Cartas al director

Homofobia en la escuela

Hay textos que llegan al alma, que cambian el ánimo. Palabras que duelen y subrayan con dureza lo difícil que a veces resulta vivir y convivir. Sucede cuando lees algo tan verdadero como el artículo de Rosa Montero en el que habla sobre la homofobia en la escuela. Lo cuenta con el alma y lo escribe con el corazón. Te toca las entrañas mostrándote la crueldad del ser humano, la fugacidad de los desastres, la fragilidad de las noticias, la ferocidad de la masa y el dolor del individuo frente a una sociedad impregnada de mil y un prejuicios. La frase del destacado resume a la perfección lo que qu...

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Hay textos que llegan al alma, que cambian el ánimo. Palabras que duelen y subrayan con dureza lo difícil que a veces resulta vivir y convivir. Sucede cuando lees algo tan verdadero como el artículo de Rosa Montero en el que habla sobre la homofobia en la escuela. Lo cuenta con el alma y lo escribe con el corazón. Te toca las entrañas mostrándote la crueldad del ser humano, la fugacidad de los desastres, la fragilidad de las noticias, la ferocidad de la masa y el dolor del individuo frente a una sociedad impregnada de mil y un prejuicios. La frase del destacado resume a la perfección lo que quiere expresar la escritora: “Cualquier cosa que te separe de la masa puede hacerte víctima de su envidia y de sus miedos”. No hay más verdad que esa que dice que vivimos en sociedad, pero hoy más que nunca no me digan que no dan ganas de bajarse del tren, vaciar las mentes, romper con los cánones establecidos y reconstruir un mundo que se despeña. No podemos seguir perdiendo el norte, creyéndonos dioses en este mundo de Internet, redes sociales, globalización y libertad impostada que nos mantiene en una burbuja en la que sigue triunfando la dictadura de la mayoría, y en la que la espiral del silencio se hace más patente que nunca. Sin embargo, el tren sigue en marcha y bajarse significaría rendirse. Por eso debemos luchar, resistir y cambiar para que el mundo cambie. Cambiemos en nuestra casa, con nuestros amigos, intentemos ponernos en el lugar de los otros, reiniciemos nuestra mente… Porque los energúmenos de los que habla Rosa Montero están al acecho, como depredadores acosando a su presa.

 

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