El hombre que soñó con un mundo sin basura

Josep Moner lleva 40 años intentando que seamos más amables con el planeta. Su último aliado, Zero Waste, busca reducir residuos

Dani Cantó

“¿Desde cuándo soy ecologista?”, Josep Lluís Moner repite la pregunta en voz alta y se concede unos instantes de reflexión. “Diría que desde que tengo uso de razón”, responde al fin. “A mi generación le tocó comprometerse con la realidad y tomarse muy en serio el activismo, por razones obvias [habla de los años 70 y 80, en los que él empezó a colaborar con diversos movimientos sociales] y, en mi caso, la preocupación por el medio ambiente y la preservación del territorio siempre han formado parte de ese compromiso, por razones tanto biográficas como familiares”. Con el tiempo, consiguió un dif...

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“¿Desde cuándo soy ecologista?”, Josep Lluís Moner repite la pregunta en voz alta y se concede unos instantes de reflexión. “Diría que desde que tengo uso de razón”, responde al fin. “A mi generación le tocó comprometerse con la realidad y tomarse muy en serio el activismo, por razones obvias [habla de los años 70 y 80, en los que él empezó a colaborar con diversos movimientos sociales] y, en mi caso, la preocupación por el medio ambiente y la preservación del territorio siempre han formado parte de ese compromiso, por razones tanto biográficas como familiares”. Con el tiempo, consiguió un difícil equilibrio que ahora resulta central en su vida: “He hecho compatibles mis convicciones más íntimas con la necesidad de ganarme la vida. Hoy, mi compromiso ecológico es también mi profesión”.

¿Malos tiempos para la lírica del ecologismo? Para Moner, no puede decirse que sean óptimos, pero añade que en su larga trayectoria como activista comprometido con el medio ambiente tampoco los ha conocido mucho mejores. “Da la sensación de que la sostenibilidad medioambiental es un tema que puede aplazarse indefinidamente”, reconoce con un cierto deje de amargua, “cuando en realidad ya llegamos tarde a muchas citas con el futuro inmediato del planeta, y cuanto antes empecemos a recuperar ese preocupante retraso, mucho mejor”.

Cuando me preguntan qué porcentaje de reducción sería aceptable, siempre respondo que ninguno: cada residuo que va a parar a un vertedero es una mala noticia

Moner, miembro de la Federació Catalana d’Ecologistes y del Institut de Sostenibilitat de la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC), es uno de los portavoces de la Estratègia Catalana Residu Zero (Estrategia Catalana Residuoo Cero), un ambicioso plan de acción impulsado por una red de administraciones, empresas, instituciones académicas y asociaciones ciudadanas y que se hizo público en febrero de 2011. La Estratègia está integrada en el movimiento internacional Zero Waste, alianza que echó a andar en 2004 con el objetivo de promover el reciclaje y la reutilización sistemática de todos los residuos que generemos. Y si no pueden ser todos, cuantos más, mejor.

“Hablar de residuo cero puede que no resulte del todo riguroso desde un punto de vista científico”, reconoce este portavoz local de la alianza, “porque la reutilización absoluta, creando circuitos de economía circular en los que todo residuo pueda ser transformando en materia prima, es más un objetivo teórico que un programa cien por cien realista”. Es decir, que no toda la basura puede reutilizarse. Sin embargo, marcarse un objetivo tan claramente maximalista sirve, en opinión del experto para elevar sustancialmente el listón de exigencia y crear una clara conciencia de la gravedad de los retos a los que se está haciendo frente: “No se trata, sencillamente, de conseguir una reducción cosmética del actual volumen de residuos, que es despreporcionado, del todo insostenible. Cuando me preguntan qué porcentaje de reducción sería aceptable, siempre respondo que ninguno, que cada residuo que va a parar a un vertedero, una incineradora o una gran planta de generación de biomasa es una mala noticia, porque eso tiene un coste ecológico y sanitario que no podemos asumir”.

Los políticos dicen compartir nuestro análisis de la situación pero lo más habitual es que a la hora de la verdad encuentren pretextos para no apoyarnos

Moner no comparte tampoco la apuesta de determinadas empresas “supuestamente ecológicas” por las incineradoras como una solución en teoría mucho menos perjudicial para el medio ambiente que los vertederos: “Me niego a entrar en ese debate, porque no tiene ningún sentido desde un punto de vista intelectual. Solo responde a una lógica económica de falta de responsabilidad social de muchas empresas, que no quieren asumir costes ecológicos y aun así pretenden convencernos de que están actuando de manera responsable y consecuente”, punualiza. “En realidad, ambas soluciones son pésimas, hay que sustituirlas por alternativas realmente ecológicas como las que nosotros proponemos: la recogida de basura puerta a puerta, el reciclaje al detalle y la reutilización como materia prima para el ecodiseño, el compostaje y demás prácticas de lo que podríamos considerar una red de economía sostenible”.

