El curso de la pandemia elevó los aprobados a máximos históricos
Solo repitió uno de cada 10 alumnos en secundaria. El fuerte aumento de la promoción fue general, incluso en autonomías como Madrid que se opusieron a la flexibilización de las reglas
El curso pasado, marcado por el cierre durante tres meses de los centros educativos como medida de emergencia para frenar la primera ola del coronavirus, terminó con la mayor proporción de aprobados que se recuerda. Las autoridades educativas decidieron flexibilizar las normas que regulan la promoción de curso para compensar las graves dificultades que afrontó el sistema educ...
El curso pasado, marcado por el cierre durante tres meses de los centros educativos como medida de emergencia para frenar la primera ola del coronavirus, terminó con la mayor proporción de aprobados que se recuerda. Las autoridades educativas decidieron flexibilizar las normas que regulan la promoción de curso para compensar las graves dificultades que afrontó el sistema educativo al reinventarse de la noche a la mañana en la modalidad a distancia. El resultado fue que la tasa de aprobados subió hasta 10 puntos en algún curso (como segundo de bachillerato), más de lo que lo había hecho a lo largo de una década, según las estadísticas oficiales a las que ha tenido acceso EL PAÍS.
La comunidad educativa y los expertos creen, en general, que la decisión de facilitar la promoción fue acertada aunque reclaman más programas de refuerzo. La OCDE lleva tiempo pidiendo a España que reduzca la repetición porque lo considera un recurso pedagógico poco eficaz y caro. Y la nueva ley de Educación contiene medidas para hacerlo. El 28,7% de los alumnos españoles de 15 años había repetido al menos una vez en 2018, frente a la media del 11,3% en los países desarrollados.
El aumento de los alumnos que pasaron de curso fue histórico: solo repitió uno de cada 10 en secundaria. Y fue generalizado. Se produjo incluso en comunidades del PP que se opusieron a la flexibilización de los criterios de promoción, pactada en abril por el Ministerio de Educación y 12 autonomías en la Conferencia Sectorial de Educación. Los populares incluso impugnaron el acuerdo ante la Audiencia Nacional, que rechazó el recurso. En Madrid, la más crítica, el aumento de aprobados superó la media española en todos los niveles: en 4º de la ESO subió por ejemplo 11,1 puntos (frente a un promedio de 7,6), y en 2º de bachillerato, 13,4 puntos (la media fue de 10,2).
Los menores aumentos de aprobados se dieron en el País Vasco (2,5 puntos más en 4º de la ESO y 4 puntos en 2º de bachillerato). Y Cataluña (5 y 7,3 puntos más en los mismos cursos respectivamente). Pero ambos territorios ya tenían porcentajes de promoción superiores a la media y por tanto menor margen de crecimiento.
A grandes rasgos, aparte de los mencionados: por debajo de la media en aumento de los aprobados se situaron Baleares, Murcia, Navarra y Cantabria. En torno al promedio: Aragón, Asturias, Andalucía, la Comunidad Valenciana y La Rioja. Y por encima de la media: Castilla-La Mancha, Galicia, Canarias y Extremadura (donde el porcentaje de aprobados en segundo de bachillerato creció 15,4 puntos, la mayor subida).
La diferencia en primaria fue, en cambio, mínima en todas las comunidades, porque las repeticiones ya eran muy bajas (en 6º de esta etapa pasó de curso el 98,2%). En el conjunto de España, el porcentaje de aprobados en la ESO y bachillerato osciló entre el 90% y el 92,2%, según el nivel.
El avance de los resultados académicos del curso 2019-2020 del Ministerio de Educación al que ha accedido este diario es provisional. Incluye datos de 16 comunidades y las dos ciudades autónomas (falta Castilla y León, que representa el 4,2% del alumnado). Y se refiere a la red educativa pública, a la que acude el 67,1% de estudiantes.
Disrupción
Los datos de la privada son incompletos (faltan seis comunidades), pero los disponibles también muestran un aumento de la promoción. Este no es tan acusado como en la pública (ronda el 4% en la ESO), pero hay que tener en cuenta que el porcentaje de alumnos que pasaba de curso antes de la pandemia en esta red ya era muy superior, de modo que no podía crecer tanto. De hecho, los aprobados en la privada (entre el 95,3% y el 97,5% en secundaria) siguieron estando claramente por encima de la pública.
“La decisión del año pasado fue correcta. La repetición debe ser el último recurso. Está más que corroborado por la investigación internacional que las repeticiones no ayudan al progreso del alumnado, más bien al contrario. Generan una disrupción que se va acumulando y, a medio plazo, hacen que [los estudiantes] tengan peor rendimiento y abandonen más. Lo que sí se necesita es potenciar los instrumentos de refuerzo para los alumnos que en estas circunstancias han pasado de curso”, dice Miquel Àngel Alegre, jefe de proyectos de la Fundació Bofill, dedicada al estudio de las políticas educativas.
