Con calor, los niños deben comer ligero, menos y más veces al día

Hábitos que debemos mantener con nuestros hijos en verano. Los pequeños están entre la población más vulnerable cuando hay altas temperaturas

Westend61 (Getty Images/Westend61)

Frutas, verduras y hortalizas, cereales, productos lácteos, pan, aceite de oliva y agua, como bebida principal, deben consumirse a diario y ser los verdaderos protagonistas de nuestra dieta y la de nuestros hijos todo el año, pero en especial durante los meses de verano. Niños y niñas son el grupo de población que debe recibir una especial atención en cuanto a su alimentación dado que se encuentran en un periodo de crecimiento y de formación de huesos y músculos. Además, es importante, según los expertos, fomentar en ellos una vida físicamente activa que, una vez incorporada a sus hábitos de v...

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Frutas, verduras y hortalizas, cereales, productos lácteos, pan, aceite de oliva y agua, como bebida principal, deben consumirse a diario y ser los verdaderos protagonistas de nuestra dieta y la de nuestros hijos todo el año, pero en especial durante los meses de verano. Niños y niñas son el grupo de población que debe recibir una especial atención en cuanto a su alimentación dado que se encuentran en un periodo de crecimiento y de formación de huesos y músculos. Además, es importante, según los expertos, fomentar en ellos una vida físicamente activa que, una vez incorporada a sus hábitos de vida, les acompañará para siempre.

La alimentación veraniega debe estar compuesta de comidas ligeras, más frecuentes y menos abundantes, y ser rica en agua y líquidos, lo que ayuda a soportar mejor el calor dando una sensación de bienestar. Hábitos que debemos mantener también durante los días en que viajemos a cualquier destino turístico, sea éste de playa o de montaña.

José Manuel Moreno, pediatra y miembro del Comité de Nutrición de la Asociación Española de Pediatría (AEP), comenta que la “filosofía” de los hábitos alimentarios no debe modificarse especialmente según el destino turístico que elijamos para pasar las vacaciones. Moreno comenta que, “verdaderamente, no debe haber un cambio de dieta; es decir, ésta debe ser variada, rica en frutas, verduras y cereales, con agua como bebida principal en un ambiente de ejercicio y vida activa”. Sin embargo, el pediatra sí aboga por un cambio en la presentación de los alimentos y la forma de llevar a cabo esa dieta que resulte mucho más apetecible y deseable para los más pequeños de la casa. En su opinión, es importante que nos aprovechemos de la variedad de frutas que nos brinda esta estación y manifiesta la importancia que tiene la elaboración de platos diferentes que capten el interés y la curiosidad de nuestros hijos. Por ejemplo, el pediatra aconseja elaborar sopas frías de verduras como el gazpacho o el salmorejo.

En cuanto a la composición de la dieta de los niños, debemos tener en cuenta que debe ser diferente dependiendo de sus edades. José Manuel Moreno manifiesta que “en el primer año (lactante), su alimentación se basa en la leche materna o en su defecto una fórmula infantil. A partir de los seis meses se van introduciendo otros alimentos de manera gradual. Entre 1 a 3 años, casi pueden comer de todo, pero con texturas y cantidades adecuadas a su edad. Teniendo en cuenta que hay que limitar la sal y los azúcares simples. Es importante incorporarles a la mesa familiar y dejar que sean activos (que coman ellos más que darles de comer). En la edad prescolar (3-5 años) y escolar (6-12 años), el crecimiento es lento y comen pocas cantidades. El comedor escolar juega un papel muy interesante ya que no solo se familiarizan con todos los alimentos, sino que además comen con otros niños”. Finalmente, en relación a los adolescentes Moreno apunta que “deben comer de todo, intentando que hagan una dieta equilibrada”. Además, hace hincapié en que “importa más el ejemplo –comer con ellos- que el consejo –que coman bien-“.

En relación a la ingesta de pan, Rosa Ortega, perteneciente al Departamento de Nutrición de la Universidad Complutense de Madrid, habla de los beneficios nutricionales que tiene éste en nuestra dieta. Ortega destaca la importancia del pan, un alimento que, según la investigadora, “se deja de lado por miedo a engordar y se acaba sustituyendo por otros alimentos que engordan más". E insiste en que el pan que se consuma sea mayoritariamente de grano completo porque, “según señalan diversos estudios epidemiológicos, el consumo de grano completo ejerce un efecto protector frente al cáncer, las enfermedades cardiovasculares, la diabetes y la obesidad”.

La nutricionista y fundadora del proyecto Dieta Coherente, Amil López Viéitez, es partidaria de que la alimentación familiar en verano, si se sale de vacaciones, se adapte a los nuevos horarios de comida, más relajados que el resto del año, a las altas temperaturas que con frecuencia reducen el apetito, y también debe prestar atención a una correcta hidratación. López Viéitez señala que el tiempo de vacaciones, “es una buena ocasión para diversificar la dieta descubriendo nuevos sabores y platos típicos. Visitar los mercados locales de pescado y hortalizas y probar las recetas típicas de los lugares que se visitan”. Asimismo, apunta que el verano es una época de riesgo con respecto a las toxiinfecciones alimentarias, entre las que la Salmonelosis es la más conocida. Por ello, prosigue López Viéitez, “es crucial lavarse las manos de forma correcta antes de comer”. Además, señala que si, se va a realizar alguna excursión a la playa o a la montaña, “hay que llevar la comida refrigerada para evitar el crecimiento de bacterias”. López Viéitez también insiste en que “es muy importante que los niños no tengan libre acceso a la despensa de refrescos, zumos, galletas, snacks, chocolates o helados para que no realicen un consumo excesivo. Estos alimentos aportan azúcares ocultos y desequilibran la saciedad”.

En relación a la ingesta de líquidos durante el periodo estival, el doctor Moreno señala que para los niños el líquido habitual debe ser el agua. Beber agua en cantidad suficiente es importante todo el año, pero más en verano y más los niños pues regulan peor la temperatura y pierden mucho líquido a través del sudor. Moreno dice que, “según la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), las necesidades de líquidos (agua y otras bebidas) según las distintas edades son del 910 ml de los 2 a 3 años, 1120 ml de los 4 a los 8 años, 1300-1440 ml de los 9 a 13 años y 1400 a 1750 ml en los mayores de 14 años, según sean varones o mujeres. Estos cálculos se han realizado asumiendo que los alimentos contribuyen con un 20-30% a la ingesta total diaria de agua”. En cuanto a los bebés, Moreno indica que “en la etapa de lactancia exclusiva no necesitan beber agua, pero a partir de la introducción de otros alimentos en la dieta deben incorporar también el agua”. Además, subraya que “el otro líquido que deben beber los niños es leche, aproximadamente dos vasos al día”.

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