Escuelas sobresalientes | Un ejemplo de inclusión en un barrio de migrantes en Vitoria

El centro López de Guereñu de Vitoria consigue superar las barreras lingüísticas gracias a mucha dedicación e ingenio por parte de profesores y padres

Un momento de una clase de primaria en el colegio López de Guereñu, en Vitoria.Javier Hernández

En el colegio López de Guereñu, en Vitoria, el euskera es la lengua que da la bienvenida a los alumnos que empiezan el día; que aparece en las placas en las puertas de cada clase; que se habla en las aulas y en los pasillos durante los recreos. No se trata de algo excepcional, ya que en la mayoría de los colegios públicos de la región es la lengua vehicular. Lo que sí destaca es que se haya conseguido lograrlo en este centro, que está formado por casi un 70% de alumnado ex...

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En el colegio López de Guereñu, en Vitoria, el euskera es la lengua que da la bienvenida a los alumnos que empiezan el día; que aparece en las placas en las puertas de cada clase; que se habla en las aulas y en los pasillos durante los recreos. No se trata de algo excepcional, ya que en la mayoría de los colegios públicos de la región es la lengua vehicular. Lo que sí destaca es que se haya conseguido lograrlo en este centro, que está formado por casi un 70% de alumnado extranjero. Colombianos, peruanos, argentinos… Pero también marroquíes, paquistaníes o chinos, que tampoco tienen la ventaja de conocer el español que tienen sus compañeros provenientes de Latinoamérica. Muchos de ellos llegan al colegio a mitad de curso, pero no es algo que les impida integrarse, ni que implique quedarse atrás. El centro ha encontrado la forma de convertir la que para muchos colegios sería una debilidad en su mayor recurso, incluso en tiempos de recortes y dificultades derivadas por la pandemia.

“Siempre fuimos un colegio muy diversificado, pero tras la covid pudimos presenciar cómo empezó a llegar mucha más gente desde el extranjero”, explica Reyes Navarro, directora del centro. Recibe a EL PAÍS en su despacho un día de abril, con páginas llenas de apuntes entre las manos que ha redactado en los días previos a la visita para contestar a la pregunta: ¿cuáles son las claves del éxito de este centro? Asegura no tener una respuesta lineal, aunque a lo largo de la mañana la fórmula se va revelando por sí misma: familias involucradas, educadores que no dejan nunca de formarse y cooperación con el barrio. “Lo que hicimos fue darle la vuelta a la situación. Aceptar los cambios y salir adelante”, añade Navarro. Nada más entrar, en la escalera hay pegatinas con el saludo kaixo en 31 idiomas, tantos como los que se pueden llegar a hablar en el centro.

El colegio, que cuenta con 448 alumnos de casi 20 nacionalidades, resulta ser un centro de “Alta eficacia” según los resultados de las tres últimas ediciones de las Evaluaciones de Diagnóstico del País Vasco. Las puntuaciones medias en Matemáticas, Castellano y Vasco eran siempre superiores a las que cabía esperar estadísticamente, tomando en cuenta variables contextuales como el nivel socioeconómico y cultural, la proporción de estudiantes de familias migrantes y la proporción de familias cuya lengua vehicular es el vasco. “Las puntuaciones brutas de los estudiantes de este centro se encuentra en un 5 o 6, mientras que en otros colegios similares se queda en un 2″, ejemplifica el especialista en eficacia escolar Luis Lizasoain.

Este profesor de Métodos de Investigación en Educación en la Universidad del País Vasco, ahora jubilado, analizó el perfil de este centro durante una investigación sobre colegios sobresalientes, y señala que el López de Guereñu es un centro que hay que tomar como ejemplo: “Está claro que aquí hay muchos factores que contribuyen a que el centro funcione. Pero profesores y padres involucrados suelen ser los dos componentes que no faltan nunca en casos de éxito como este”. El resultado es aún más sorprendente, incide el experto, cuando se tiene en cuenta que este centro tiene un “índice de vulnerabilidad” del 68%, más del doble con respecto al índice medio en Vitoria (28%), una ciudad donde hay mucha desigualdad en la distribución de los estudiantes en los centros educativos en función de su condición económica y nacionalidad de origen.

El índice de vulnerabilidad —que se calcula al principio del curso escolar sobre la base de unos cuestionarios que compilan las familias— indica la proporción de alumnado que se encuentra en una situación de desventaja debido a unas variables que influyen en su desempeño académico, como pueden ser los estudios y trabajos de los padres, los bienes económicos y materiales de las familias o la presencia de libros en el hogar. “Hay familias que no tienen absolutamente nada, que llegaron a España en patera con lo que tenían encima. Es muy duro para ellos enfrentarse a esta realidad”, explica Myriam Román, la jefa de estudios del centro.

