El negocio de rescatar frutas y verduras feas

La catalana TalKual recupera productos imperfectos para el mercado y factura tres millones de euros

Oriol Aldomà (izquierda) y y Marc Ibós, fundadores de TalKual.

Un día de agosto de 2019, Oriol Aldomà, profesor de Primaria, visitaba a su amigo Marc Ibós, que trabajaba en un negocio familiar de venta de fruta en Bellpuig, un pueblo de apenas 5.000 habitantes, en la provincia de Lleida. Se fijó en que parte del género era rechazado por su aspecto por un cliente. “Puedo llevarme ese cubo de manzanas, porque en realidad, están buenas, ¿no?”, le preguntó a su amigo. “Claro, sí, total, las vamos a tirar”, respondió él, si...

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Un día de agosto de 2019, Oriol Aldomà, profesor de Primaria, visitaba a su amigo Marc Ibós, que trabajaba en un negocio familiar de venta de fruta en Bellpuig, un pueblo de apenas 5.000 habitantes, en la provincia de Lleida. Se fijó en que parte del género era rechazado por su aspecto por un cliente. “Puedo llevarme ese cubo de manzanas, porque en realidad, están buenas, ¿no?”, le preguntó a su amigo. “Claro, sí, total, las vamos a tirar”, respondió él, sin saber que ahí se estaba gestando un proyecto en en que ambos se embarcarían. La empresa Talkual comenzó vender apenas seis meses después y ha roto, con números en la mano (doblan facturación cada año) la tiranía de la estética alimentaria: el consumidor sabe apreciar la “belleza interior” de la fruta fea.

Oriol volvía de un viaje inspirador por Asia y ambos aterrizaron la idea. Debía ser un proyecto de impacto positivo para el mundo, querían aportar su granito de arena, su cajita de fruta, en este caso, por un mercado menos absurdo. Un niño muere de hambre cada 15 segundos pero, según la FAO, cada año arrojamos a la basura 570 millones de toneladas de comida buena.

El producto debía ser de proximidad, el transporte sostenible, el envasado sin plásticos y reciclable, y el precio justo con los agricultores. Tal cual. Apenas invirtieron 6.000 euros (3.000 para crear la sociedad limitadaa) porque ya tenían las instalaciones de la familia de Ibós y el conocimiento del sector. “A mí se me hace muy fácil hablar con productores porque, como productor, he vivido lo mismo. De repente tienes un excedente y no sabes dónde colocarlo”, desgrana el emprendedor ilerdense. Investigaron, eso sí, dónde se estaba haciendo algo parecido y solo encontraron un par de firmas en EE UU. En España, nadie.

“Lo más difícil al principio fue cambiar la mentalidad del agricultor tradicional que no entendía el negocio y no quería o no sabía participar. A veces nos mandaban parte del género podrido”, recuerda Ibós. TalKual compra y fruta y verdura de toda España (prefieren tratar con agricultores pequeños), ejecuta el control de calidad en su nave de Bellpuig, envasa el producto y lo envía por todo el país a sus clientes. El 90% son particulares y el otro 10% empresas, como Alsa o Decathlon, que los destinan a sus empleados. Cada caja contiene productos variados de temporada y se puede elegir entre varios tamaños; una caja de 7 kilos, por ejemplo, cuesta unos 20 euros.

A pesar de ser un negocio enteramente online, durante los dos primeros años ni se preocuparon del marketing, “estábamos creciendo a buen ritmo de manera orgánica”, resalta el cofundador de TalKual. “En realidad, los medios nos hicieron la promoción. Se fijaron en nosotros desde el principio. De la radio del pueblo saltamos a otra en la provincia, luego a otra estatal. Ya hemos aparecido en 80 o 90 publicaciones”. Esa nueva estirpe llamada influencers, cómo no, también es una piedra de toque en esta historia empresarial, aunque en este caso, las celebrities llegaron solas. “Crecimos muchísimo con eso. Venían famosos y hablaban de nosotros en sus redes. Siempre nos acordaremos de la actriz Anna Castillo, su post fue un verdadero punto de inflexión”, agradece el cofundador de la firma.

Embajadores

Ahora sí tienen embajadores de su marca, pagan algunos anuncios en Instagram (91.000 seguidores) y crean sus historias y reels. Consiguen beneficios que reinvierten cada año. El primer año, en 2020, facturaron 350.000 euros. Al año siguiente, 800.000. En 2022, 1,3 millones y van a cerrar este 2023 con cerca de tres millones de euros (la proyección para 2024 es volver a doblar ventas). Empezaron ellos dos solos y ahora tienen 21 empleados, incluyendo a cinco personas en riesgo de exclusión social.

Después de ser finalistas en los premios Emprendedores XXI de CaixaBank este año y obtener 12.000 euros del “kit digital” europeo, se plantean nuevas metas: “Está en nuestra trayectoria crear un market place (un mercado virtual), a medio plazo. Queremos vender aceite, mermelada, huevos, productos buenos para el medio ambiente, empezaremos por frutos secos. La idea es seguir creciendo también hacia otros países. Quizá el próximo año”, apunta el joven empresario catalán.

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