Los colosos energéticos europeos riegan España con miles de millones en su apuesta por las renovables
Las grandes empresas del continente desembarcan en suelo ibérico atraídas por la eclosión de la solar y la eólica, que ofrecen tasas de retorno muy jugosas
Órdago por España de los colosos energéticos europeos. Atraídos por la eclosión de las renovables, con amplia disponibilidad de suelo y uno de los costes de generación más bajos del Viejo Continente, las grandes empresas del sector de Francia, Italia, Alemania o el Reino Unido han fijado su mira en el prometedor mercado ibérico. Los recientes desembarcos del gigante estatal francés EDF —que ha puesto el foco en el me...
Órdago por España de los colosos energéticos europeos. Atraídos por la eclosión de las renovables, con amplia disponibilidad de suelo y uno de los costes de generación más bajos del Viejo Continente, las grandes empresas del sector de Francia, Italia, Alemania o el Reino Unido han fijado su mira en el prometedor mercado ibérico. Los recientes desembarcos del gigante estatal francés EDF —que ha puesto el foco en el mercado español de descarbonización y eficiencia— y de la austriaca Verbund —ha pagado 1.000 millones por una potente cartera de solar y eólica— son los últimos ejemplos de esta tendencia, en la que están inmersas prácticamente todas las grandes firmas continentales.
Nadie quiere quedarse fuera de la revolución energética en marcha. Atrás quedan ya los años en los que las renovables necesitaban la muleta de las primas para su instalación, una etapa en la que España también se convirtió en destino de otro tipo de inversión extranjera, “más oportunista y con menos vocación de largo plazo”, en palabras de José Luis Moya, fundador y consejero delegado de RIC Energy, una de las pioneras del sector. “A diferencia de entonces, el perfil de quienes están llegando en los últimos tiempos es el de grandes actores del sector, y eso es importante. Llevamos cuatro años de entradas muy muy fuertes”, agrega el directivo, que vislumbra una “oportunidad histórica, única” para España. La suya no es una voz cualquiera: sabe de lo que habla, tras haber vendido varias plantas llave en mano a grandes firmas europeas del sector que prefieren no involucrarse en las fases iniciales del proyecto.
Hoy, tanto la eólica como la solar caminan por sí solas, con tasas de retorno muy jugosas, flujos de caja predecibles y un horizonte definido: sobre sus hombros descansan buena parte de las esperanzas de descarbonización de la economía española. La hoja de ruta oficial es nítida: la potencia instalada de aerogeneradores casi se duplicará a lo largo de la década 2020-2030, y la fotovoltaica se cuadruplicará. Y eso que en el sector energético esos objetivos se consideran papel mojado desde hace meses. “Viendo el apetito inversor y la inercia del mercado, no solo se puede decir que se van a quedar cortos: es que se van a duplicar”, apunta el jefe de RIC Energy. La apuesta de los grandes nombres extranjeros se suma a la de gigantes españoles como Iberdrola, Acciona Energía y —en mucha menor medida— Endesa y Naturgy, que en los últimos meses no han dejado potencia renovable al sistema.
La apuesta empresarial por las renovables y la eficiencia energética en España es en todos los frentes. Pero si uno destaca por encima del resto, ese es el de la fotovoltaica. Ahí han entrado con fuerza en los últimos años la británica BP, a través de su filial Lightsource — uno de los mayores desarrolladores solares en Europa gracias a su potente músculo financiero—, que ha fijado en Madrid su principal cuartel general fuera de Londres y que ambiciona superar los tres gigas de fotovoltaica en los próximos años. “Los fundamentales son buenísimos: hay sol, terreno, una regulación favorable y un mercado asentado de PPA [acuerdos de largo plazo de suministro de energía renovable]”, esboza su máximo responsable en España, Fernando Roger.
Por la misma senda de BP ha discurrido la también petrolera Galp. Con 1,2 gigas en operación, la portuguesa se ha convertido en uno de los mayores operadores fotovoltaico del país. También su par francesa Total —una de las mayores empresas de la eurozona— ha puesto el piloto automático en la Península, donde espera alcanzar los cinco gigas de paneles solares en operación en 2025 y que complementa con una creciente apuesta por la comercialización. Y, aunque de forma más modesta, otro gran nombre continental —en este caso, eléctrico: la alemana RWE— está dando importantes pasos en fotovoltaica tras un inicio más volcado en la eólica.
Ventaja competitiva
¿Por qué España y por qué ahora? “La ventaja competitiva de España es enorme”, sintetiza Óscar Barrero, socio de la consultora PwC especializado en temas energéticos. “Hay mucho terreno sin uso, un buen recurso eólico y una capacidad de solar casi infinita. Y, no lo olvidemos, son activos reales, tangibles, que generan ingresos todos los meses”. Juan Antonio Martínez, del grupo ASE, una firma de asesoría energética para empresas, vincula directamente la apuesta con el “enorme potencial” de la fotovoltaica: “Aquí el número de horas de radiación solar es prácticamente el doble que en Alemania, y eso hace que la recuperación de la inversión sea también el doble de rápida”. Martínez avisa, sin embargo, de un riesgo a futuro: la falta de interconexiones. “Para convertirse en una potencia energética de verdad, España tiene que poder darle salida a esa electricidad. El riesgo, si no, es que todos estos nuevos proyectos se queden aislados del resto de Europa”, desliza por teléfono.
La apuesta, sin embargo, no se circunscribe al ámbito de los paneles solares. En eólica tradicional —en tierra—, el dinero europeo lleva años fluyendo. Ahí se enmarca la compra, hace menos de un año, de una potente cartera de inversiones del fondo Azora Capital por parte de la petrolera italiana Eni, en la que es su primera inversión en renovables en suelo español. También la adquisición, por parte de la eléctrica escocesa SSE de una cartera sustancial de activos eólicos que pertenecía a Siemens Gamesa. O la de varias empresas ya consolidadas en el sector renovable español, como Eolia o Sofos Energía, por parte de la francesa Engie.
En el campo de la eólica, además, en los últimos meses se ha acelerado en un vector de inversión absolutamente novedoso: el de la eólica flotante. Con un perfil costero complejo —tanto en la cornisa cantábrica como en el Mediterráneo— por la gran profundidad del lecho marino a poca distancia de la orilla, la única alternativa posible pasa por la instalación de aerogeneradores flotantes. Una tecnología aún incipiente, pero en la que acaban de anunciar su desembarco dos gigantes nórdicos y uno británico: la danesa Ørsted —la mayor eléctrica de los países nórdicos y una de las más grandes de Europa—, que irá de la mano de Repsol; la petrolera noruega Equinor, que contará con Naturgy como socio local; y Shell, que se apoyará en Capital Energy. Las palabras utilizadas por Ørsted cuando desveló sus planes, a principios de abril, son una buena toma de temperatura del ánimo sectorial: su objetivo es convertirse en “líder de la eólica flotante” en aguas españolas. El negocio petrolero vive uno de sus mejores momentos en años, pero el verbo diversificar se conjuga en presente. Y tiene a España como destino prioritario.