¿En qué trabajan los extranjeros en España? La mitad de los chinos en comercio y un tercio de los marroquís en el campo
Los empleados foráneos se concentran en unos pocos sectores, pero con muchas diferencias. Los italianos son la principal comunidad en las actividades mejor retribuidas
España registra un récord de 21,4 millones de trabajadores, una cumbre que jamás se habría alcanzado sin la mano de obra extranjera. Estos empleados, que ya son el 13% de los ...
España registra un récord de 21,4 millones de trabajadores, una cumbre que jamás se habría alcanzado sin la mano de obra extranjera. Estos empleados, que ya son el 13% de los afiliados a la Seguridad Social, sustancian la evolución positiva del mercado laboral: mientras el número de trabajadores españoles ha avanzado un 1,7% en el último año, el de extranjeros creció un 7,5%. La mayoría de ellos trabaja en los sectores más precarios, los de menores retribuciones y jornadas más largas, pero con diferencias reseñables en función del país de origen. A petición de este periódico, la Seguridad Social precisa esas diferencias con un nivel de detalle que permite conocer la distribución de las 10 nacionalidades con más presencia en el mercado laboral español.
Los rumanos destacan en la obra y las fábricas; los marroquíes, en el campo; los colombianos. en servicios sociales; los italianos, en las actividades de alto valor añadido, y los chinos, en hostelería y comercio.
Vistas estas cifras inéditas, Rosa Aparicio, experta en migraciones e investigadora del Instituto Universitario Ortega-Marañón, arranca su análisis con una reflexión general: “Está claro que muchos de estos trabajadores no tienen las mismas oportunidades que los de origen español, que siguen relegados a unos sectores concretos de peores condiciones”. Coincide el experto en mercado laboral y adjunto a la secretaría de Acción Sindical de CC OO, Raúl Olmos: “Tenemos que hacer un aprovechamiento mucho mayor de esta mano de obra”.
Nicoleta Enache, autora de la tesis doctoral Relaciones laborales e impacto económico de los trabajadores inmigrantes rumanos en España y profesora de la Universidad Valahia de Targoviste, de Rumania, insiste en la misma idea: “Estas cifras muestran lo difícil que resulta a los extranjeros trabajar en España de lo que estudiaron, lo complicado que es acceder a ciertos empleos sin que te recomienden, sin que conozcas a alguien”. “Se enfrentan a barreras muy parecidas a las que sufrieron los españoles que emigraron en los sesenta, a los que contrataban en las peores categorías”, añade Fernando Luján, vicesecretario general de Política Sindical de UGT.
Hay dos variables especialmente interesantes en los datos: qué peso tiene cada nacionalidad en cada sector respecto al total de extranjeros y qué porción de cada nacionalidad se concentra por actividad. Parecen registros parecidos, pero cuentan historias distintas.
Empezamos por el segundo, el más útil para analizar la situación particular de cada nacionalidad. Sobre este punto, llama la atención la elevadísima concentración de inmigrantes chinos en dos únicos sectores: el 47% de ellos trabajan en el comercio y el 37% en la hostelería. Es decir, 8 de cada 10 trabajadores chinos en España están empleados en bares, restaurantes o tiendas. “El dato no sorprende, lo vemos en el día a día, pero no deja de resultar increíble. Es una concentración enorme en solo dos sectores”, destaca Aparicio. La investigadora cree que este fenómeno se explica por cómo los ciudadanos chinos suelen emplearse unos a otros. “Es un colectivo que tiende a estar cerrado en sí mismo en cuestión de negocios”.
Con ninguna otra nacionalidad se da una acumulación tan alta en solo dos actividades, pero hay otras en las que el fenómeno de la concentración en unos pocos sectores también resulta llamativo. En la siguiente tabla recogemos el detalle del top 10.
