La doble cara de la economía colombiana

Las elecciones presidenciales se presentan muy reñidas. El país crece a buen ritmo, pero el descontento social es alto. Con una población que sufre elevadas cotas de pobreza, la inflación empieza a hacer mella en la cesta de la compra

QUINTATINTA CON FOTO DE ALAMY

Todos los presidentes piensan alguna vez en cómo los tratará la historia. Qué legado dejarán al país después de salir del poder. El colombiano Iván Duque trató en medio de la pandemia de dar un golpe de efecto y responder desde el terreno económico a una necesidad siempre postergada en el país. Las ayudas puestas en marcha durante los encierros obligaban a ampliar los ingresos del Estado, y el Gobierno presentó una profunda reforma tributaria que, entr...

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Todos los presidentes piensan alguna vez en cómo los tratará la historia. Qué legado dejarán al país después de salir del poder. El colombiano Iván Duque trató en medio de la pandemia de dar un golpe de efecto y responder desde el terreno económico a una necesidad siempre postergada en el país. Las ayudas puestas en marcha durante los encierros obligaban a ampliar los ingresos del Estado, y el Gobierno presentó una profunda reforma tributaria que, entre otras medidas, aumentaba la carga impositiva de la clase media. El plan no salió bien. Como quien lanza un cóctel molotov, la propuesta encendió la ira de una sociedad que había sufrido como pocas en la región los cierres de la actividad y las cuarentenas. Las protestas paralizaron parte del país y se prolongaron durante más de dos meses. Duque se vio obligado a retirar su proyecto.

La semana pasada se cumplió un año del inicio de las marchas. Hoy la decena de economistas o analistas consultados por este diario consideran que aquella no era, en esencia, una mala reforma. El problema fue el momento. Ese capítulo funciona como reflejo del país. Colombia cabalga entre enormes contradicciones económicas. Por un lado, las buenas cifras macro, que mantienen al país como una de las economías más estables de la región. Con un crecimiento por encima del 10% en 2021, calificado de “sorprendente” por el Fondo Monetario Internacional, y unas estimaciones para 2022 al alza en medio del difícil escenario internacional, que colocan al país con un crecimiento alrededor del 5%, el doble de las expectativas para el resto de la región. Por otra parte, convive un descontento social enorme. Una informalidad del 60% y un desempleo del 12% lastran el mercado laboral y ahondan las desigualdades. En 2021, el llamado año de la recuperación, la pobreza alcanzó al 39,3% de los 51 millones de colombianos.

Con esos mimbres, el país se asoma ahora a las urnas. En las elecciones a dos vueltas, el elector tiende a votar por el candidato que quiere en la primera y por el suyo o el menos malo en la segunda. En Colombia, la profunda polarización ha convertido la cita del 29 de mayo en una especie de segunda vuelta anticipada en la que dos candidatos —de derecha e izquierda— concentran un 60%-70% del total de los votos, según los sondeos. Es una carrera a la presidencia entre dos polos opuestos. El candidato del establishment Federico Fico Gutiérrez y el populista de izquierdas Gustavo Petro. Los dos actúan como palancas de voto. La incertidumbre que genera el líder de izquierdas, especialmente en el terreno económico, moviliza a toda la derecha y centro derecha en torno a Fico, mientras que la idea de continuismo que se asocia a Gutiérrez une a los desencantados con el statu quo para colocar a Petro a la cabeza de todas las encuestas. Marcela Eslava, decana y profesora de Economía de la Universidad de los Andes, sostiene que “cualquier viraje en cualquier dirección tiene un riesgo importante si no hay compromiso del nuevo Gobierno con la estabilidad macroeconómica que ha sido un pilar fundamental del país”, una idea que repiten economistas y expertos.

Cambio de paradigma

La posible llegada de Petro al poder, que lo convertiría en el primer presidente de izquierdas de Colombia, supone un cambio de paradigma. El izquierdista, aunque lleva décadas en la política y ya fue alcalde de Bogotá, es un outsider del bipartidismo que históricamente ocupó el poder político entre conservadores y liberales. Su discurso, y su pasado como guerrillero del M-19, genera temor en gran parte del poder económico del país. “Hay mucha preocupación porque no sabemos qué tanto va a ser de lo que dice que va a hacer”, señala Silvana Amaya, analista de la consultora Control Risks. El líder de izquierdas ha hablado de cesar la exploración petrolera, como paso previo hacia una economía más verde, un tema que enciende todas las alarmas en medio de la enorme dependencia de la exportación de materias primas. Más en un país que enfrenta un fuerte déficit fiscal, con más compromisos adquiridos que ingresos.

