En la hucha de la Universidad no queda un euro por la pandemia
El cierre de los campus provoca un descenso de ingresos y un aumento de los gastos sanitarios, técnicos y sociales
Muchas universidades no dejan de calcular el impacto que tiene la pandemia en sus balances. Hay una caída de los ingresos por servicios como las residencias de estudiantes, a la vez que se suma un aumento de gasto por los equipos sanitarios y por los informáticos para desarrollar la educación virtual. Y eso sin contar que muchas instituciones han aumentado sus fondos sociales para ayudar a los estudiantes empobrecidos por la crisis y lo que viene ahora.
La asociación que agrupa a los rectores, Crue, admite que no existe un cálculo global de dicho impacto (y que algunas universidades pre...
Muchas universidades no dejan de calcular el impacto que tiene la pandemia en sus balances. Hay una caída de los ingresos por servicios como las residencias de estudiantes, a la vez que se suma un aumento de gasto por los equipos sanitarios y por los informáticos para desarrollar la educación virtual. Y eso sin contar que muchas instituciones han aumentado sus fondos sociales para ayudar a los estudiantes empobrecidos por la crisis y lo que viene ahora.
La asociación que agrupa a los rectores, Crue, admite que no existe un cálculo global de dicho impacto (y que algunas universidades prefieren no hacerlo público). Pero otras muchas sí lo han hecho. La Universidad de Barcelona (UB) augura 26 millones de euros de pérdidas durante 2020; la Autónoma de Barcelona (UAB), 10; la Politécnica de Cataluña (UPC) o dos la de Valladolid.
“Tememos un aumento importante de los gastos y ello no se ve compensado con los ingresos. Esto es una mezcla explosiva y nosotros no tenemos posibilidad de reacción. Los ingresos provienen de los gobiernos autonómicos y de la matrícula, y sobre esto no tenemos capacidad de decisión”, asevera Julio Abalde, presidente de la comisión de Gerencias de la Crue y rector de la Universidad de A Coruña.
Los motivos de este desequilibrio se basan en tres patas. Por un lado, está la reducción de ingresos por el cese del alquiler de espacios; o por el cierre de equipamientos como residencias, bares, gimnasios o centros de idiomas. Por ejemplo, la Complutense dice haber perdido 2,5 millones de sus residencias, a lo que hay que suma 1,8 millones menos por las consultas clínicas. La investigación también está muy tocada: hay reducción de la facturación de los parques científicos, menos disponibilidad de fondos públicos para proyectos y menos contratos de transferencia de conocimiento.
También preocupa mucho la caída de las matrículas, tanto por las anulaciones del pasado curso —que a la Complutense le supusieron casi 600.000 euros y a Valladolid, 280.000— como por la reducción de alumnos de posgrado, momento en el que muchos extranjeros vienen a estudiar en España. En la UB, por ejemplo, prevén perder hasta el 30% de estudiantes de máster. Y en las cuentas ha aparecido una partida nueva: la compra de material de protección sanitario. En la UB prevén invertir 2,3 millones hasta diciembre en limpieza y desinfección de sus instalaciones, así como la adquisición de epis. A esto se añade la reposición de los equipos y materiales sanitarios que cedieron a los hospitales; en el caso de la Complutense por valor de 280.000 euros.
“Hay muchas incertidumbres”
Una de las partidas que se ha disparado es la de los dispositivos tecnológicos. La UB explica que ha reservado casi dos millones para comprar unos 2.000 portátiles para los docentes. “Si vuelve a producirse un confinamiento el personal tiene que ver que nos preocupamos, aunque sabemos que no es suficiente y no llegaremos a todos”, admite Oriol Escardíbul, su gerente. La Universidad de Valencia ha presupuestado 12 millones para acondicionar espacios y comprar dispositivos y licencias para curso.
El tercer pilar ha ayudado a oxigenar las cuentas, porque con la pandemia también ha habido ahorros. Algo positivo. En la UB y en Valladolid los cifran en 800.000 euros en concepto de facturas de suministros, de fungibles y de materiales.
Este baile de cifras no previsto está tensionando unas cuentas que todavía no se habían recuperado de la crisis de hace una década. “Si los cálculos se cumplen, iremos a números rojos. O nos dan más dinero o tendremos que recortar, pero yo no sé por dónde recortar más. Hasta ahora estábamos con el agua al cuello, pero con esta nueva oleada tan grande no sé qué pasará”, reflexiona el gerente de la UB. “Ya preveíamos un 2020 complicado, que cerraríamos con déficit por culpa de un modelo de financiación deficitario. La Generalitat nos ha tenido que avanzar pagos para cubrir salarios y proveedores”, admite Jaume Tintoré, gerente de la UAB.
“Hay inquietud entre los rectores porque la situación es complicada y hay muchas incertidumbres sobre el curso. Hay que actuar sobre hechos que pueden cambiar muy rápidamente. Y hay que tener una planificación, pero no está claro que la podamos mantener”, tercia Abalde.
El fondo covid prevé 400 millones para educación superior —en su mayo parte para Universidad— y llegará dinero de la Unión Europea con el que taparán parte de los huecos, por lo que para José Carlos Gómez Villamandos, presidente de Crue y rector en Córdoba, el verdadero drama empieza ahora: “¿Qué va a pasar con los presupuestos de las comunidades? Esperamos que no haya recortes. Cometeremos los errores de siempre si no se entiende que hay que financiar la Universidad y la investigación para progresar”.
Siga EL PAÍS EDUCACIÓN en Twitter o Facebook
Apúntese a la Newsletter de Educación de EL PAÍS