La flexibilización acordada por la conferencia sectorial supuso dejar la repetición como una medida “excepcional”, y no hacerla depender del número de asignaturas superadas, sino de lo que el equipo docente considerase más beneficioso para el alumno. La tercera evaluación solo pudo servir, además, para subir nota. “Hay estudiantes a los que les ha venido bien porque pudieron promocionar y cogerse al ritmo, y a otros les ha venido peor. Sobre todo a los que, como habían aprobado los trimestres anteriores, y por lo tanto el curso, decidieron no hacer nada más. Y eso ha redundado en que el actual curso les está costando más trabajo”, explica Miguel González Dengra, presidente de la asociación de directores de institutos públicos de Andalucía.
González Dengra echa en falta un mayor refuerzo para compensar las carencias con las que muchos chavales han promocionado al curso siguiente. “Tendría que estar ofreciéndose una atención más individualizada para evitar que este alumnado, que ahora se encuentra con un escalón muy grande, tire la toalla. Más teniendo ahora parte de la enseñanza semipresencial. Los medios adicionales que nos ha dado la Administración, al menos en Andalucía, son para reducir el tamaño de los grupos por motivos sanitarios, más que para recuperar aprendizajes no adquiridos”, afirma González Dengra.
La reducción del número de alumnos por clase “permite atender mejor a la diversidad”, prosigue Miguel Pérez, presidente de la asociación de directores de instituto de Extremadura, “pero no es suficiente para compensar el menor nivel curricular que tiene el alumnado este año”. La preocupación por la falta de recursos adicionales es aún mayor entre los directores de Madrid, según expresa su presidente, Esteban Álvarez. Pero la situación no es homogénea: los responsables de las asociaciones de directores de Castilla-La Mancha, Galicia y la Comunidad Valenciana se muestran, en cambio, relativamente satisfechos con los medios que se están poniendo a su disposición.
Las principales organizaciones de familias y estudiantes también reclaman más refuerzos, pero creen que la solución adoptada el curso pasado fue correcta. “Mandarlos a casa y haber pretendido que todo siguiera igual de manera online hubiera perjudicado todavía más a los que no tenían medios. Una evaluación normal habría sido muy injusta”, opina Leticia Cardenal, presidenta de Ceapa, la mayor confederación de padres de la pública. “La decisión nos pareció bien”, añade Daniel Sierra, de la confederación de alumnos Canae, “porque la repetición es inútil y consume unos recursos que ahora deben usarse para que los alumnos con problemas reciban una mejor atención”.
No lo ve igual Ramón Izquierdo, dirigente del sindicato de profesores Anpe: “Había que flexibilizar, pero no nos gustó que se pudiera titular con varias asignaturas sin superar, ni que la decisión se dejara en manos de las comunidades, porque eso generó diferencias”.
“Fuimos generosos porque la situación era excepcional”
Pregunta. ¿Fue una buena idea flexibilizar las normas para pasar de curso adoptada el año pasado a raíz del cierre escolar?
Respuesta. Dadas las circunstancias que estaba viviendo el alumnado, no hacía falta ni ponerlo en los papeles. El profesorado fue generoso porque las circunstancias eran excepcionales y éramos conscientes de que no debían pagarlo los alumnos. Se realizó un gran esfuerzo, horas y horas de trabajo por parte del profesorado para que los alumnos se vieran afectados lo mínimo. Bastante tenían no solo con las dificultades de tipo académico, sino personales, como el estar encerrados en casa y, en algunos casos, con familiares contagiados o fallecidos.
P. Algunos docentes piensan que facilitar el aprobado provocó una caída de la tensión educativa de una parte de los estudiantes, no necesariamente de los que sufrían la brecha digital.
R. Sí, pudo perjudicar a una parte de los alumnos que en la segunda evaluación tenían todo aprobado. Algunos se pusieron para intentar subir la nota, pero muchos se abandonaron y este año se está pagando esa falta de trabajo. Y además, entre el último trimestre y el verano estuvieron seis meses sin ir a los centros. Les ha costado mucho. En todo caso, con aquella solución se salvó el momento. Y ahora el alumnado está recuperando el nivel normal, poniendo muchos todo de nuestra parte.
P. ¿Debe aprovecharse la reducción de la repetición generada por la pandemia y consolidar el cambio? La nueva ley de Educación apunta en esa dirección.
R. Hay alumnos que se benefician de la repetición por una cuestión de madurez, pero es indiscutible que las primeras velas que hay que quemar son el refuerzo en el mismo curso. La repetición debe ser excepcional, y de hecho ya lo viene siendo en muchos centros.
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