También hay un alto grado de concentración entre los marroquíes, con el 33% de ellos empleados en el campo. “Muchos vienen por las contrataciones en origen para campañas agrícolas. Es un sector en el que ellos destacan respecto al resto de nacionalidades”, incide el experto de CC OO. “La temporada de la fresa la hacen mayoritariamente mujeres marroquís. Pasa con otras muchas campañas”, especifica el de UGT. Los empleados magrebíes también resaltan en la construcción, con un 15% de afiliados, de manera que la mitad del total están empleados en solo estos dos sectores.
Luján cree que en esta concentración de empleados extranjeros en ciertas actividades se da un efecto acumulación: el hecho de que haya trabajadores de una nacionalidad concreta en un sector facilita que otros se incorporen al mismo: “Es lógico que determinadas nacionalidades se agrupen en determinados sectores porque se conocen entre sí. Si llega un marroquí y un familiar trabaja en la obra, tiene sentido que consiga el trabajo en la construcción”. El mismo fenómeno tiene una derivada demográfica: por eso la mayoría de rumanos del este de Madrid son justo de la región de Transilvania y no de otras zonas del país.
También están muy encasillados los venezolanos, con el 23% en hostelería y el 17% en el comercio; un escenario muy parecido al de los colombianos, con un 19% y un 13% , respectivamente, en esas mismas dos áreas. Los únicos sudamericanos para los que la restauración no figura como su actividad con más afiliados son los ecuatorianos: predomina la construcción, con un 17% de ellos. En estas diferencias entre latinoamericanos trasluce otro fenómeno clave, en opinión de Olmos, para explicar cómo se reparten los empleados de cada comunidad: la actividad pujante en el momento que esos trabajadores llegan a España.
“Cuando llegaron la mayoría de ecuatorianos, antes de la crisis del ladrillo, el sector que más empleo generaba era la construcción. Por eso ese sector sigue siendo el principal para ellos y no para los colombianos y los venezolanos, que han llegado en mayor medida en años posteriores”, opina el especialista de CC OO. Con la misma lógica, los rumanos (que también llegaron en mayor volumen antes de la Gran Recesión) también destacan en la obra, con un 15% y otro porcentaje similar en el campo.
Entre el resto de nacionalidades europeas la situación es más dispar: hay un 15% de portugueses en el comercio y otro 13% en transporte y almacenamiento; y un 17% de ucranianos en la obra y un 14% en empleo doméstico. Los italianos también se concentran en hostelería (20%) y comercio (16%), pero tienen un peso muy superior al del resto de países en las actividades científicas y técnicas (11%) e información y comunicaciones (9%).
Más extranjeros en actividades precarias
Si los extranjeros tuvieran una participación similar al promedio de la fuerza laboral, todos estos porcentajes deberían ser de 13 puntos. Es decir, si son el 13% de la población trabajadora (la EPA, una encuesta en vez de un registro, eleva al 14%), deberían rondar esa proporción en todos los sectores cuando sus circunstancias fueran las mismas que las del resto. Pero no lo son. Son más jóvenes que los españoles, sufren más desperdicio de talento (por el atasco en las homologaciones y porque sus conocidos no están en las actividades más desarrolladas, entre otros motivos) y se les discrimina en los procesos selectivos.
De ahí que apenas participen en los sectores de mayor valor añadido y mejores retribuciones y destaquen en las actividades más precarias. Son más en el empleo doméstico (42% de los afiliados), en hostelería (26%) y en el sector agrario (también 26%), justo las tres actividades que peores salarios pagan de la economía española. Son prácticamente testimoniales en las actividades que mejor retribuyen, como banca (5,1%) o suministro de energía (3,5%), o las que se anotan jornadas laborales más cortas, como la Administración pública (1,3%) o la educación (5,5%). Una excepción la representan el 27% de extranjeros que trabajan para organismos internacionales como Naciones Unidas o el Parlamento Europeo, pero son menos de mil y suelen ser personal de alta calificación.
