Columna

‘Full’ de negros y blancos

Esta imagen podría titularse El aburrimiento o, mejor, El aburrimiento es cosa de pobres. Aun ignorando adónde van los fotografiados, podemos deducir que a ningún sitio, de donde regresarán por la noche para dormir en ningún lugar. Las líneas de autobuses crean la impresión de llevarte de un sitio a otro, pero al final todo ese movimiento es un espejismo. Después de una vida de subirte en A y bajarte en B, te das cuenta de que tu relación con el medio de transporte ha sido como la del burro con la noria. Eso sí, mientras dabas vueltas, sacabas agua o plusvalía para alguien qu...

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Esta imagen podría titularse El aburrimiento o, mejor, El aburrimiento es cosa de pobres. Aun ignorando adónde van los fotografiados, podemos deducir que a ningún sitio, de donde regresarán por la noche para dormir en ningún lugar. Las líneas de autobuses crean la impresión de llevarte de un sitio a otro, pero al final todo ese movimiento es un espejismo. Después de una vida de subirte en A y bajarte en B, te das cuenta de que tu relación con el medio de transporte ha sido como la del burro con la noria. Eso sí, mientras dabas vueltas, sacabas agua o plusvalía para alguien que se enriquecía con tus rutinas solitarias.

La fotografía ha sorprendido a sus cinco actores en un momento de lucidez pasiva, como si, miraran donde miraran, vieran una película de lo que va a ser el resto de sus existencias. ¡Dios mío!, exclama la mujer negra de la izquierda, apartando los ojos del futuro. Aguanta el tipo, se dice a sí mismo su vecino, también negro y hastiado. Luego vienen los tres jóvenes blancos, francamente deprimidos. Ella se coge al brazo del compañero de su derecha como a una tabla de salvación cotidiana mientras cede el hombro al desconsuelo del amigo de su izquierda, que llora o duerme la mona. Tres blancos pobres y dos negros misérrimos, un full en el póquer de mesa, un full inverso en el juego de cartas de la vida. Al otro lado de las ventanillas, que parecen las lentes sucias de unas gafas, discurre la mítica ciudad de Nueva York un día cualquiera de 1959. Brooklyn, fotografiado por Bruce Davidson. Una instantánea viva de una época muerta. O viceversa.

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