La tarea es titánica. Hace tres años, cuando se lanzó la Estratègia, a más del 70% de los residuos generados en Cataluña se les aplicaban “soluciones finalistas y ecológicamente no deseables” como las citadas en el párrafo anterior. Desde entonces, el porcentaje apenas se ha reducido: “La realidad es que estamos lejos, muy lejos del objetivo que nos planteábamos”, analiza Moner, “que consistía en llegar a 2020 invirtiendo la tendencia y consiguiendo que en ese momento ya se recupere y reutilice el 70% de lo generado”.

Las razones de esta preocupante desviación con respecto a los objetivos previstos tienen que ver, en parte, con lo difícil que resulta transformar hábitos y estilos de vida muy arraigados y con la falta de apoyo efectivo por parte de las grandes administraciones: “En general, los políticos dicen compartir nuestro análisis de la situación, nuestros métodos de trabajo y nuestros objetivos a corto, medio y largo plazo. Por desgracia, lo más habitual es que a la hora de la verdad encuentran pretextos para no apoyar económicamente nuestras iniciativas o no impulsar un marco legal claro, que penalice el vertido de recursos e incentive el reciclado”. Por esa razón, a su juicio, “Cataluña ha pasado de tener un programa de reducción sistemática de residuos pionero, el de 1993, a quedarse muy por detrás de otros territorios de la Unión Europea que sí están apoyando de manera firme y efectiva la estrategia Zero Waste”.

Es imprescindible que entre todos nos dejemos de desconfianzas e indecisiones que solo contribuyen a hipotecar el país

Sin embargo, también a nivel local hay motivos para la esperanza. Llegan del ámbito académico, donde Moner destaca que “todas las universidades catalanas han asumido como propios los compromisos de la Estratègia Residu Zero y están desarrollando planes de investigación tendentes a elevar el techo de aprovechamiento del flujo de residuos, es decir, innovaciones tecnológicas que pueden ayudarnos a sacar un partido real a lo que recogemos”. Y también de las iniciativas ciudadanas o de los pequeños municipios. “En este último campo, se está siguiendo con cierto éxito el ejemplo de la iniciativa guipuzcoana Zero Zabor”, que ha implementado en más de 30 de los 80 municipios de la provincia el sistema de recogida de basuras puerta a puerta. Las poblaciones catalanas que se han adherido a este sistema de recogida selectiva y procesamiento de residuos son aún relativamente pocas y poco pobladas. “Sigue siendo una opción minoritaria”, concede Moner, “pero es el camino”.

En Cataluña, además, la recogida puerta a puerta no se está enfrentando a la resistencia ciudadana que sí ha generado en algunas localidades del País Vasco: “La llamada guerra de las basuras guipuzcoana de hace unos años fue motivada sobre todo por el color político de los partidos que gobiernan en los pueblos en que se ha implementado el sistema puerta a puerta. Se politizó sin necesidad, porque la solución en sí es eficaz y no tiene por qué ser controvertida. Es más, es una de las que recomienda la Comisión Europea en su documento Europa 2020, en el que se plantea de manera muy clara el objetivo de avanzar a marchas forzadas hacia una economía baja en carbono”.

De cara a 2015, un año decisivo para tratar de revertir la tendencia y empezar a acercarse a las metas propuestas, que son “urgentes e imprescindibles”, Moner pide “que se confíe un poco más en nuestra trayectoria y solera, que entre todos nos dejemos de desconfianzas e indecisiones que solo contribuyen a hipotecar el país”. Y puestos a pedir, “que superemos de una vez ese déficit democrático implícito en que algunos políticos no quieran sentarse a negociar con nosotros si el día anterior nos han visto detrás de una pancarta en protesta por la instalación de un vertedero”. Tal y como él mismo se encarga de recalcar, “que seamos activistas no significa que no seamos también expertos. Tenemos al mundo académico detrás. Sabemos lo que hay que hacer. Esperemos que colaboren con nosotros y nos permitan hacerlo”.

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