Crónica

62,72 euros

Los españoles corren a comprar lotería, como si ésta fuese la última oportunidad de conocer una suerte que les ha sido esquiva durante el año

Una vez más, y como todas las Navidades, los españoles corren a comprar lotería, como si ésta fuese la última oportunidad de conocer una suerte que les ha sido esquiva durante el año: según la previsión de Loterías y Apuestas del Estado, cada español gastará en 2015 una media de 62,72 euros en el sorteo de Navidad; sólo unos pocos recuperarán algo.

No se trata de un fenómeno exclusivamente español, por supuesto: en Francia, la agencia estatal de loterías ofrece incluso un servicio de asesoramiento a ganadores (uno de sus c...

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Una vez más, y como todas las Navidades, los españoles corren a comprar lotería, como si ésta fuese la última oportunidad de conocer una suerte que les ha sido esquiva durante el año: según la previsión de Loterías y Apuestas del Estado, cada español gastará en 2015 una media de 62,72 euros en el sorteo de Navidad; sólo unos pocos recuperarán algo.

No se trata de un fenómeno exclusivamente español, por supuesto: en Francia, la agencia estatal de loterías ofrece incluso un servicio de asesoramiento a ganadores (uno de sus cursos más populares es acerca de la ópera, e incluye una introducción al género así como una instrucción acerca de cómo debe uno vestir y comportarse durante las interpretaciones). Según Olivia Miray-Jacta, responsable del servicio, lo primero que hacen los ganadores de la lotería es comprarse una casa y un auto: sólo un 8% de ellos invierte lo obtenido en su educación y/o su salud.

Un año atrás, Vicente Verdú escribía en este periódico acerca del “Gordo”, cuya esencia (afirmaba) se basa en “la codicia sin mediaciones”, “la fe en el azar sin competencia divina” y “la destrucción de la secuencia sacrificio y recompensa, abnegación y placer”. Naturalmente, esto es cierto. En Alemania, unos 20 millones de personas juegan semanalmente a la lotería, pero el 92% no cree que vaya a ganarla nunca; en España, por el contrario, se deposita en ella una esperanza de mejora que (equivocadamente o no) los jugadores no cifran en otros ámbitos, por ejemplo en el de la política. Quizás esto diga más acerca de la sociedad española que muchos estudios al respecto; pero, en cualquier caso, parece evidente que nuestra suerte no depende de un bolillero, sino del restablecimiento de “la secuencia sacrificio y recompensa” rota por una sociedad que, ingenuamente, todavía cree en los milagros.

elpaissemanal@elpais.es

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