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Así es la reina de las tierras raras: la persona más rica de Australia y admiradora ferviente de Donald Trump

Gina Rinehart se está beneficiando del pulso de Occidente contra China por los minerales críticos

A miles de kilómetros de distancia de la Casa Blanca y gracias a la disputa contra China por los minerales estratégicos, una multimillonaria australiana ferviente seguidora de Donald Trump se ha convertido en una de las principales vencedoras de las tensiones geopolítica. Nacida hace 71 años en Perth, en la remota costa occidental de Australia, Gina Rinehart ha acumulado la mayor cartera de inversiones en tierras raras del mundo fuera de China, más de dos décadas después de amasar su primera fortuna en la cadena de suministro de materias primas con el acero.

El valor de las participaciones de Rinehart en cuatro empresas de tierras raras se ha disparado hasta los 1.800 millones de dólares, elevando su patrimonio neto a 32.900 millones de dólares (28.440 millones de euros), su máximo histórico, según el índice de millonarios de Bloomberg. Ahora es la décima mujer más rica del mundo, justo detrás de Savitri Jindal, de la dinastía siderúrgica india Jindal Steel, y MacKenzie Scott, exesposa de Jeff Bezos.

La fortuna de Rinehart ha superado a la de otros magnates que construyeron imperios empresariales en la industria automotriz y petrolera, y recientemente a la del magnate ruso del níquel, Vladímir Potanin. La razón reside en las tierras raras: y más concretamente en la quizás tardía comprensión mundial de que China utilizará su control como herramienta de presión geopolítica.

Pekín domina el mercado mundial de estos elementos con una cuota de producción del 70%. Fabrica, por ejemplo, el 90% de los imanes permanentes que se utilizan —componentes necesarios en una gran variedad de productos, desde coches eléctricos hasta armamento militar—. En represalia por los aranceles y sanciones del presidente estadounidense, el gigante asiático hizo alarde de su poderío económico restringiendo las exportaciones de tierras raras a Estados Unidos y otros países a principios de este año. Si bien las dos mayores superpotencias acordaron recientemente una tregua, el afán de Trump y sus aliados occidentales por reducir la dependencia ha desatado una carrera por encontrar fuentes alternativas.

Ahí entra en juego Rinehart, quien apostó desde el principio por el desarrollo de tierras raras y lleva años a la vanguardia al beneficiarse de esa realineación estratégica. A través de la firma Hancock Prospecting, la empresaria es una figura clave, aunque poco visible, en el mercado. “Ella y el equipo de Hancock entienden la visión a largo plazo y el sector mejor que nadie”, afirma Dylan Kelly, director de investigación de Terra Capital, un fondo especializado en recursos naturales con sede en Sídney.

Rinehart también es una de los mayores accionistas de MP Materials, con sede en Las Vegas, y la segunda mayor accionista de la australiana Lynas Rare Earths, los dos productores más importantes del sector fuera de China. MP Materials, operadora de la única mina de tierras raras en Estados Unidos, obtuvo en julio el respaldo del Pentágono mediante una inversión de capital de 400 millones de dólares, lo que impulsó el imperio de Rinehart en la cadena de suministro de defensa estadounidense.

Las empresas respaldadas por la multimillonaria están explorando nuevos yacimientos de minerales críticos en lugares alejados del Pacífico Sur, como Arabia Saudí y Brasil, para aprovechar la creciente demanda. El valor de mercado de las participaciones de Rinehart en cuatro empresas de tierras raras que cotizan en Bolsa, con presencia en Australia, Malasia, Brasil y Estados Unidos, se ha más que triplicado desde los aproximadamente 570 millones de dólares a principios de este año.

Este repunte se ha visto impulsado, en parte, por la expectativa de que los gobiernos impulsen el desarrollo de proveedores fuera de la órbita de China. En septiembre, esta expectativa se confirmó cuando Trump y el primer ministro australiano, Anthony Albanese, acordaron en una reunión en la Casa Blanca comprometer a sus gobiernos a invertir al menos 1.000 millones de dólares en proyectos de minerales críticos.

Según datos de Bloomberg, Rinehart comenzó a comprar acciones de esas empresas hace al menos tres años. Pero no todas sus inversiones han resultado rentables. Sus participaciones en algunos proyectos de litio, que en su momento prometían mucho, se han visto afectadas por un exceso de oferta debido a la menor demanda de vehículos eléctricos de la prevista inicialmente.

