La Selectividad de Alegría y el país de los esfuerzos inútiles
No habría mucho que objetar si los alumnos en secundaria y Bachillerato adquirieran “buenos conocimientos”. El problema es que estos no existen, y hay cada vez menos que “aplicar”
Existe, en la literatura hispanoamericana, una seducción por lo ilógico, de la que, a mi juicio, Cristina Peri-Rossi, ganadora del Cervantes 2021, es la mejor exponente. Con una pluma privilegiada, esta cuentista es capaz de denunciar algunos aspectos de la sociedad moderna que contribuyen al absurdo. Cuando ayer leía la nueva propuesta sobre Selectividad, lo primero que me vino a la mente fue su libro de...
Existe, en la literatura hispanoamericana, una seducción por lo ilógico, de la que, a mi juicio, Cristina Peri-Rossi, ganadora del Cervantes 2021, es la mejor exponente. Con una pluma privilegiada, esta cuentista es capaz de denunciar algunos aspectos de la sociedad moderna que contribuyen al absurdo. Cuando ayer leía la nueva propuesta sobre Selectividad, lo primero que me vino a la mente fue su libro de El museo de los esfuerzos inútiles.
Ha llegado un punto en el que los empeños por la devaluación del sistema educativo de este Gobierno son tales, que los anuncios del Ministerio de Educación no son propuestas políticas: son piezas (malas) de realismo mágico. El problema es que están destruyendo el futuro de algunas generaciones. Y me explico.
La ministra Pilar Alegría ha provocado un gran revuelo al anunciar que va a sustituir el actual examen de Selectividad por otro “modelo competencial”. Ciertamente, era urgente una reforma de la prueba que, entre otras cosas, permitiera valorar no solo conocimientos sino también su aplicación para el ingreso en la educación superior. No habría, en principio, mucho que objetar si, efectivamente, los alumnos en secundaria y Bachillerato adquirieran “buenos conocimientos”. El problema es que estos no existen, y hay cada vez menos que “aplicar”.
Soy profesora universitaria y la sensación de impotencia sobre cómo afrontar las dificultades que encuentran mis alumnos para abordar conceptos básicos es compartida por la mayoría de mis colegas.
Ha generado también mucha polémica conocer que el 75% de la nota va a venir de una prueba de “madurez académica” y el 25% restante de un ejercicio específico sobre una “materia de modalidad” elegida por el estudiante. Yo no tendría tampoco ninguna objeción a la simplificación de exámenes, de no ser porque los conceptos “madurez educativa” y Gobierno de coalición progresista son un auténtico oxímoron (como hipoteca remunerada).
El problema no es la modificación en sí de la Selectividad. La desgracia es que, con ella, el Gobierno revalida sus tres tendencias en política educativa.
La primera, la de vaciar de utilidad a la certificación. La predisposición para conseguir que los títulos no valgan nada la inició la ministra Isabel Celaá con su Lomloe hueca (plagada de adoctrinamiento y exenta de conocimientos), que reforzó con sus decretos de wishful thinking [deseos positivos] para bajar el abandono escolar temprano, negando los suspensos. Ahora, la culmina Alegría, con una Selectividad que se intuye un coladero y que lo último que va a hacer es seleccionar.
La segunda, la de utilizar la educación como moneda de cambio con la que negociar no solo con el nacionalismo (ahí está la renuncia a aplicar la sentencia judicial del 25%), sino también con Europa. Lo expliqué hace tiempo, pero la reducción del abandono escolar temprano era una condición sine qua non para los fondos europeos. En lugar de hacer un esfuerzo por elevar el nivel y personalizar el refuerzo, el Gobierno ha preferido igualar por debajo. Si París “bien valió una misa”, Bruselas bien está valiendo la preparación de nuestros hijos.
La tercera, la de obviar el mérito y la justicia. Las notas vacuas de la “alegre” EVAU darán acceso a un “distrito único” que es lo único que en esto es único. Porque ni los exámenes, ni los procesos, ni los temarios, ni las tasas “serán iguales” para todo el territorio: a lo sumo “homologables” (no se vaya a envalentonar alguna comunidad). Se consolida así la infamia contra la igualdad y la libertad de los estudiantes, que ven condicionada su capacidad de elegir el grado en función del territorio el que se hayan examinado.
Dicen que por la ignorancia se desciende a la servidumbre y por la educación se asciende a la libertad. En un pasaje del cuento de La Grieta en el libro del que les ha hablado aparece:
“Se trata de una sola escalera -/…/ - que sube y baja al mismo tiempo. Todo depende de la decisión que se haya tomado previamente”
La formación, que era el mejor ascensor social, la está convirtiendo este Gobierno en un esfuerzo inútil digna del museo del libro de Peri-Rossi.
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