La directora del colegio, Reyes Navarro. Javier Hernández

El principal reto para los educadores es que nadie se quede atrás. Una misión que se hace particularmente complicada debido al porcentaje muy elevado de alumnado inmigrante, que se sitúa en un 68% de media en todo el colegio, aunque en las aulas de infantil y primeros cursos de primaria sube hasta el 80% (la población extranjera residente en todo el País Vasco es del 8,5%, según datos del INE). Muchos de ellos llegan a mitad del año académico, otros empiezan y se acaban mudando a los pocos meses debido a las exigencias laborales de los padres. Solamente este año se incorporaron 41 estudiantes, todos extranjeros, que, sin conocer una palabra de euskera, tienen que cursar todas las asignaturas en este idioma.

Para que el aprendizaje sea lo más ágil y rápido posible, el colegio pone en práctica una rutina con el fin de trabajar sobre todo la oralidad. Lo primero es empezar el día con un “ritual de comunicación”. “Cuando entran en clase nos tomamos un momento para preguntarle a cada uno cómo está, si ha pasado algo en casa o con los otros compañeros que quieren compartir. Para los niños es importante tener a alguien que les escuche. Y si además de ayudarle a expresar sus sentimientos también pueden practicar el euskera, es una doble ganancia”, afirma Román.

A lo largo de la mañana, las clases se juntan para hacer talleres de oralidad en presencia de más profesores. También hay clases particulares en euskera para los recién llegados, que trabajan en pequeños grupos en aulas especiales, y programas de refuerzo para todos los alumnos de sexto de primaria con profesores que vienen desde fuera. “No es fácil, porque después de la crisis perdimos muchos recursos. Nos quedamos sin el personal de la biblioteca y dependemos de los mismos enseñantes, que se ofrecen para hacer este tipo de actividades. Muchos de ellos son interinos, pero tenemos la suerte de que repitan curso con nosotros”, reconoce la directora.

Ane Trujillo es una de ellas. Originaria de otra zona del País Vasco, lleva ya dos años en el centro, y asegura que si tuviese la posibilidad de elegir, seguiría aquí para siempre. “Me gustaría poder decir que se habla solo en euskera, pero es verdad que por el tipo de alumnado y el mismo hecho de estar en Vitoria [la provincia de Álava es donde menos se habla] no es así”, afirma Trujillo. “Pero hay que dar tiempo al tiempo. Por ahora lo importante es que nadie se sienta abandonado, o que se aburra en clase porque no consiga seguir el paso. Y que aprendan a vivir en un entorno hecho de muchas culturas diferentes, que es un reflejo de lo que es Vitoria hoy”.

Una de las clases de apoyo de euskera donde trabajan los estudiantes que se acaban de incorporar al centro. Javier Hernández

Familias involucradas

Otros de los pilares que hacen posible que los educadores consigan sacar el máximo potencial de los niños es la ayuda del AMPA del colegio. Un grupo de cinco madres —y esporádicamente también un padre— que organizan decenas de actividades extraescolares, recaudan fondos y buscan recursos fuera del colegio que puedan ser provechosos para los alumnos. “Andamos metidas en diferentes proyectos. El tema de los madrugadores para agilizar la conciliación laboral de las familias, las clases de refuerzos para los niños que tienen problemas con el español y el euskera, los deportes en el patio después de clase… La lista es larga”, cuenta Vanesa Abecia, madre de dos niños de infantil y primaria.

La acompaña en la visita al centro Mariela Jordán, madre colombiana de dos compañeros de clase de los hijos de Abecia. Llegó al País Vasco hace 20 años, su marido es andaluz y en casa casi no se habla en euskera, que sus pequeños consideran “el idioma del colegio”. “Aun así, me parece fundamental que lo aprendan. Mi marido ahora está haciendo un curso para conseguir la certificación del nivel más alto y obtener un trabajo en el sector público. Ellos ya tendrán este recurso más por si un día deciden hacer sus vidas aquí”, dice.

Vanesa Abecia y Mariela Jordan, dos madres del colegio que forman parte de la asociación de madres y padres. Javier Hernández

Escuelas sobresalientes es una serie de reportajes sobre centros escolares que tienen atributos especiales y que pueden ser ejemplo de buenas prácticas y de buenos resultados.


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