La locura del alquiler de habitaciones: 520 euros al mes por ocho metros cuadrados
El aumento de la demanda disparó un 11,7% el precio del alquiler de estancias en pisos compartidos en 2024
Una cama individual, una mesita de noche, una silla, una estantería o un armario de dos puertas y, con suerte, una pequeña ventana que da a la calle o a un patio interior o, incluso, un balcón. En todo caso, un espacio sobrio, sin grandes concesiones. A esto, al alquiler de una sencilla habitación con acceso —normalmente— a las zonas comunes de una vivienda, es lo único a lo que pueden optar millones de personas en España.
No porque los precios de estos alojamientos sean asequibles. Nada más lejos de la realidad. Los últimos datos que arroja el portal inmobiliario Fotocasa son preocupantes: la renta de una habitación en España subió un 11,7% en 2024 y ya cuesta de media 520 euros al mes. Se trata de habitaciones cuya superficie media está entre 8 y 14 metros cuadrados, aunque es fácil encontrar anuncios de estancias que rondan los cinco metros cuadrados. Siendo optimistas y tomando como referencia el valor más alto, se están pidiendo 37 euros al mes por cada metro cuadrado.
Esto significa que el precio de una habitación se ha incrementado un 43% en los últimos tres años, un 97% si se analizan los últimos nueve ejercicios. La cifra de 520 euros es la más alta desde que el portal tiene registros (desde 2015). “Los inquilinos nunca habían tenido que hacer frente a un coste tan alto como ahora”, afirma María Matos, directora de Estudios y portavoz de Fotocasa, donde hay anunciadas 45.558 habitaciones en alquiler en toda España. Es a través de estos portales y otras plataformas especializadas, como Badi, Uniplaces o Spotahome, donde se pueden encontrar pisos compartidos, ya que las agencias inmobiliarias tradicionales no suelen trabajar este submercado. “Actualmente, tenemos más de 18.000 habitaciones en alquiler al mes uniendo la oferta de todas nuestras verticales de negocio”, afirma Carlos Pierre, consejero delegado y cofundador de Badi, plataforma que registra un aumento del 32% en el número de habitaciones publicadas en los últimos tres años y un alza de los precios del 28% respecto al año pasado.
La presión va por zonas. Cuatro comunidades tenían un precio por encima de los 500 euros mensuales en diciembre de 2024: Cataluña (636 euros), Madrid (586 euros), Baleares (574 euros) y País Vasco (573 euros), de acuerdo con Fotocasa. En cambio, el alquiler de una estancia cuesta la mitad en Castilla y León (300 euros), Castilla-La Mancha (265 euros) y Extremadura (242 euros).
En la capital madrileña se da un hecho curioso que no se repite con tanta intensidad en el resto de las ciudades más tensionadas. Los alquileres de habitaciones más económicos —los hay a partir de 120 euros— tienen un denominador común: buscan internas y normalmente solo para fines de semana. “Dormitorio en sala para chica trabajando de interna para venir a dormir de viernes a domingo en centro de Madrid (Antón Martín-Lavapiés)”, reza un anuncio publicado en Idealista. Se piden 200 euros al mes por cuatro fines de semana. En Barcelona lo más económico es una habitación por 270 euros, aunque con condiciones. “Voy a alquilar mi habitación durante dos semanas mientras estoy de vacaciones”.
La cuerda se tensa y está a punto de romperse. Ya lo ha hecho en el alquiler tradicional de casas completas: el Banco de España ha advertido de que casi el 40% de hogares en alquiler soportan sobresfuerzo. De momento, compartir vivienda es el único modo de rebajar ese esfuerzo salarial y cumplir con lo recomendado por los organismos oficiales, que ponen el límite en el 30%. “En el alquiler de habitaciones se destina el 21% del salario”, según Matos. El dato se refiere a 2023 (en 2019 era el 15%).
Sin embargo, las luces ya están en ámbar. “El incremento del porcentaje [del salario] destinado es significativo en casi todas las comunidades, lo que parece indicar que pronto alquilar en una vivienda compartida dejará de ser una opción viable para los ciudadanos”, avisa Matos.
Aunque los precios han subido, el encarecimiento no ha sido más intenso gracias a que la oferta de habitaciones ha crecido en las principales ciudades españolas, especialmente durante 2023 y 2024. De acuerdo con el portal Idealista, la oferta aumentó un 22% durante el pasado año y eso colocó el precio medio de las habitaciones anunciadas en su web en 410 euros al mes.
El trasvase entre mercados explica esta mayor oferta, según ambos portales. Y lo achacan a que muchos propietarios están sacando sus pisos del alquiler tradicional para pasarlos al arrendamiento de habitaciones, al alquiler turístico o al de temporada. Francisco Iñareta, portavoz de Idealista, dice que la oferta disponible de pisos completos se encuentra en niveles mínimos. La mayoría de estos contratos son usados por los caseros para tratar de esquivar la Ley de Arrendamientos Urbanos (LAU) y el límite de precios de la ley de vivienda, motivo por el que el Gobierno quiere regular este mercado.
La otra motivación de los propietarios es la búsqueda de un mayor ingreso económico. La rentabilidad bruta anual sobre el precio de compra de una vivienda compartida es de un 9%, frente al 6% del alquiler tradicional. “El rendimiento sigue siendo el más alto del mercado, muy por encima de otros productos financieros y con una gran estabilidad y proyección a largo plazo. La diferencia entre arrendar una vivienda completa y hacerlo por habitaciones da un 34% más de rentabilidad al propietario”, explica Matos. Y pone un ejemplo: en Navarra la rentabilidad de una vivienda de 80 metros cuadrados es 6,7%, frente al 10,3% si se arrienda por habitaciones.
Nicho de jóvenes
La oferta ha crecido, pero la demanda lo ha hecho mucho más. Los jóvenes son sus principales demandantes. De acuerdo con el Consejo de la Juventud de España, el 87% de la juventud emancipada comparte vivienda para reducir gastos, con una media de tres o cuatro personas por hogar.
En la plataforma de Badi, “el usuario más común suelen ser estudiantes, jóvenes profesionales o nómadas digitales y personas que buscan una forma más flexible y accesible de vivir en las ciudades”, cuenta Pierre. Los anuncios y usuarios publicados en este portal tienen que pasar por un sistema de verificación.
No obstante, ya no se trata solo de una forma de flexibilidad o filosofía de vida. La crisis de acceso a la vivienda es tan grande que el arrendamiento de habitaciones es el último reducto de muchos otros colectivos. Incluso un estudio de Cáritas y Esade hecho público esta semana lo define como una tipología de exclusión residencial. Dicen los autores que vivir en habitaciones ha pasado de ser una alternativa transitoria a ser una solución permanente. “Compartir vivienda con personas ajenas al núcleo familiar, vivir en una habitación con un espacio muy reducido y tener limitaciones genera un sentimiento de incomodidad que impide a las personas desarrollar sus vidas… Acaba teniendo un impacto negativo en la intimidad, en la calidad de vida e incluso en la salud mental y emocional”, señala Ignasi Martí, director del Observatorio de la Vivienda Digna de Esade.