África No es un paísÁfrica No es un país
Coordinado por Lola Huete Machado

De cómo la Guerra Fría y la propaganda americana dejaron su huella en Tánger

Influencias en las músicas de Randy Weston y Jacques Muyal

Randy Weston en el Festival Gnawa de Músicas del Mundo de Esauira. Karim Tibari

Con todo, aquellos años de Guerra Fría conteniendo el aliento, rogando que ningún líder apretara el botón nuclear y con tantos espías escondidos detrás de las cortinas (como Polonio, en Hamlet) han dejado algunas buenas trazas en el mundo del arte, de la música, de los encuentros.

Vemos tocar al pianista neoyorkino Randy Weston sobre un escenario marroquí, tan sutil su toque, su gran sonrisa, y nos contagia el placer del jazz y el respeto que él profesa por los músicos tradicionales africanos. Tiene 90 años, sigue interpretando con los gnawis y dice que África es su casa (porque es la de sus ancestros): “Nunca dejé Marruecos. Yo tuve un night club, el African rhythms, durante 3 años, del 69 al 72, en Tánger, después de vivir un año en Rabat. Allí se escuchaba todo tipo de música, pero no teníamos dinero (y tenía a mis dos hijos pequeños), así que tuvimos que irnos. Pero me llevé la música para el resto del mundo”.

Nos reunimos con él y Jacques Muyal, el sefardí-tangerino dueño del sello suizo Groovin'High, para hablar de aquel Tánger jazzero, post-estatuto internacional pero igual de cosmopolita. Es aquella ciudad a orillas del Atlántico y el Mediterráneo la que está en el origen de estas frecuentes fusiones jazz-gnawa y de la familiaridad que el público marroquí tiene con las jam sessions de free jazz con guembris y krakabs (los instrumentos de la música folklórica del sur de Marruecos). “Las cosas operan de una manera misteriosa: volví aquí… este hombre (Muyal) estaba en el jazz con 15 años. Él conoce a más gente que yo y fue quien grabó mis primeros tres discos en París”, dice Randy de Jacques.

¿Por qué la guerra fría? Porque durante el gobierno de Dwight Eisenhower se organizaban los State Department Tours (ni más ni menos que ‘propaganda’ o ‘diplomacia cultural’, si se quiere), a través de los que aquellos talentosos músicos de jazz llegaban a territorios lejanos. Eran los 50 y los inicios de los 60, la época dorada de las Big Bands, cuando cuentan que el senador Adam Clayton Powell (a la sazón, el primer congresista negro en la historia estadounidense) convenció al presidente de EE.UU. de que el jazz sería un buen embajador.

Eran los abonados al mítico programa The voice of América animando al mundo a sumarse a su causa, o simplemente haciendo amigos. Así llegaron Benny Goodman a Rusia o Dizzy Gillespie a Turquía y a Sudamérica . Así llegó Randy Weston a África y, en particular, a Marruecos, como fin de gira, después de visitar 14 países africanos: “Por mi padre, quise venir a África. Él me hablaba de los grandes imperios africanos, de Egipto y Luba, cuando nadie hablaba ni habla de otra cosa que de los esclavos”. El gran pianista neoyorkino nos cuenta que, una vez de regreso en Nueva York, en realidad quiso volver a Nigeria, pero había estallado la guerra de Biafra: “Entonces, Marruecos me eligió a mí, y vine”.

“Mi familia era anfitriona de esta gente –rememora Muyal–. Tánger fue la gran relay base (“base de relé” o de apoyo) de The Voice of America. En aquella Tánger internacional comenzaron a emitir varias radios privadas, algo que no pasaba en Europa o en el resto de África. Allí cualquiera podía poner una radio. En una de esas estaciones, en Radio Luxembourg, André Francis hacía el club de jazz. Entonces, cuando él lo dejó para volver a Francia, yo tomé el relevo, después de hablar con mi padre, con la condición de seguir cumpliendo en el colegio. Tenía 15 años y por cuatro estuve al frente de ese programa. Nadie sabía que yo era tan joven. Mucha gente empezó a venir de Europa por el mito de Tánger, y mi programa salía en las listas europeas. Así fue como llegó a Tánger Marcel Romano, el padre de la música de jazz en las películas francesas, (a quien grabó Miles para el filme de Louis Malle Ascensor para el cadalso). Quería conocer a Jacques Muyal, tocó la puerta de mi casa, le abrí y me dijo: "quiero ver a tu padre".

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Randy ríe de la anécdota de Muyal con carcajadas de hombre-ángel inmenso, como llegado desde otro mundo más amable y a otra escala, altísimo. Sigue Muyal: “Romano fue mi amigo inmediatamente y, ya en París, me presentó a muchísimos músicos, porque conocía a todo el mundo en Francia. Grabó a Thelonius Monk para Las relaciones peligrosas’(1959) de Roger Vadim y yo escribí las versiones en español de No problem. Fue uno de mis mentores”.

Eran los 60 de jazz en el Olimpia (“siempre que las sesiones no interfirieran con los shows de pop”, aclara Muyal). París era una de las dos capitales europeas del jazz, la otra era Copenhague. En esas dos ciudades había escena y vivían muchos músicos norteamericanos. “Yo estudiaba Matemáticas en la Universidad (el jazz es matemáticas), pero me pasaba la noche en la calle con Thelonius o Stan Getz. Íbamos a Leal", dice Muyal, que prosigue: "Por supuesto, fracasé en todas las materias, pero encontré a todos los músicos de jazz como a Dizzy y a J.J. Johnnson. Entonces, tras una seria charla con mi padre, me mudé a Suiza y me hice ingeniero (en el Instituto Politécnico de Tecnología), lo cual me permitió empezar a grabarlos (volví a Tánger con una grabadora y grabé a Randy) y, luego, poner un sello discográfico”.

“Muchas de las cosas que me han pasado en la vida surgen del hecho de ser de Tánger –reconoce Muyal–, por el simple hecho de ser multicultural y hablar francés, español, inglés, o de tener diferentes monedas en el bolsillo, porque allí podíamos pagar en pesetas, o en dólares, o en francos. Veíamos películas en inglés, en francés, e incluso argentinas, como las de Luis Sandrini”.

Se podría decir que Jacques siguió toda la vida con las dos carreras, la de difusor y la de ingeniero, escribiendo artículos y diseñando aparatos de electrónica. Pero ya no volvió a Tánger, esa ciudad que él describe como una Río de Janeiro en África, pero con Europa al frente. La música lo sigue trayendo, de vez en cuando, porque los festivales de música magrebíes no paran de crecer: “Para mí, los gnawas representan un sonido natural. Cuando Randy toca con los gnawis, es algo natural. Eso es Tánger”.

“Es que yo siempre estuve interesado en la música tradicional, por saber de dónde venía Louis Armstrong, su trompeta”, contesta Randy, que una vez compuso una canción llamada The healers (“los sanadores”), porque la música es un proceso de curación.

Randy Weston y Abdellah El Gourd. Fusión jazz-gnawa: 

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