado del telón de acero” de Sabina, e incluso ha irritado a Puigdemont al verse sin la milonga del franquismo en su argumentario. Pero Europa no es una coartada táctica y eso protege a Sánchez de ser acusado de oportunismo. La inmigración supone un problema humanitario y político de primer orden, y requiere soluciones europeas, que él ya ha comenzado a arrancar obteniendo un compromiso de fondos y de liderazgo de los países del sur. Después, eso sí, deberá examinarse en España, donde urge un plan nacional para aliviar la presión sobre Andalucía o Canarias. Sería improcedente reclamar a Europa lo que él no hace en casa.

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De momento Sánchez ha acertado al cumplir con su compromiso en la moción de censura y acudir al Parlamento antes del Consejo Europeo. Al dar a este dimensión de Estado, rebaja la aspereza partidista, que no obstante es y va a ser muy beligerante en los próximos meses, y se refuerza en el perfil de estadista. Pero la apuesta de Europa no es solo inteligente, sino además necesaria. La Unión atraviesa un momento delicado. Construida desde un proyecto contranacionalista y contrapopulista, las serpientes del huevo incubado en el continente en el periodo de entreguerras, ahora sufre el desgaste del Brexit, la presión de los nacionalismos del Este y en particular del Grupo de Visegrado, los nuevos populismos en el poder como sucede en Italia, los enredos de Putin e incluso la resistencia de los halcones presupuestarios de Holanda, Finlandia y Austria. Hay que fortalecer Europa, por el interés de Europa y también por el interés de España. Como decía Sánchez en la entrevista con la directora de EL PAÍS: “Si uno analiza la perspectiva histórica, siempre que Francia, Alemania y España han ido de la mano, le ha ido bien a la UE”. Huelga añadir: y a España.

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