Cartas al director

Los pelos del yeti

Un grupo de investigadores ha decidido averiguar, de una vez por todas, qué hay de verdad en la leyenda del yeti. Para ello han extraido el ADN de 36 muestras de pelos, supuestamente pertenecientes al yeti o a su primo americano, el bigfoot,cedidas por diferentes museos de EE UU, Rusia e India, entre otros. Como era de esperar, han descubierto que tales muestras pertenecen a animales conocidos como osos, lobos, vacas e incluso seres humanos.

Pero lo que me ha dejado perplejo de esta noticia es el hecho de que estas muestras estuvieran en museos. Uno siempre ha concedido a estas...

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Un grupo de investigadores ha decidido averiguar, de una vez por todas, qué hay de verdad en la leyenda del yeti. Para ello han extraido el ADN de 36 muestras de pelos, supuestamente pertenecientes al yeti o a su primo americano, el bigfoot,cedidas por diferentes museos de EE UU, Rusia e India, entre otros. Como era de esperar, han descubierto que tales muestras pertenecen a animales conocidos como osos, lobos, vacas e incluso seres humanos.

Pero lo que me ha dejado perplejo de esta noticia es el hecho de que estas muestras estuvieran en museos. Uno siempre ha concedido a estas instituciones un crédito de seriedad científica en contraste con otros lugares. Cuesta imaginar al director de un museo aceptando, sin más, un mechón de pelo que le lleva un señor cualquiera asegurando que son pelos del yeti.

A partir de ahora, antes de entrar en un museo de zoología, antropología, arqueología, etcétera, preguntaré si tienen pelos del yeti, y si me dicen que sí, daré media vuelta y me iré. Porque ¿cómo puedo estar seguro, en un museo que muestra semejante idiotez, de que la vasija rota o la espada oxidada que, en la vitrina de al lado, presentan como perteneciente a los sumerios, no tiene su origen real en la tienda de souvenirs de la esquina? Un poco de seriedad, por favor. Al menos en los museos.— Miguel Ángel Mate Casado.

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