Encontrar el propio lugar: arte y jóvenes en institutos andaluces
La educación artística sigue siendo uno de los espacios donde el alumnado puede pensar quién es, qué siente y cómo quiere estar en el mundo. En 13 institutos andaluces, el colectivo EnModoArte impulsa proyectos que combinan creación, reflexión y comunidad
Una educación artística comprometida con la vida necesita utilizar la diversidad cultural, emocional y social como fuente de aprendizaje y convivencia. No se trata solo de enseñar técnicas o estilos, sino de cultivar una mirada crítica y sensible que ayude a comprender la complejidad del mundo y las tensiones que lo atraviesan. Por eso su presencia es insustituible en el currículo básico.
Esta idea conecta con el sentido profundo de la educación de generar agencia y construir narrativas que permitan al estudiante ampliar su visión de la realidad y de su relación con los otros y consigo mismo. Educar es, en última instancia, abrir el futuro y decidir colectivamente qué tipo de futuro queremos para la juventud.
El arte puede ser un espacio fértil para conversar, cuestionar y reconstruir significados. Un terreno en el que los estudiantes interpretan contextos, identifican estereotipos e imaginan alternativas más justas y humanas. Permite pasar de un discurso de la ansiedad a otro de la crítica y, de este, a un discurso de las posibilidades. Hablar de posibilidades es imaginar futuros distintos del presente.
Con esta mirada trabaja Lola Mena Cáceres, profesora de Dibujo y otras materias artísticas en el IES San Isidoro en Sevilla. Defiende el valor formativo de que los estudiantes se pregunten sobre su lugar en el mundo, en la sociedad y en el sistema educativo. Y, enfatiza, la importancia de los lenguajes plásticos, visual o audiovisual, para expresar emociones, esperanzas, deseos y miedos, y para descubrir el poder transformador del arte.
Desde esa convicción, el colectivo de docentes EnModoArte, del que forma parte Lola Mena, diseñó para el curso 2024-25 un proyecto que vinculara el desarrollo de sus enseñanzas y actuara como guía de su práctica. El proyecto, titulado ¿Qué pinto yo aquí? Siente, Expresa, Transforma, surgió del debate compartido en torno a la creciente preocupación por la salud mental de los menores.
Su propósito era que cada estudiante pudiera reflexionar sobre su experiencia, reconocerse en su vida adolescente y convertir esas vivencias en creación artística. A la vez, fortalecer una comunidad de acción que consolidara el sentido del trabajo docente y afianzara un entramado de desarrollo profesional integrado en la práctica diaria de la enseñanza.
EnModoArte es un colectivo de profesoras y profesores de Dibujo que, desde 2015, impulsa la reflexión, la investigación y la creación artística mediante proyectos vinculados a situaciones sociales relevantes o circunstancias de especial valor formativo.
“Participar en las propuestas de EnModoArte era el paso que faltaba para que nuestros estudiantes valorasen el arte, la cultura y hacerlos partícipes en primera persona de la vida cultural de su provincia”, comenta Ana Quesada Cerezo, profesora de dibujo del IES La Campiña, en el municipio sevillano de Arahal.
Este colectivo trabaja en diálogo con otras redes docentes, como la Asociación 09, de Profesorado de Dibujo de Andalucía, y con asociaciones culturales que defienden una mirada crítica, creativa y comprometida de la escuela. Colabora con universidades, colectivos artísticos y proyectos intercentros. Abren oportunidades para que el alumnado comparta sus creaciones con públicos diversos y, mediante blogs, redes sociales y encuentros profesionales, difunde su experiencia e inspira a otros docentes.
Esa voluntad de trabajo cooperativo pudo observarse en la muestra celebrada en junio de 2025 en el Centro Cívico Las Sirenas de Sevilla, donde se presentó el trabajo artístico de profesorado y alumnado de Educación Secundaria Obligatoria de trece institutos de Sevilla y de un centro suizo de acompañamiento educativo de alumnado autista, en Berna.
