Xi Jinping y la caja de Pandora de las tutorías privadas ‘online’
La prohibición en China de las clases particulares virtuales deja al descubierto uno de los grandes agujeros de los sistemas educativos
Un día de marzo de 2021, tres grandes empresas chinas de tutorías privadas online —New Oriental Education, TAL Educativo Group y GSX Techedu— perdieron entre un 13% y un 15% de su valor en la Bolsa de Nueva York, donde en el año transcurrido desde el inicio de la pandemia habían no solo comenzado a cotizar, sino además subido en valor hasta hacer milmillonarios a sus mayores accionistas. La noticia de su caída en picado resultaba sorprendente, pero no tanto como la de su ascensión previa, considerando que muchos inversores miraban con una mezcla de suspicacia y escepticismo que compañía...
Un día de marzo de 2021, tres grandes empresas chinas de tutorías privadas online —New Oriental Education, TAL Educativo Group y GSX Techedu— perdieron entre un 13% y un 15% de su valor en la Bolsa de Nueva York, donde en el año transcurrido desde el inicio de la pandemia habían no solo comenzado a cotizar, sino además subido en valor hasta hacer milmillonarios a sus mayores accionistas. La noticia de su caída en picado resultaba sorprendente, pero no tanto como la de su ascensión previa, considerando que muchos inversores miraban con una mezcla de suspicacia y escepticismo que compañías chinas de clases particulares online cotizaran en Wall Street.
La razón inmediata que explicaba el castigo bursátil fue la decisión del Gobierno chino de regular el negocio de estas compañías de educación online forzándolas, para empezar, a registrarse como empresas sin ánimo de lucro. Además, se imponían fuertes multas a alguna de ellas por supuestas irregularidades financieras y publicidad engañosa. A finales de julio, el valor de mercado de estas compañías chinas había perdido tres cuartas partes (de 100.000 a 24.000 millones de dólares, según The New York Times), lo que a su vez provocó caídas generalizadas en las bolsas de Shanghái y Hong-Kong. No mucho después, llegó la prohibición en China de las tutorías privadas online, a las que se calificaba de “problema nacional” y también importantes restricciones a los videojuegos. Pero una cosa son videojuegos y otra muy distinta clases de matemáticas, ciencias y lengua tanto para reforzar como para enriquecer el rendimiento estudiantil. ¿Cómo llegó el presidente Xi a la conclusión de que el crecimiento desbocado del negocio de estas compañías era un problema nacional? ¿Qué hay debajo de una historia que casi parece ciencia ficción educativa?
La historia comienza con la gran popularidad en China de las Apps educativas ya desde antes de la pandemia. La política oficial china entonces era que solo podía mandarse deberes a los estudiantes a partir de tercero de primaria. Pero el clima de competitividad en el sistema educativo chino es tal que los propios profesores aconsejaban a los padres opciones online para que los más pequeños también hicieran deberes regularmente. Lo que ya podía considerarse una situación extrema antes de la pandemia explotó con esta: la conciencia de que el cierre de escuelas implicaba una pérdida de aprendizaje y, por tanto, de oportunidades hizo que la demanda de clases particulares online se disparara; y todo ello al hilo de la política oficial de digitalización del sistema educativo, es decir, con escuelas y profesorado demandando activamente la creación de nuevas aplicaciones online y su uso creciente en los centros en el regreso a las aulas después del confinamiento. La caja de Pandora se había abierto de par en par.
El cambio de rumbo decidido por Xi podría explicarse por tres razones: primero, la aceleración de la digitalización supuso un crecimiento desordenado de las grandes empresas privadas de tutorías online, que el Gobierno entendió que estaban parasitando el sistema educativo público hasta secuestrarlo virtualmente, al tiempo que ampliaban la desigualdad educativa. Segundo, las compañías chinas se habían convertido en multinacionales, cada vez con mayor participación de fondos de inversión estadounidenses y de otros países. Para Xi, esto implicaba un riesgo de que sus rivales geopolíticos terminaran influyendo y hasta controlando la educación de los estudiantes chinos de primaria y secundaria. En un momento en el que China va hacia más recentralización y más control en las manos del Partido Comunista y de su líder, la evolución en el mercado de estas compañías era inaceptable.
Pero la tercera explicación es tal vez la de mayor calado: las proyecciones demográficas predicen una caída de la población china hasta 720 millones de habitantes en 2100. De ahí la agresiva política de natalidad centrada hoy en el tercer hijo. Algunas estimaciones hablan de que las familias chinas habrían doblado la inversión en la educación de sus hijos como resultado de la pandemia. La deriva creada por la demanda de tutorías privadas está en la raíz de dicho incremento y el Gobierno entiende que desincentiva a las familias para tener más hijos. En una sociedad acostumbrada a poner todo el esfuerzo inversor familiar en un solo hijo, el éxito de la nueva política de natalidad pasa pues por eliminar este gran obstáculo. La contundencia de las medidas que se están tomando así lo atestigua.
Las primeras informaciones (del South China Morning Post, por ejemplo) que llegan después de las firmes medidas de Xi apuntan a que las familias están recurriendo a un naciente mercado negro de tutorías privadas, aparte de que los más ricos tienen a su disposición las empresas de Taiwán y Singapur, además de las occidentales para el aprendizaje del inglés y en inglés. ¿Podrá Xi cerrar la caja de Pandora? Se admiten apuestas.
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