Ushahidi canaliza la fuerza de la comunidad

Esta plataforma online para informar de movimientos sociales se ha empleado ya en 159 países para dar respuesta a crisis humanitarias, supervisar elecciones o mejorar sistemas sanitarios. Juliana Rotich, una de las fundadoras, lo cuenta

Juliana Rotich, durante el World Economic Forum de 2014.Urs Jaudas (CC) (WORLD ECONOMIC FORUM)

“En ese momento, estábamos esperando que los medios de comunicación convencionales estuviesen comprometidos y cubriesen lo que estaba ocurriendo en el país. Pero mientras nosotros veíamos cómo se quemaban casas, en la radio sólo ponían música”. Así fue como nació Ushahidi, según una de sus fundadoras y actual directora ejecutiva de la compañía Juliana Rotich. Su explicación nos traslada a la Kenia de finales de 2007, a la ola de disturbios provocada por la crispación política de las elecciones presidenciales y a las inquietudes de un grupo de entusiastas blogueros que querían contar a sus conciudadanos lo que estaba ocurriendo, para evitar que las manipulaciones interesadas llevasen al país a una espiral de violencia.

Siete años después Ushahidi se ha convertido en un ejemplo, de innovación tecnológica, de emprendeduría social y de esfuerzo por servir a una sociedad civil global. En la práctica, la plataforma Ushahidi parece la herramienta que movimientos sociales de todo el mundo estaban esperando para desarrollar sus proyectos. Se ha empleado en 159 países, tanto para dar respuesta a crisis humanitarias, como para supervisar elecciones, para movilizarse ante un desastre natural o para denunciar la corrupción, para vigilar el crimen o para mejorar los sistemas sanitarios. El potencial de esta herramienta se basa en el trabajo colaborativo, en la implicación de los ciudadanos y en las posibilidades de adaptarla a situaciones y necesidades diversas.

A pesar de esta trayectoria, Rotich no puede olvidar el origen de la iniciativa que pusieron en marcha un grupo de blogueros kenianos. “A través de lo que los medios emitían era imposible estar informado de lo que realmente ocurría. Cada uno teníamos nuestra imagen de lo que estaba ocurriendo, una imagen parcial y pensamos que si poníamos todas las historias que nosotros estábamos contando en un mismo sitio construiríamos una imagen más completa de la realidad”, explica Rotich. En aquella comunidad, había nombres como Erik Hersman, Ory Okolloh, David Kobia, Daudi Were o la propia Rotich que se han convertido en referentes de la innovación tecnológica con una orientación social en todo el continente. Sin embargo, en aquel momento, Juliana Rotich confiesa que eran simples blogueros que querían “informar e informarse”, no en vano bautizaron a su prototipo “Ushahidi” (testimonio o testigo, en swahili). “Éramos gente del mundo de la tecnología, blogueros… no éramos poderosos, pero teníamos los instrumentos para trabajar juntos y colaborar online para crear algo más grande. Crear un gran grupo es lo que te hace más fuerte”, recuerda Rotich.

Mosaico de desarrollos de la plataforma Ushahidi.

Aquella comunidad original, además, desmentía muchos de los mitos sobre los que se cimentaba la violencia, como el de una sociedad dividida por las diferencias étnicas, sociales y de procedencia. Entre aquellos blogueros, sin embargo, había hombres y mujeres sin distinción, personas de diferentes etnias y de diferentes procedencias, incluso algunos no nacidos en Kenia. “Así es el país, diverso. Se hablaba de un fraccionamiento de la sociedad, pero nosotros estábamos trabajando juntos para ayudar a los demás”, afirma la fundadora de la compañía.

Pero la duda fundamental es cómo una herramienta ideada y diseñada en Kenia, para dar respuesta una situación muy concreta como la violencia generada por las elecciones y la falta de información, se ha hecho útil en todos los rincones del mundo. Para la actual directora ejecutiva de la iniciativa, las claves son varias , pero destaca las posibilidades de modificación. “No es una cuestión de alta o baja tecnología, sino de apropiación de la tecnología. Se trataba de crear una plataforma que después otras personas pudiesen usar para hacer frente a los problemas que se produjesen en sus países. Queríamos crear unas bases sobre las que después otra gente pudiese construir lo que necesitase y el primer prototipo se podía hackear en cuatro días”, explica Rotich.