Una rareza muy común

Las tierras raras, a pesar de su nombre, son bastante comunes. Sin embargo, suelen encontrarse en bajas concentraciones y mezcladas con otros minerales, por lo que su extracción puede resultar costosa y tóxica si no se toman precauciones para proteger el medio ambiente. China posee la mitad de las reservas mundiales totales de tierras raras, más que los cuatro países que le siguen juntos.

Lynas, otra de las empresas en cartera de la magnate, opera una refinería en Malasia que está en pleno crecimiento, además de otra planta en Australia Occidental. De igual manera, MP Materials, con sede en California, ha declarado que su refinería procesa casi la mitad de la producción de la compañía y que está trabajando para aumentar esa capacidad, con planes para producir imanes en una planta en Texas. Hancock Prospecting también incrementó recientemente su participación en St George Mining, otra empresa que está impulsando un proyecto de tierras raras en Brasil.

La multimillonaria, impermeable a la atención mediática (ha rechazado las múltiples peticiones de entrevista con Bloomberg), amasó su fortuna extrayendo mineral de hierro en la remota región de Pilbara, al noroeste de Australia. Fue allí, en 1952, donde el padre de Rinehart, Lang Hancock, descubrió uno de los mayores yacimientos de mineral de hierro sin explotar del planeta.

Las biografías de Rinehart narran la historia de una infancia aislada en el interior de Australia, a cientos de kilómetros de vecinos y otros niños. Faltaba con frecuencia a la escuela porque acompañaba a su padre en sus viajes de negocios mientras él buscaba empresas mineras para explotar los yacimientos de mineral de hierro que había descubierto. Tras la muerte del empresario en 1992, la heredera se dedicó a convertir su firma de mineral de hierro, Hancock Prospecting, en una potencia minera.

El apetito de China por el mineral de hierro para alimentar el auge siderúrgico convirtió a Rinehart en una de las mujeres más ricas del mundo. Sin embargo, las volátiles relaciones políticas de Australia con Pekín, su principal socio comercial, pusieron de relieve las ventajas de diversificar hacia nuevos mercados.

El último veto de China a las tierras raras se produjo en respuesta a los elevados aranceles impuestos por Trump a sus importaciones y a las restricciones estadounidenses a las exportaciones de tecnología, como los avanzados chips de Nvidia. La restricción del suministro de estos elementos clave —para los que no existen sustitutos fáciles— ha puesto en peligro la producción de una amplia gama de bienes manufacturados, incluidos televisores de pantallas de plasma y armamento de alta tecnología. Eso también ha puesto en alerta a otros países, desde Alemania a Japón.

En una maniobra defensiva, el Departamento de Guerra de EE UU adquirió una participación accionarial en MPMaterials y también acordó comprar sus reservas de neodimio y praseodimio a un precio mínimo de 110 dólares por kilogramo. En septiembre, más de una docena de empresarios mineros australianos se reunieron en Washington con funcionarios de diversas agencias y se les informó de que la Administración está buscando formas de adquirir participaciones similares en más empresas.

El reciente acuerdo sobre tierras raras entre los gobiernos de Estados Unidos y Australia incluye una inversión de capital de 100 millones de dólares en Arafura Rare Earths, donde Hancock es la principal accionista. El Banco de Exportación e Importación de Estados Unidos también está considerando proporcionar hasta 300 millones de dólares en financiación para esa compañía. Los inversores también han impulsado al alza las acciones de MP Materials en un 270% este año, lo que ha elevado la participación del 7,8% de Rinehart en la empresa a cerca de 1.000 millones de dólares.

Esto supone un cambio significativo en el interés de los inversores. Si bien las tierras raras son un elemento crucial en la cadena de suministro industrial, históricamente su extracción ha sido un negocio de bajo margen que ha atraído menos capital que otras materias primas más valiosas. El Servicio Geológico de Estados Unidos las describe como sustancias “blandas, maleables y dúctiles” que suelen encontrarse en arcillas y arenas. A menudo se hallan en un subproducto de la minería de aluminio llamado residuo de bauxita, comúnmente conocido como “lodo rojo”.

