Aprovechar las oportunidades para crear más y mejores empleos
La sociedad que seremos en las próximas décadas será la sociedad que hoy elijamos ser
Nuestras sociedades están expuestas a profundas transformaciones asociadas al cambio demográfico, a la revolución tecnológica y a la crisis climática. En las próximas dos décadas, la composición de las personas trabajadoras se habrá modificado sustancialmente por la jubilación de toda una extensa generación de baby boomers, las personas que integran el mercado laboral producirán bienes y servicios diferentes, tanto por la revolución tecnológica como por la exigencia de atajar la crisis climática. Estas profundas transformaciones suelen traer consigo enormes oportunidades para mejorar el...
Nuestras sociedades están expuestas a profundas transformaciones asociadas al cambio demográfico, a la revolución tecnológica y a la crisis climática. En las próximas dos décadas, la composición de las personas trabajadoras se habrá modificado sustancialmente por la jubilación de toda una extensa generación de baby boomers, las personas que integran el mercado laboral producirán bienes y servicios diferentes, tanto por la revolución tecnológica como por la exigencia de atajar la crisis climática. Estas profundas transformaciones suelen traer consigo enormes oportunidades para mejorar el bienestar de la ciudadanía, pero no están exentas de riesgos que, si no se abordan con arrojo y determinación, pueden aumentar las crecientes desigualdades que nuestras sociedades exhiben.
Las implicaciones de estas transformaciones en diferentes ámbitos son de tal envergadura que se necesitan reflexiones compartidas, que partan de diagnósticos precisos de cada sociedad para entender los riesgos y oportunidades que este incierto futuro ofrece. Este ha sido precisamente el objetivo del estudio titulado El Libro Blanco del Empleo en Euskadi elementos para la reflexión que permitan ser compartidos por los diferentes agentes del territorio; esto permitirá consensuar hojas de ruta sobre cómo crear más y mejores empleos, y revertir así la desigualdad creciente. La Fundación ISEAK ha sido la encargada de realizar este trabajo en colaboración con el Departamento de Trabajo y Empleo del Gobierno Vasco. De este estudio se desprenden palancas de acción para convertir al País Vasco en una sociedad que pueda generar más y mejores empleos, aprovechando las oportunidades que de los propios retos emergen, para que éstas lleguen a toda la sociedad, y no sólo a unos pocos.
Más allá del diagnóstico y las propuestas precisas que del libro se desprenden para mejorar el empleo en Euskadi, y que serán presentadas los próximos días 16 y 17 en Bilbao (workinlan.eus), en esta tribuna quisiera compartir reflexiones generales que creemos que sirven para cualquier región de España y posiblemente de Europa.
La primera reflexión es que Euskadi, España y Europa envejecen y que es necesario actuar para paliar la escasez de personas trabajadoras frente al creciente número de personas mayores de 65 años. Esta escasez puede abordarse por diferentes vías, entre las que destacan el fomento de la actividad laboral entre personas mayores de 55 años, el aumento en la participación e intensidad laboral de las mujeres, para quienes se ha detectado una tasa de parcialidad involuntaria muy preocupante y, finalmente, la atracción de talento extranjero de diversa cualificación, fomentando contrataciones en origen y acometiendo decididas políticas de integración de personas provenientes de otros países.
La segunda reflexión se desprende del cambio de paradigma laboral al que nos enfrentamos por la transformación tecnológica, que trae consigo cambios profundos en las tareas que las empresas demandan de las personas trabajadoras al acometer procesos de automatización. Sin duda, estos procesos posibilitan que no sean las personas quienes deban realizar tareas costosas y desagradables y produce mejoras en la productividad laboral, lo cual es muy positivo, pues aumenta la “tarta” de la riqueza. Sin embargo, no todas las innovaciones tecnológicas producen similares aumentos de la tarta, ni mucho menos, y este es un hecho que se ha de ser tenido muy en cuenta. De hecho, un reconocido investigador económico, Daron Acemoglu, diferencia las tecnologías “brillantes” – que aumentan mucho la productividad laboral y fomentan la creación de nuevos empleos – frente a las innovaciones tecnológicas “mediocres” – que aumentan poco la productividad y sin embargo, producen un importante efecto sustitución de personas que antes realizaban esas tareas, generando efectos negativos sobre el empleo. El papel de las instituciones en cuanto a fomentar unos u otros tipos de innovación es determinante para aprovechar estas transformaciones en aras de crear más y mejores empleos. Hasta ahora, las políticas industriales no han colocado la creación de empleo en el centro de sus decisiones, aunque en muchos casos sí pudiera considerarse un objetivo indirecto. El favorecer la implantación de innovaciones tecnológicas con una “perspectiva de empleo” nos puede dirigir hacia sociedades más inclusivas, con más y mejor empleo para repartir entre toda la ciudadanía. Para ello, sin duda, y esta es otra de las lecciones que se desprenden de este estudio, la colaboración entre todos los agentes es crucial. Empresas, instituciones públicas y demás agentes sociales deben ser conscientes de las oportunidades, pero también de que la transformación tecnológica por sí misma, sin una dirección adecuada, generará mayor prevalencia del capital frente al trabajo, lo cual es muy probable que acabe generando mayores desigualdades y mayor ruptura social. Se corre el riesgo de que se genere mayor riqueza que, sin embargo, vaya a parar cada vez a menos manos.
Para que esto no suceda, junto al fomento de políticas industriales con perspectiva de empleo, es imprescindible desarrollar medidas de recualificación y recolocación de las personas trabajadoras ante los cambios en la demanda de empleo. Surge otra vez como elemento imprescindible la colaboración entre lo público y lo privado, que permita crear un sistema de recualificación continua, desde ámbitos sectoriales, para personas con y sin empleo, con una mirada dirigida hacia las necesidades de las empresas. Si bien las grandes empresas de nuestro país tienen la capacidad de recualificar a sus plantillas, no se puede decir lo mismo de la gran cantidad de Pymes y micropymes, que necesitan del apoyo de las instituciones públicas no solo para acometer los cambios tecnológicos, sino también para recualificar a sus plantillas.
Por último, los cambios productivos necesarios para mitigar la crisis climática fomentarán la creación de muchos empleos relacionados con los nuevos bienes y servicios que se producirán, así como por las nuevas formas de producción. Si bien es cierto que se destruirán algunos empleos, el consenso es amplio en que el efecto neto sobre el empleo será positivo. Está en nuestra mano que esos nuevos empleos sean dignos, es decir, estables, y que permitan el desarrollo profesional de las personas: en definitiva, buenos empleos.
La sociedad que seremos en las próximas décadas será la sociedad que hoy elijamos ser. El tipo de empleo por el que se apueste hoy marcará el rumbo de la sociedad del futuro. De todos depende que aprovechemos la excelente oportunidad que nos brindan estas transformaciones para revertir la tendencia creciente de malos hacia buenos empleos.
Sara de la Rica es directora de la Fundación ISEAK