Esta fundadora de Ushahidi insiste una y otra vez en el espíritu Open Source (código abierto) y en la localización como secreto de la viabilidad de Ushahidi. “Una de las primeras traducciones de Ushahidi fue al castellano”, comenta divertida, y con esta variante se ha usado en Colombia, en México o en Panamá, pero también para monitorizar el estado de los stocks de medicinas en Madagascar; para coordinar la respuesta humanitaria al terremoto de Haití; para supervisar las elecciones en Senegal, Nigeria, Ghana o Kenia; para denunciar el acoso en las calles en Egipto; o para vigilar el respeto de los derechos de los migrantes en el Mediterráneo.

La herramienta se basa, fundamentalmente, en el mapeo de acontecimientos

Pero las posibilidades de adaptación de esta plataforma, basada fundamentalmente, en el mapeo de acontecimientos, no se limitan a la lengua o al tema al que se hace frente. “Se puede customizar para diferentes niveles de conectividad”, advierte Rotich, porque a menudo es más útil en lugares donde las infraestructuras son más débiles. “La combinación de la tecnología móvil y la tecnología crowdsourcing (la realización colaborativa y voluntaria de una tarea) permiten construir un sistema, una dinámica de una sociedad colaborativa en la que fluye la información. Si se crea esta dinámica cuando se produce una crisis tienes un canal abierto con los ciudadanos para la comunicación, pero también la movilización, la sensibilización, la educación o la respuesta”, señala esta antigua bloguera.

Los desarrollos de Ushahidi, la puesta en marcha de las diferentes iniciativas, el intercambio de experiencias ha ido generando una comunidad global que en realidad es un reflejo de una sociedad civil activa. “Nosotros pretendíamos facilitar la herramienta, que la gente ya no pueda poner la excusa de que no tiene la tecnología necesaria. Ushahidi se ha convertido en un sistema disponible para su uso para que todos nosotros podamos cambiar el mundo mediante la recogida de información sobre nuestros retos, pero también sobre las soluciones que podemos proponer”, explica Rotich que se muestra como una tecno-optimista convencida cuando asegura que esa es “una muestra del poder de Internet y del poder una sociedad civil global que está tejiendo redes”.

Equipo de Ushahidi.Cedida por Ushahidi

La información (y sobre todo su flujo) y la colaboración son las claves que hay detrás de Ushahidi. “Las redes demuestran cómo el mundo está cambiando y cómo cada vez más podemos aprender unos de otros e inspirarnos en las experiencias de los demás”, según Rotich. Y el espíritu de Ushahidi se ha mantenido vivo creando nuevas herramientas específicas, como el CrisisNET que pretende ser un instrumento que analice fácilmente todos los datos que se extraen de los medios sociales, o el sistema Ping, una herramienta de envío masivo de SMS simplemente para la localización de personas en casos de crisis o emergencias. Basta pensar en el origen de esta última aplicación, los desarrolladores de la comunidad pensaron en ella después del ataque al centro comercial WestGate, cuando muchas personas buscaban desesperadamente a sus familiares.

La tecnología es parte de la sociedad africana. Las TIC pueden ser un instrumento para crear oportunidades, por ejemplo, empleo

Pero más allá de Ushahidi, los miembros de la comunidad original están detrás de la puesta en marcha del iHub, un centro de innovación tecnológica ubicado en Nairobi, que se ha convertido en referente en África y en todo el mundo. Detrás de este proyecto, está la misma convicción de trabajo colaborativo y de construcción comunitaria de una inteligencia colectiva, en este caso, la certeza de que la interacción entre las personas creativas e innovadoras aumentan la capacidad de imaginar proyectos y soluciones. Y también de otras iniciativas, bajo las que palpita el mismo latido comunitario, como el GearBox, un maker space que aplica la misma filosofía a la creación de hardware, es decir, de ingenios tecnológicos. “Ushahidi se ha convertido en un actor de apoyo a la innovación en Kenia y en África. Eso es importante porque dar apoyo a otros emprendedores, emprendedores sociales y makers permite que la innovación no se pare en Ushahidi, que se continúe el camino”, confiesa la cofundadora de Ushahidi.

La visión que Juliana Rotich tiene del papel que las TIC pueden jugar en el futuro del continente africano es muy esclarecedora: “La tecnología también es parte de la sociedad africana. Las TIC pueden ser un instrumento para crear nuevas oportunidades, por ejemplo, para crear empleo, hoy Ushahidi está formado por 40 personas en distintos lugares del mundo. Pero también una herramienta de desarrollo social, de trabajo para la justicia, para la igualdad y para el respeto a los Derechos Humanos. Son una herramienta para el progreso socio económico que da la oportunidad a los ciudadanos de tomar protagonismo. Esa es nuestra esperanza”.

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