Por qué enloquecen las materias primas con la invasión de Ucrania

Los precios de los metales industriales más importantes y de algunos alimentos se disparan tras el ataque ruso

Trabajadores descargan trigo en una granja de la aldea rusa de Tersky, cerca de Stavropol.Andrey Rudakov (Bloomberg)

La invasión rusa en Ucrania se sienta a la mesa. Los precios de algunas materias primas que consumimos a diario (como el trigo, maíz o la soja) están llegando a máximos históricos o niveles que no vemos desde hace una década. Lo mismo sucede con otros materiales relacionados con la industria (como el paladio, cobre, níquel y aluminio) o ...

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La invasión rusa en Ucrania se sienta a la mesa. Los precios de algunas materias primas que consumimos a diario (como el trigo, maíz o la soja) están llegando a máximos históricos o niveles que no vemos desde hace una década. Lo mismo sucede con otros materiales relacionados con la industria (como el paladio, cobre, níquel y aluminio) o los energéticos, base de la economía moderna. El conflicto bélico ha puesto la guinda en un mercado en ascuas tras dos años de pandemia que ha producido interrupciones en el suministro, escasez en los inventarios, cuellos de botella en el transporte y paralización de la producción.

“En estos momentos, los precios de todas las materias primas son muy volátiles y su producción es incierta”, afirma James Maxwell, experto en commodities de la firma australiana Rural Bank. Dos de los índices de materias primas de referencia se han disparado en las últimas semanas. El S&P GSCI, que monitoriza la evolución de los 24 productos básicos más vendidos en el mundo, ha tocado su mayor nivel en los últimos 10 años. El Bloomberg Commodity Index —compuesto por 23 contratos sobre materias primas físicas, desde el crudo hasta el maíz, pasando por el aluminio o el gas natural— ha avanzado un 8% desde que comenzaron los ataques rusos a Ucrania, situándose en niveles no vistos desde 2014.

“Estamos presenciando movimientos históricos… La comunidad internacional está cortando una importante línea de suministro de energía, metales y cultivos”, afirma Olan Hansen, jefe de commodities en Saxo Bank. Rusia y Ucrania juegan un papel determinante en la agricultura global. Los dos países controlan más de una cuarta parte del comercio internacional de trigo, casi una quinta parte del maíz y, en conjunto, dominan el 52% del aceite de girasol del mundo. Ambos aportan un cuarto del comercio global de los cereales, según el Consejo Internacional de Cereales. Por eso, cuando la invasión rusa se concretó, los futuros del trigo en el mercado de Chicago, el de referencia, superaron los máximos históricos, alcanzados en 2008. Mientras, las cotizaciones del maíz y la soja tocaron su nivel más alto desde 2012.

El acopio mundial no se ha hecho esperar. Moldavia, Hungría, Serbia, Argentina, Indonesia y Turquía, y otras naciones más, ya han restringido la venta de algunos cereales para salvaguardar su suministro. Otros países se han puesto en vilo: Líbano (que compra el 90% del trigo que consume a los países en conflicto), Yemen y Egipto (grandes dependientes de los cereales rusos y ucranios). China ha movido ficha: ha levantado todas las restricciones al trigo ruso, limitadas debido a preocupaciones fitosanitarias. China ha sido un gran comprador de maíz ucranio. El país asiático adquirió 8,2 millones de toneladas de Ucrania en 2021, alrededor del 30% del total de sus importaciones. “Es probable que China sea el destino de una variedad de otros productos básicos rusos, dadas las sanciones occidentales”, advierte Warren Patterson, jefe de materias primas en ING.

“La temporada de siembra está a la vuelta de la esquina [con la llegada de la primavera], y si el conflicto se prolonga habrá un gran impacto negativo”, destaca Patterson. El Gobierno ucranio hace malabares para mantener su producción. El presidente, Volodímir Zelenski, ha dicho que esta primavera, como cualquier otra, se debe hacer una campaña de siembra en toda regla. “Se trata de la vida, de nuestra vida, de nuestro futuro”, ha mencionado. Por el momento, ha exonerado a los trabajadores agrícolas (que el año pasado produjeron una cosecha récord de cereales) de la obligación de participar en el servicio militar, lo que les permite continuar cultivando.

Por si fuera poco, los agricultores hacen frente también al aumento del precio de los combustibles y a la escasez de fertilizantes. Rusia es el principal exportador de urea y el segundo de potasa, y junto con Bielorrusia, el aliado del Kremlin, acapara el 40% del mercado de este último producto. La potasa no solo se utiliza en los fertilizantes. Es omnipresente en los supermercados: se usa en el vino, en la conservación de alimentos, en la industria del chocolate y en los alimentos procesados. La incertidumbre de la guerra, sin embargo, no termina allí. De igual forma, ha trastocado algunos metales industriales, claves en diversos sectores: desde la construcción hasta el automotor y la industria de los alimentos. El aluminio, con el que se hacen latas y diversos utensilios que empleamos a diario, ha marcado un récord histórico superando los niveles alcanzados en 2008. Y no es el único con presiones. “La guerra ha vertido petróleo a fuego lento en los mercados”, dice en una columna de opinión Andy Home, de Reuters.

Termómetro económico

El cobre, el termómetro de la economía mundial, ha alcanzado un máximo histórico. El paladio (empleado en los catalizadores de los vehículos) también se ha disparado hasta un nuevo precio récord. En Rusia se extrae cerca del 40% de este material. El que se ha llevado la palma ha sido el níquel. Al inicio de la segunda semana de marzo, su cotización subió un 250% en solo 24 horas. El níquel (usado para fabricar acero inoxidable y altamente demandado en la industria de las baterías de los coches eléctricos) ha rondado en la última década entre los 10.000 y 20.000 dólares por tonelada, pero tras las sanciones a la economía rusa y con las existencias en los almacenes rozando mínimos, el mercado tuvo una primera sacudida: saltó hasta los 48.000 dólares. Rusia es el tercer mayor proveedor de níquel del mundo (detrás de Indonesia y Filipinas) y representa alrededor de dos tercios de la producción mundial.

La segunda sacudida vino de la mano de la especulación. Los comerciantes, mineros y fabricantes del material siempre han utilizado las cotizaciones para hacer apuestas cortas, es decir, ganar dinero cuando los precios van a la baja. Al ver que subían tras las sanciones, buscaron la salida de emergencia para evitar pérdidas. Este movimiento (en su mayor parte atribuido al magnate chino Xiang Guangda) azuzó más el pánico, llevando los precios por arriba de los 100.000 dólares. Ello obligó a la Bolsa de Metales de Londres a suspender las operaciones durante una semana. A estas disrupciones se suman los altos precios energéticos.

El petróleo y el gas se han desbocado por completo y con ellos la cotización del carbón. Rusia no solo proporciona a la UE más del 40% de su gas natural y una cuarta parte de sus importaciones de petróleo, sino también casi la mitad de su carbón, según la consultora Rystad Energy. Los precios han superado los 400 dólares por tonelada, una cifra nunca antes vista. “El aumento de los precios energéticos aumenta los costes productivos de todas las industrias y estas tienen que repercutirlo en precios [al consumidor]”, resalta Sergio Ávila, analista de IG. Al final de esta guerra, como en las anteriores, sucederá lo que decía Bertolt Brecht: “Entre los vencidos, el pueblo llano pasaba hambre. Entre los vencedores, el pueblo llano la pasaba también”.


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