Odiar Twitter es más moderno

Actores, cantantes, directores y escritores profesan su repudio a las redes sociales

El director James Cameron. Stan Honda (afp)

El mantra del verano. En 1983, James Cameron fue uno de los primeros californianos en tener un teléfono móvil en el coche. Es una anécdota que el director de Terminator, Titanic y Avatar usa a menudo en entrevistas para validar su amor por la tecnología y la importancia que ésta, en forma de efectos especiales, tiene en su filmografía. En 2014, el mismo Cameron ha esgrimido el argumento contrario: ...

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El mantra del verano. En 1983, James Cameron fue uno de los primeros californianos en tener un teléfono móvil en el coche. Es una anécdota que el director de Terminator, Titanic y Avatar usa a menudo en entrevistas para validar su amor por la tecnología y la importancia que ésta, en forma de efectos especiales, tiene en su filmografía. En 2014, el mismo Cameron ha esgrimido el argumento contrario: hablando con el diario USA Today, el cineasta se ha despachado a gusto contra los smartphones, diabólicas ataduras modernas según sus palabras, cuyo fin, actualizar redes sociales, es todavía más pernicioso. “Odio Twitter”, proclama. Hace un año –meses incluso– ese comentario se hubiera achacado a que los años están empezando a hacer mella en las costumbres del director de Mentiras arriesgadas. Hoy, sin embargo, le ubican de nuevo a la vanguardia. A juzgar por la cantidad y credibilidad de celebridades que este verano han pronunciado las mismas palabras –las dijo Helen Mirren en julio, semanas antes de que el príncipe Enrique de Inglaterra causara algún que otro titular por decirlas–, más moderno que entender Twitter es decir: “Odio Twitter”.

La red antisocial. Siempre ha habido famosos en contra del hervidero del 2.0. Su santo patrón era George Clooney (“Preferiría que un tipo con las manos frías me hiciera un examen rectal que se emitiera por directo en televisión que abrirme una página de Facebook”) y tenía miembros honorables como Kristen Stewart (“Twitter me jode la vida: cada vez que alguien tuitea que está sentado a mi lado, me invaden los paparazzi”), Daniel Radcliffe (“La vida es más fácil sin Twitter ni Facebook”) o Ralph Fiennes (“El lenguaje se está convirtiendo en una serie de titulares y tuits”). Pero eran pocos y su reputación de intelectuales o refinados le permitía aparentar ese cierto elitismo. Se llevaban bien, además, con los que se escudaban en su ignorancia para justificar el no tener perfiles. Como Brad Pitt, Angelina Jolie, Jennifer Aniston, Jennifer Lawrence y todos los que alguna vez han dicho las palabras “No entiendo de Internet”.

Vieja nueva guardia. Estos, sin embargo, son otro grupo. Su odio es viejo, pero su forma de expresarlo es nueva. Sin miedo, como sabiendo que la era del 2.0 ya ha pasado. Que ese paradigma que parecía haber reinventado la fama ya ha cruzado el Rubicón de la popularidad y ahora es solo una opción más. Que la plebe está lista para odiarla. Y que solo están plantando una semilla pero que al final la historia les dará la razón.

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