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La ruta de los alimentos rechazados en Chile: de desechos a deliciosas cazuelas

Cada año se desperdician millones de toneladas de productos solo por no cumplir con estándares estéticos. La municipalidad de Cerro Navia ha creado un circuito para usar lo que otros descartan

Un trabajador clasifica alimentos en Santiago, Chile.
Un trabajador clasifica alimentos en Santiago (Chile).sofia yanjari (EL PAIS)

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Que Agustìn Varas (15 años) pueda disfrutar de una cazuela –un plato tradicional chileno con caldo, pollo, maíz, zapallo, papas- este mediodía ha sido gracias a una cadena de voluntades que permiten que, junto a él, otros estudiantes puedan compartir un plato caliente preparado con esmero y productos saludables.

La ruta comenzó temprano. Eran las 9:00 de la mañana cuando Nyssmi Cordero cargaba pliegues de cajas de cartón hasta su camioneta. Esta joven recicladora, la primera certificada en la comuna de Cerro Navia, una comuna del noroeste de Santiago de Chile, llegó hasta el Banco de Alimentos municipal para retirar todo el material de embalaje que fue descartado para llevarlo hasta una planta recicladora donde se les puede dar una segunda vida. Un oficio que comenzó durante la pandemia y que, con el apoyo de la municipalidad, logró transformar en su sustento.

Junto a su vehículo, decenas de cajas esperan cargadas de colores: los de los zapallitos, pimientos, cebollas... Han llegado hasta esta bodega que facilita la empresa Megacentro para que funcione el Banco de Alimentos, el primero gestionado por un municipio y que nació como iniciativa local en 2019, en medio de la revuelta social chilena, cuando había hambre en las zonas más vulneradas del país.

“Fue un año duro para nuestro país”, dice Mauro Tamayo, alcalde de Cerro Navia. Un año de confrontación de modelos, de sociedad, de principios que sustentaban un desarrollo que dejaba y deja todavía mucha gente atrás.

Cajas con verduras apiladas.
Cajas con verduras apiladas. sofia yanjari (EL PAIS)

Tamayo recuerda cómo en el marco del estallido social se fueron organizando ollas comunes a través de las agrupaciones de vecinos que se organizaban para hacer las compras juntos, por lo que el municipio buscó una estrategia para sumarse a esa labor. Hoy la entrega de alimentos se hace directamente a las organizaciones, pero también a los microbancos, lo que, para Tamayo, es más eficiente. “Son los propios vecinos los que conocen quién está con más apuros, quién más necesita y se va creando una lógica horizontal de solidaridad, no solamente desde el municipio, sino que entre vecinos y esto es muy potente”, afirma.

Son las 10:00 de la mañana de un martes y Javiera Villarroel, quien asumió la jefatura del banco en 2022, se pasea por los pasillos de la bodega para organizar las entregas y retiros del día y llenar órdenes de despacho donde detalla el contenido de cada envío de alimentos. Hasta aquí llegan los productos que entregan proveedores, supermercados, empresas privadas y productores. Fueron descartados por diversas razones, pero ninguna nutricional, por lo que este banco las distribuye a familias y organizaciones que podrán convertirlos en un plato caliente, una colación o una merienda.

“Queremos poner la idea de que un alimento feo no necesariamente es un alimento malo. Me llega mucha fruta que debía ser exportada, pero no lo hizo por su tamaño. Es decir, porque no cumplen con los estándares”, dice Villarroel.

Rodeada de cajas y estantes explica que esa es la razón por las que estos alimentos no lograron venderse o comercializarse. Similar suerte corren lácteos o carnes que tienen una fecha de vencimiento cercana. Así mismo llegan miles de cajas de cereales, de té, de chocolates que están rotas por fuera. O tarros de conservas que tienen abolladuras. Eso sí –y en esto es enfática– no se entrega nada no esté completamente cerrado por dentro. El objetivo es que esa comida tenga un destino distinto al de los 931 millones de toneladas de producción de alimentos destinados al consumo humano que se pierde o desperdicia cada año, según datos del informe elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) presentado en 2021.

