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Guetos de hojalata

La vida en los poblados carece en muchas ocasiones de cualquier servicio, como luz y agua

Annah Seholaro. Hace 10 años que llegó a este gueto procedente de la provincia de North West, atraída por la idea de que el Gobierno le daría un casa con condiciones. Pero no. Tiene 49 años y vive con un hijo de 32 años. Su familia, en la ciudad, la ayuda porque ella hace 15 años que no trabaja y no tiene ingreso alguno. Participó activamente en las protestas para exigir mejoras en los servicios básicos del lugar.Jordi Matas
Maria Mokoene. Tiene 33 años y vive en otra barracas del township de Sebokeng con su marido y sus cuatro hijos de 12, 10, 5 años y el de cuatro meses, llamado Chris.Jordi Matas
Dentro de las casas todo el precario, huele a desinfectante y a carburante; la cocina, como la mayoría del poblado, funciona con parafina. Martha Mokoene, la abuela de Maria, posa en el interior.Jordi Matas
Cada año muere un centenar de personas que vive en chozas y barracas a causa de incendios provocados por la mala combustión del hornillo o de una vela mal apagada.Jordi Matas
Molahlehi Phakathi está pasando unos días en casa de su hermano. Dice que la vida en Sebokeng es como en su lugar sin residencia, sin los servicios básicos.Jordi Matas
Aunque el Gobierno ha eliminado 500 guetos de barracas para convertirlos en barrios con casas modestas y servicios básicos, la emigración interna empuja a cientos de miles de sudafricanos a dejar sus aldeas rurales para trasladarse a ciudades. Elias Sithole, 48 años, en el paro desde hace dos, llegó al gueto cuando se casó con su mujer en 2011. Ella trabaja limpiando casas en la ciudad e ingresa diariamente 100 rands, con los que pagan el combustible para calentar el agua que van a buscar a la fuente y el gasóleo para el generador eléctrico. Este es el baño de la zona.Jordi Matas
La inmigración ha hecho que exista hoy el mismo número de barraquistas que hace dos décadas. Así, alrededor del 13% de un censo de 52 millones de personas sigue malviviendo en barrios como el de Sekoneng.Jordi Matas
El agua es una de las grandes cargas. Para cocinar, beber, lavar o asearse deben ir a buscarla a un grifo comunitario a un centenar de metros de distancia. Están acostumbrados porque jamás han tenido agua corriente en ninguna vivienda. Pero la tarea suele caer en hombros de las mujeres.Jordi Matas
Annah Seholaro. Hace 10 años que llegó a este gueto, Sebokeng, procedente de la provincia de North West, atraída por la promesa de que el Gobierno le daría un casa con condiciones. Sin embargo aún espera soluciones. Tiene 49 años y vive con un hijo de 32 años. Su familia, que vive en la ciudad, la ayuda con lo que puede porque ella hace 15 años que no trabaja y no recibe ayudas oficiales. Participó activamente en las protestas para exigir mejoras en los servicios básicos.Jordi Matas
Maria Mokoene recibe una ayuda de 300 rands por niño cada mes, que redondean el sueldo de su marido, que trabaja en la construcción.Jordi Matas