La exposición, titulada Sinapsis creativa, reunió las producciones de los estudiantes en torno a la pregunta inicial del proyecto ¿Qué pinto yo aquí?, mediante una recreación artística inspirada en la ciencia, el funcionamiento del cerebro y los procesos del pensamiento creativo.
El arte como espacio para mirar(se) desde fuera
Participar con una obra propia en una exposición es un magnífico aliciente para el alumnado, y así lo han comprobado a lo largo de los diez años de trayectoria de EnModoArte. Saber que su trabajo será visto por otras personas le anima a cuidar cada detalle y a sentirse parte de una labor que trasciende el aula.
“Recuerdo al alumnado muy asustado y, a la vez, emocionado al pensar que sus ideas, sus proyectos tenían un valor, un interés y serían contemplados por otras personas fuera de su entorno. Estas experiencias enganchan al alumnado, aumentan el número de los que eligen cursar la optativa de Expresión Artística, te buscan el siguiente año y quieren trabajar contigo. Ponen en valor el arte”, comenta María Luisa Araújo Florindo, profesora de Dibujo del IES Alguadaira, en Alcalá de Guadaíra.
La exposición fue una creación artística cargada de complicidades con los estados de ánimo del alumnado y con las distintas lecturas del proyecto. En el centro se alzaba un gran anillo que simbolizaba el bulbo raquídeo, del que pendían cintas de colores que evocaban impulsos nerviosos y conexiones con el cuerpo, mientras que alrededor flotaban poliedros geométricos suspendidos que simbolizaban ideas entrelazadas a modo de red neuronal.
La instalación disponía de varios niveles de poliedros, algunos iluminados para representar la activación de las ideas; otros con espejos que aludían a las neuronas espejo, esenciales en el aprendizaje y en el fomento de la empatía; y otros con formas orgánicas en su interior.
La disposición espacial seguía una gradación vertical alegórica. En la parte superior se situaban poliedros simples, construidos con materiales en bruto, como cartón, papel o madera. Hacia el centro, los poliedros estaban más elaborados, con detalles interiores y colores intensos, simbolizando la maduración de la idea. En el suelo emergían formas orgánicas que representaban la eclosión de la creatividad y la conexión con el mundo.
“Con este proyecto hemos querido convertir el arte en el medio para expresar cómo nacen y se desarrollan las ideas en el cerebro, transformando el espacio escolar en una metáfora visual del pensamiento y la creatividad. Una instalación artística vinculada a nuestro proyecto pedagógico ¿Qué pinto yo aquí?, centrado en la expresión emocional, la salud mental y el poder transformador del arte”, explican Lola Mena y Ana Quesada.
La exposición, como experiencia educativa, fue verdaderamente transgresora. Permitió trabajar conceptos artísticos y contenidos de otras materias del currículo: la funcionalidad del volumen, el lenguaje emocional y simbólico del color y la tipografía en el diseño publicitario; el sistema nervioso, la estructura del cerebro, el bulbo raquídeo, las sinapsis, las neuronas espejo desde Biología; la geometría y las formas poliédricas desde Matemáticas; o las tecnologías de la información y comunicación en la búsqueda documental, el diseño digital y la simulación lumínica de los espacios. Y, lo más referencial, el trabajo cooperativo y el desarrollo de la creatividad, la autoestima y el equilibrio emocional.
En el aula: del diálogo a la creación
EnModoArte inicia cada curso con un debate para acordar una temática común. El trabajo en el aula arranca con la presentación de ese marco y una lluvia de ideas que abre distintas interpretaciones. En el IES Alguadaira, por ejemplo, eligen trabajar Sobre lo que me aplasta, Lo que me impulsa o Cuando no encajas, ¿qué pinto yo aquí? En el IES San José de la Rinconada, en cambio, la pregunta fue: ¿Y si nuestros miedos tuvieran forma de diosa?
En el IES Julio Verne, la reflexión se centró en el uso desmedido de psicofármacos como vía rápida hacia un supuesto bienestar emocional. “El alumnado de 4º de ESO analiza cómo la sociedad contemporánea tiende a medicalizar las emociones, a ocultar la tristeza y a convertir la felicidad en un producto de consumo”, señala la profesora Nanen García-Contreras Martínez.