Ningún inversor individual ha igualado la magnitud ni el alcance de las participaciones que la empresaria tiene en tierras raras fuera de China. James Litinsky, presidente de MP Materials, posee una participación ligeramente mayor en dicha empresa, pero los otros diez principales accionistas, tanto de Rinehart como de Lynas (los dos productores clave), son inversores institucionales como fondos de pensiones, bancos y otras entidades financieras.

Una hoja de ruta

Las inversiones de Rinehart en el sector son “estratégicas, no indiscriminadas”, afirma Ian Satchwell , profesor adjunto del Instituto de Minerales Sostenibles de la Universidad de Queensland, quien el año pasado publicó una hoja de ruta sobre minerales críticos para el Gobierno australiano. “Podría llegar a ocupar un puesto en la mesa geopolítica”, cree.

Al mismo tiempo, Rinehart ha tratado de aumentar su visibilidad en Washington y en el complejo turístico Mar-a-Lago de Trump en Florida, con el objetivo de unirse a un círculo de personas influyentes que tienen acceso directo al presidente estadounidense. No hay pruebas de que Rinehart y Trump se hayan reunido o hayan hablado de sus negocios, pero la empresaria se ha esforzado por acercarse a él. Asistió a su fiesta de la noche electoral el año pasado en Mar-a-Lago, y los registros de vuelo de su jet privado muestran que el cercano aeropuerto de Palm Beach ha sido el destino internacional más frecuente de la aeronave en los últimos cinco años, aunque no está claro cuántos de esos viajes involucraron a Trump. Rinehart también compró 250.000 acciones de Trump Media & Technology, la operadora de la plataforma TruthSocial, del mandatario republicano.

Según The Trumpettes, un grupo de mujeres que apoyan al presidente estadounidense con fe ciega, la australiana comenzó a asistir a eventos en Mar-a-Lago alrededor de 2018, dos años después del inicio del primer mandato presidencial. Toni Holt Kramer, una de las fundadoras del grupo, recuerda haber estado en una fiesta en el club por esas fechas, donde otra invitada le presentó a Rinehart. “Conectamos enseguida”, dijo Kramer en una entrevista. “Compartíamos la misma admiración por el presidente”, añadió, y agregó que Rinehart pronto se convirtió en socia del club.

De puertas a dentro, Rinehart ha animado a sus empresas a aprovechar el momento. Amanda Lacaze, directora ejecutiva de Lynas Rare Earths, con sede en Perth, donde Hancock, la empresa de Rinehart, posee una participación del 7,6%, afirmó que la multimillonaria a menudo les exhorta “a mantener el foco en el desarrollo de la industria fuera de China”.

Lacaze hizo esa observación en la misma conferencia telefónica de agosto en la que dijo que Lynas está en conversaciones con los gobiernos de Estados Unidos, Australia y Japón “con la intención de apoyar la intervención gubernamental” que proporcione un precio mínimo fiable para sus productos.

Este año, Hancock ha competido por los 2.500 millones de dólares en recursos minerales sin explotar que tiene Arabia Saudí, que incluyen metales preciosos y tierras raras. En marzo, un consorcio de Hancock anunció la obtención de un permiso para explorar la zona de Al Hajar Norte, de 910 kilómetros cuadrados en Arabia Saudí. Dos meses después, MP Materials y Saudi Arabian Mining acordaron explorar vías para desarrollar una cadena de suministro integral de tierras raras en el país de Oriente Próximo.

Más allá de las inversiones de Arabia Saudí en el desarrollo de sus propios recursos, la inyección de fondos de la Administración Trump en MP Materials es un modelo que probablemente seguirán otros gobiernos que buscan reducir su dependencia de China, aunque las inversiones probablemente serán menores, cree Tania Constable, directora ejecutiva del grupo de presión Minerals Council of Australia. Por ejemplo, la nueva financiación australiana para Arafura Rare Earths hará que pronto al norte del país se produzca el 5% de las tierras raras mundiales, esenciales para la seguridad energética y la defensa, según el Gobierno. En una entrevista, el presidente de Arafura, Mark Southey, describe a Rinehart como una accionista clave. “Tiene muchas inversiones en este sector, y nos consideramos solo una parte de su gran visión para posicionarse en el ámbito de las tierras raras”, dijo Southey. “Y estamos muy agradecidos por ello”.

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