Sus críticos acusan a Petro de querer llevar a Colombia por la senda de Venezuela. No hay intervención del candidato o debate en el que no repita que no habría expropiaciones si llega al Gobierno. Hace unas semanas, ante las constantes acusaciones, incluso lo firmó ante notario: “Mi propuesta para la transformación de este país no se fundamenta ni incluye ningún tipo de expropiación”.

Algunos sondeos apuntan hacia el empate si tanto Fico como Petro pasan a la segunda vuelta (que se celebra 19 de junio) y otros le dan la victoria a Petro por la mínima, muestra de la polarización que atraviesa todas las capas del país. Las desigualdades latentes y estructurales, exacerbadas por la pandemia, dibujan muchas Colombias en función de a quién se le pregunte. Sobre todo, en materia económica. ¿Cómo está la economía del país en este momento? La última encuesta de la Asociación Nacional de Empresarios de Colombia (ANDI) señala que el 80,6% de los empresarios consideran que la situación actual es favorable. “No hay empresa que hoy no diga que las cosas están bien”, añade el profesor de Economía de la Universidad Javeriana Jorge Restrepo. Las cifras cambian si se pregunta al conjunto de la población. Más del 48% de los colombianos califican la situación económica del país como de mala o muy mala, según una encuesta de 40dB para EL PAÍS realizada en abril.

No solo la recuperación de la que es considerada la cuarta economía de América Latina ha sorprendido tanto dentro como fuera del país, las estimaciones para 2022 siguen siendo excepcionalmente buenas. El difícil contexto internacional, marcado por la guerra en Ucrania, se vive en Colombia como una oportunidad. “No hay guerra buena, pero a nosotros nos afecta positivamente en temas como el petróleo, aumentando el ingreso de divisas”, explica Juana Téllez, economista jefe del BBVA. La subida de los precios de las materias primas como el petróleo, el carbón, el oro y el níquel podrían aumentar las exportaciones del país hasta en 10.000 millones de dólares, según estimaciones de algunos analistas, un extra de casi el 25% frente a los 41.000 millones que supuso la exportación el año pasado.

Un grupo de trabajadoras clasifica y empaqueta rosas en el municipio colombiano de Cajicá. Guillermo Legaria (Getty Images)

La economía colombiana ha mostrado más capacidad de aguante que otras de la región y, a pesar de los efectos demoledores de la covid, en septiembre de 2021 ya había recuperado el PIB de antes de la pandemia. Pero detrás de la fiesta, algunos esperan ya la resaca. Entre ellos, el profesor Jorge Restrepo. “Seguimos con ese impulso, pero no hablamos de cómo estabilizar la economía, que está desestabilizada. No solo por el crecimiento de la inflación, sino también ese crecimiento extraordinario de las exportaciones”.

Colombia vivió como nunca durante la pandemia un periodo de estímulo en materia fiscal y monetaria. El gasto público aumentó tanto desde el Gobierno central como desde las ciudades para ofrecer ayudas a la población más vulnerable. Durante ese periodo, también se dieron las menores tasas de interés de la historia del país. Eso empujó la economía, pero más a corto que a largo plazo. “El momento de la verdad lo va a recibir el próximo Gobierno, con unas altísimas tasas de interés para la deuda pública. Ese guayabo [resaca] va a ser duro”, añade Restrepo.

El nuevo Gobierno, que asumirá el próximo 7 de agosto, tendrá que enfrentarse a las reformas estructurales siempre postergadas y a las que los organismos internacionales aluden con firmeza desde hace años. La desigualdad y la inequidad enraizada, origen de un descontento en aumento, obligan a tomar medidas para cerrar las brechas a largo plazo y evitar un nuevo estallido en las calles a corto. La OCDE, en su estudio económico de Colombia del pasado febrero, señala que tanto el crecimiento como la inclusión social se ven “atrapados por debilidades en materia de políticas estructurales”.