Javiera Villarroel, directora del banco de alimentos de la comuna de Cerro Navia.
Javiera Villarroel, directora del banco de alimentos de la comuna de Cerro Navia.sofia yanjari (EL PAIS)

El Banco de Alimentos se volvió fundamental durante la pandemia. Fueron meses difíciles en los que muchas familias que ya estaban en la cuerda floja terminaron en una situación aún más precaria, producto de las restricciones de la emergencia sanitaria. Pero además, en esta comuna, en la que habitan más de 132.000 personas, según el último censo nacional realizado en 2017, no hay ningún supermercado. Los cinco que existían cerraron para siempre sus puertas después de los sucesivos saqueos e incendios que los afectaron durante el estallido social.

Villarroel dice que le interesa el acceso y la democratización de los alimentos. “Que no haya supermercados significa que hay ciertos productos a los que la gente no puede acceder”, agrega la jefa del Banco de Alimentos.

A las 10:52 de la mañana Ramón, el chófer del camión sale desde las bodegas rumbo a la empresa Dossetto. Decenas de cajas exhiben verduras que no pasaron los controles de calidad para ser entregados en grandes supermercados de marcas como Walmart, Unimarc o Cencosud. Un pliegue, una mancha, una textura muy blanda o muy seca son motivos suficientes para no ser entregados a sus clientes. Pimientos rojos y verdes, pepinos, zapallos, camotes y albahaca que son descartadas por no verse perfectas pueden completar cajas de hasta 200 y 300 kilos diarios.

“Ver un pallet con mercadería que se está perdiendo es un crimen, es un pecado”, dice Juan Pablo Natalutti. El jefe de producción de Dossetto dice que su empresa es consciente de todas las facetas que pueden tener esos alimentos. “No tiene sentido que nosotros estemos tirando productos que pueden ser utilizados, porque, de hecho, no solamente se utilizan para entregárselo a la gente, sino que también tiene un punto final en lo que es el compost”, dice Natalutti.

Trabajadores del banco de alimento clasifican los productos en la comuna de Cerro Navia.
Trabajadores del banco de alimento clasifican los productos en la comuna de Cerro Navia. sofia yanjari (EL PAIS)

Uno de los incentivos que tienen las empresas privadas de sumarse a esta misión es el certificado que entrega a cambio la municipalidad. Así, el precio-costo que tiene cada donación se verá reflejado en una reducción de impuestos. “En ocasiones yo he ofrecido el certificado, y las empresas no tienen interés en recibir este incentivo tributario. Lo hacen por un tema de conciencia con el medio ambiente y con la comunidad. De hecho, Dossetto no nos pide certificado”, dice Javiera Villarroel.

Pedagogía del amor

Con un delantal de cocina, la maestra Kuntidevi Garcés revuelve la olla humeante del almuerzo que alimentará a 16 personas. En la sala siguiente, una profesora de historia repasa las últimas lecciones para estudiantes con rezago pedagógico de entre 10 y 17 años, de distintos niveles académicos, que preparan exámenes libres y que Apis Educa, una organización no gubernamental, apoya como parte de su misión de nivelarlos para que puedan reintegrarse al sistema tradicional de educación.

El horario en que se imparten las clases en una sede social de Cerro Navia coincide con el desayuno y almuerzo, por lo que la ONG ha tenido que implementar un sistema donde todos sus miembros, profesoras y trabajadoras sociales, han tenido que asumir roles más allá de su profesión. Se turnan para cocinar y preparar un plato de comida a los jóvenes que de otra forma tendrían que enfrentar su jornada escolar con el estómago vacío. El menú diario ha cambiado en los últimos meses: el Banco de Alimentos entrega cada semana una variedad de productos como pollos, verduras, postres, frutas, snacks y otros comestibles que para muchos de los estudiantes resultan exóticos.

Unos minutos después de la 1:00 de la tarde, Agustín Varas termina de almorzar. Disfruta de la comida que le ofrecen a diario y aunque no es vegano, le emociona haber tenido la oportunidad de probar estos productos que, aunque siempre le llamaron la atención, le resultaban prohibitivos.

Maritza Matamala prepara el almuerzo con los productos entregados por el banco de alimentos de Cerro Navia.
Maritza Matamala prepara el almuerzo con los productos entregados por el banco de alimentos de Cerro Navia.sofia yanjari (EL PAIS)

“Yo hablo de la pedagogía del amor. Si no, todo el contenido no entra y es letra muerta. Tú tienes que hacer un vínculo antes de eso. Y el vínculo se hace demostrando que yo me preocupo por ti y en lo que estás comiendo. Si estás bien, si te sientes mal. Si tienes pena. Cuando se crea ese vínculo recién puedo entrar con el contenido”, dice la maestra Garcés.


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