Tras ese primer diálogo, se busca activar la imaginación del alumnado, analizar comportamientos, emociones y experiencias personales. Se comparten propuestas y argumentos, se sugieren posibilidades expresivas, se describen objetos, que pueden representar pensamientos o estados de ánimo y se experimenta con materiales reciclados y técnicas como el collage o el zentangle. La acción del profesorado es clave para que cada estudiante construya un lenguaje visual propio.
La pregunta que vertebra el proyecto ¿Qué pinto yo aquí? remueve y abre emociones profundas. Surgen nuevos interrogantes: ¿qué siento?, ¿cómo lo expreso?, ¿cómo puedo transformarlo? Este cuestionamiento impulsa la búsqueda de referentes simbólicos y artísticos. Las técnicas plásticas se diversifican en máscaras, retratos, collages, acuarelas, falso grabado, análisis de tipografías o composición artística que permiten dar forma a aquello que cuesta decir.
“Era como si, de repente, hablaran con imágenes y volúmenes de aquello que no suelen contar”, explica Lola Mena. Y, en palabras de Ana Quesada, “el reto del folio en blanco les obliga a pensar por sí mismos y a asumir el proceso creativo como un camino personal.”
Estas reflexiones se enriquecen con el estudio de la obra de artistas que amplían la mirada del alumnado, como Joseph Cornell y sus cajas-mundo cargadas de significado simbólico; los murales de Zësar Bahamonte, que usan la máscara como metáfora de identidad y transformación; o las investigaciones sobre el color de Jesús Soto, Josef Albers y James Turrell. También suman las visitas a exposiciones como “Veneradas y temidas”, en CaixaForum Sevilla, a la que acudió el alumnado del IES San José de la Rinconada para comprobar cómo distintas culturas han dado forma visual a sus temores y aspiraciones a través de las imágenes de las divinidades.
Aprender a decir con imágenes lo que cuesta decir con palabras
“El arte funciona como una ventana simbólica hacia la posibilidad de cambio: lo que parecía oscuro puede contener luz, y lo que duele puede transformarse en aprendizaje”, afirma Nanen García-Contreras. Su compañera Azucena Ruiz del Castillo subraya que “la apuesta por metodologías activas, por la conexión emocional con el arte y por la reflexión crítica sobre la salud mental y la identidad ha dejado una huella formativa profunda y una repercusión real en el ecosistema del centro”.
El profesorado refuerza el proyecto con documentación, el apoyo de otros departamentos didácticos del instituto y la colaboración de asociaciones dedicadas a la educación emocional y al trabajo comunitario.
En el IES Alguadaira, una cartela explicaba así el recorrido creativo: “Después de una reflexión grupal y personal sobre los problemas de salud mental en la adolescencia, se realiza una lluvia de ideas sobre aquello que nos hunde, nos aplasta, nos enferma, miedos y preocupaciones y, también, sobre lo que nos impulsa, nos hace volar, nos sana o nos emociona; pasiones y amores. Tratamos el arte como herramienta para expresar nuestro mundo interior, analizamos obras de arte significativas y, con una técnica mixta, en formatos de marcada verticalidad y predominio de azules que invitan a mirar hacia arriba, 3º A representa lo que les impulsa”.
En el IES Severo Ochoa de San Juan de Aznalfarache, cada estudiante escoge dos emociones: alegría y tristeza, calma y rabia o miedo y esperanza. “A partir de esta elección, confeccionan dos láminas independientes en las que representan cada emoción con un lenguaje visual propio”, explica Cristina Gámez de la Fuente, profesora de Dibujo.
“La exposición sobre ¿Qué pinto yo aquí? recordó que la educación artística es mucho más que una materia escolar: es una oportunidad para abrir ventanas al mundo, para dar voz a quienes más lo necesitan y para demostrar que la escuela pública sigue siendo un espacio de creación, inclusión y esperanza”, concluye Azucena Ruiz.