Combatir el extremismo en la ciudad de la que nadie habla

La ciberactivista Fatouma Harber encabeza la lucha en las redes contra la violencia en el Sahel, donde los grupos armados reclutan a jóvenes para su causa

Fatouma Harber, en una foto de sus redes sociales.
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El Sahel es un avispero de grupos armados. Desde los que ponen el islamismo radical como excusa para imponer su poder hasta los delincuentes comunes que controlan el tránsito ilegal por la región de armas, drogas o personas. En Tombuctú, los yihadistas prohibieron en 2012 elementos cotidianos, como la música o el fútbol. Pero mucho antes, Tombuctú fue símbolo de la sabiduría y del conocimiento, cuando sus bibliotecas se nutrían del intercambio de saberes que circulaba por las diferentes rutas comerciales. De esa otra tradición más lejana se alimenta el espacio de innovación SankoréLabs, que ha hecho de la formación su bandera de lucha contra la violencia y a favor de la democracia.

“Las TIC son utilizadas por los jóvenes. De la misma manera que esas nuevas tecnologías se utilizan para intentar reclutarlos, ¿por qué no usarlas para informarles sobre los peligros de los grupos radicalizados, pero también para ofrecerles un trabajo que les va a alejar de ser el público objetivo de esos grupos armados?”. Estas son las explicaciones de Fatouma Harber, una ciberactivista maliense que está explotando las posibilidades de las TIC para alejar a los jóvenes de los grupos que ejercen la violencia en el Sahel bajo diferentes coartadas. 

Fatouma Harber es profesora, bloguera, ciberactivista y cofundadora de SankoréLabs. Se empezó a hacer popular en las redes sociales después de la ocupación de Tombuctú, cuando utilizó de manera sistemática Twitter para documentar lo que estaba ocurriendo en una ciudad en la que ya no había periodistas ni ciudadanos extranjeros y sobre la que apenas se hablaba. Más allá de esa experiencia, en ese espacio de innovación tecnológica que constituye SankoréLabs, Harber ha edificado un fortín para el uso de las TIC a favor de la democracia y la convivencia. “Mali tiene un problema de adecuación de la educación a las necesidades del mercado de trabajo”, señala la ciberactivista, “y muchos jóvenes acaban acercándose a los grupos armados debido al paro y la falta de oportunidades”. Atribuye también a las deficiencias de la educación la debilidad de los valores de ciudadanía y la participación política.

De la misma manera que esas nuevas tecnologías se utilizan para intentar reclutarlos, ¿por qué no utilizarlas para informarles sobre los peligros de los grupos radicalizados?

“SankoréLabs tiene un verdadero éxito entre los jóvenes, conseguimos formar una pequeña comunidad y animarles a que frecuenten nuestro centro. Hay muchos que se inscriben en las formaciones y en los cursos de iniciación a la informática. Al final, se acaban convirtiendo en blogueros, informáticos, programadores, mapeadores... y siempre son oportunidades que les alejan de la violencia”, explica Harber.

Una de las iniciativas que se desarrollan en esta línea es la campaña Accès à la justice (Acceso a la Justicia) con la que se pretende sensibilizar a la ciudadanía sobre la importancia de conocer los mecanismos de la justicia y las posibilidades de acceder a ella, sobre todo, “en una zona de conflicto”. Los responsables de SankoréLabs organizan actividades presenciales, pero las difunden a través de las redes sociales para incrementar el impacto. En una zona como el norte de Mali, no solo la falta de oportunidades acerca a los jóvenes a los grupos armados, muchos están decepcionados con el Estado. Accès à la Justice intenta reforzar la confianza de los habitantes de la región en las instituciones.

Como en el resto de iniciativas de Harber y SankoréLabs, el objetivo es encontrar la combinación de las herramientas digitales y la educación para construir un espacio de convivencia y protagonismo de la ciudadanía. Harber está completamente convencida de la capacidad de las campañas digitales para influir.

Se acaban convirtiendo en blogueros, informáticos, programadores, mapeadores... y siempre son oportunidades que les alejan de la violencia”

La apuesta que esta ciberactivista hace por la formación y la educación en el universo digital para ampliar las oportunidades de los jóvenes y alejarlos de los cantos de sirena de los grupos armados no es una excepción. En otros países de la región, acuciados por las mismas necesidades y amenazas similares, también han optado por combinar TIC y formación para luchar contra la radicalización. Aunque en cada caso, las particularidades marcan pequeñas diferencias. Por ejemplo, en Mauritania, otro tech lab, el Hadina Rimtic ha albergado recientemente el Hack for Peace, un evento impulsado por el Fondo de Población de las Naciones Unidas y apoyado por el Ministerio de Juventud y Deportes del país.

Se trataba de animar a los jóvenes a diseñar soluciones tecnológicas a cuestiones como la inserción socioprofesional de los jóvenes, los peligros del acceso a contenidos de carácter extremista en Internet, la información sobre las formas de reclutamiento de los grupos terroristas, la participación de los jóvenes en el diálogo social o la mala interpretación de los preceptos religiosos. Además de esta llamada a la acción creativa tecnológica, el evento era también una buena oportunidad para los jóvenes interesados para acceder a formación en diseño de soluciones tecnológicas o presentación de propuestas, además del acceso a expertos y el asesoramiento de especialistas.

A pesar de este aparente consenso y de la convicción de Harber, la ciberactivista maliense establece los límites de esta estrategia en las condiciones técnicas y la voluntad política. “En Malí continuamos con una mentalidad anticuada de desarrollo de proyectos que no tiene en cuenta las evoluciones, por ejemplo, las que han supuesto las nuevas tecnologías. Más bien desconfían y, a cambio, dejan al país marchitarse en manos de las compañías extranjeras que controlan las empresas de telecomunicaciones, sobre todo, el internet móvil. Sé que las nuevas tecnologías pueden ser una oportunidad para Malí, pero, ¿los políticos cambiarán su enfoque? Lo dudo”, se lamenta. Ella continúa con sus esfuerzos incansables para acercar el mundo digital a los jóvenes.

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