La reforma tributaria sigue estando en el primer lugar de las prioridades de todos los expertos. La OCDE destaca que la recaudación de impuestos genera solo el 20% del PIB y que apenas el 5% de la población paga impuestos sobre la renta. En cambio, sostiene, las empresas y sociedades soportan un peso excesivo de la tributación, lo que desincentiva el dinamismo y la inversión.

En Colombia hay un rechazo general al aumento de impuestos. Poner esta idea sobre la mesa siempre tiene riesgos políticos, como comprobó Duque. Incluso ahora, en plena campaña electoral, es un tema bastante ausente, lo que impide conocer con claridad los planes de cualquiera de los dos candidatos con más opciones. Lo sabía el expresidente Juan Manuel Santos, que cinco días antes de las elecciones presidenciales de 2010 prometió que no los subiría. Ganó la presidencia y sucedió a Álvaro Uribe, pero después incumplió su palabra.

El empleo concentra otra de las preocupaciones. “Es la gran deuda de la recuperación”, dice Luis Fernando Mejía, director ejecutivo de Fedesarrollo. La tasa de desempleo fue en marzo del 12,1%, aún más de dos puntos por encima de la época prepandemia. A eso se suma que 6 de cada 10 trabajadores se emplean en el sector informal. “Es atípico que en un país se den las dos cosas: desempleo e informalidad. Se debe a la normatividad que no incentiva el empleo formal ni la generación de empleo, hace falta una reforma”, sostiene Mejía, que sitúa este como uno de los mayores retos para contribuir a reducir el aumento de la pobreza, la gran cicatriz de la covid.

A pesar de las ayudas sociales puestas en marcha durante la pandemia, que sin duda contribuyeron a paliar el golpe, no fue suficiente. En la memoria de todos los colombianos quedará para siempre la imagen de los pañuelos rojos que miles de personas colgaron de las ventanas de sus casas como señal de auxilio y hambre durante lo peor de los encierros. Bruce Mac Master, presidente de la ANDI, asegura que “quien gane [las elecciones] tendrá que atender las dos variables simultáneamente [pobreza y empleo]. Si solo se atiende a la población vulnerable, no se generará empleo. Será popular, pero no durará. Pero si solo se generan buenas condiciones para el mundo empresarial, habrá reclamos”.

El malestar social que el año pasado movilizó a millones de colombianos en las calles de todo el país y que provocó graves enfrentamientos con las fuerzas policiales, que dejaron decenas de muertos, 80 según las organizaciones sociales, sigue latente. Ajenos a los crecimientos de dos dígitos, los más vulnerables sufren hoy el aumento de la inflación en sus bolsillos. La patata, por ejemplo, se compró en febrero de este año un 142% más cara que un año antes. La inflación anual hasta marzo superó el 8,5%.

Pensiones y gasto

El país también tiene serias dificultades para que el gasto público llegue directamente a los hogares más pobres. El actual sistema de pensiones, otro de los vértices de las reformas necesarias, apenas alcanza a una de cada cuatro personas mayores, en su mayoría clase media y alta, que son quienes se integran en el mercado formal.

Los deberes del próximo Gobierno están sobre la mesa, pero las recetas del sucesor de Duque aún son una incógnita. Colombia contiene la respiración ante un escenario político de máxima tensión. La incertidumbre se palpa en la calle, pero a tres semanas de la primera vuelta aún no desempeña ningún papel sobre la economía. Téllez, del BBVA, asegura que revisando la historia de los periodos electorales se ve algo de volatilidad, pero “no una afectación más fuerte de lo normal”.

Los tres primeros meses del año fueron los de mayores compras de títulos de deuda pública, unos 1.000 millones de dólares. La inversión extranjera directa alcanzó en enero de 2022 los 961,9 millones de dólares, lo que representó un aumento del 62% respecto a enero de 2021, según datos de Control Risks. Y la semana pasada, el FMI otorgó a Colombia una línea de crédito flexible por valor de 9.800 millones de dólares, junto al que destacó “la trayectoria de gestión macroeconómica muy sólida” del país. Mejía resume que ante las urnas hay más “pesimismo” dentro del país que fuera. “En Colombia esta sería la primera vez que llega un presidente de izquierdas. Desde fuera eso se ve como algo relativamente normal, no se ve tan exótico como aquí”.


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