Otra variable a analizar es el peso de cada nacionalidad respecto al total de extranjeros de esa actividad. Con este parámetro vuelven a traslucir diferencias brutales en función del lugar de origen. Italia es el único país que entra en el top 10 de empleados foráneos sin tratarse de un lugar del este de Europa, de África o de Sudamérica, sino una de las principales economías europeas (por encima de España). Y es justo el que destaca en los sectores con mejores condiciones laborales.
Los trabajadores italianos en España son mayoría en actividades científicas y técnicas (19.536 afiliados, el 17% de los extranjeros en ese sector); información y comunicaciones (15.361 y 17%); y educación (8.829 y 12%). También son la comunidad más numerosa entre artistas (4.976 y 13%), banca y seguros (3.083 y 16%) o suministro de energía (237 y 17%). “Seguro que los datos de los trabajadores en Alemania o Francia serían muy similares”, añade Olmos.
Aparicio matiza que, en su opinión, buena parte de estos italianos pueden ser latinoamericanos nacionalizados. “Italia da la nacionalidad fácilmente si tienes un antepasado italiano. Muchos seguro que realmente vienen de Argentina, Colombia o Perú”. Las proporciones italianas por actividad no se disparan, no hay sectores que monopolicen a toda la comunidad. Esto es señal de una distribución laboral más parecida a la de los españoles.
Todo lo contrario sucede con los marroquíes, como ya se desprendía de las cifras que abrían este reportaje: el 42% de los extranjeros que trabajan en el campo español, 109.031, son del vecino meridional de España. El contrapunto positivo es que son el 20% de los extranjeros en la Administración pública. Eso sí, con poquísimos afiliados: solo 2.909.
Los rumanos son la comunidad más importante en construcción (50.403 y 19% del total de extranjeros); transporte y almacenamiento (36.809 y 25%); industria manufacturera (32.436 y 17%); empleo doméstico (25.337 y 15%); actividades administrativas (25.141 y 11%); e industrias extractivas (276 y 22%). Los chinos, pese a ser la sexta nacionalidad en número de trabajadores, dominan en comercio (52.649 y 14%) y hostelería (41.416 y 10%). Colombia es el único país sudamericano que se cuela en este ranking, con 11.993 de sus ciudadanos que trabajan en actividades sanitarias y de servicios sociales, el 10% del total de extranjeros en el sector. Aparicio añade un matiz: cree que los datos infrarrepresentan el peso de las trabajadoras sudamericanas en el empleo doméstico, pues las colombianas aparecen como un 9,4% del total de extranjeros en la actividad y las peruanas como un 5,3%. “Creo que esto sucede porque muchas están en situación irregular y vuestros datos son de afiliados a la Seguridad Social”.
Evolución dispar
La inmigración es un fenómeno complejo, que cambia en función de las circunstancias del país que recibe y del lugar de origen. De ahí que las comunidades más presentes en el mercado laboral español varíen con el paso de los años. Este 2024 ha cambiado por primera vez desde que hay registros (2012) la nacionalidad en cabeza. Ocurrió solo durante un mes, en mayo, cuando Marruecos (358.371) adelantó de forma temporal a Rumania (351.890). Para poner en contexto esta cifras, solo en trabajadores, estas dos comunidades superan la población al completo de Sevilla, la cuarta ciudad más grande de España.
El adelantamiento de los marroquíes a los rumanos se veía venir y la tendencia apunta a que podría afianzarse en los próximos meses. La comunidad rumana era superior a la actual en 2019 (361.574), antes de la crisis sanitaria. Casi 30.000 marcharon al año siguiente, una cifra que no ha llegado a recuperarse del todo. De hecho, hoy hay menos rumanos trabajando en España que en mayo de 2023. A la vez la fuerza laboral marroquí crece sin parar, con 65.000 afiliados más desde 2019 (un 25% más).
En términos porcentuales, los mayores incrementos de los últimos años se dan en las comunidades latinoamericanas. Desde 2019 se ha multiplicado casi por tres el número de trabajadores venezolanos en España (de 58.772 a 165.801). Es un salto parecido al de los colombianos, que ya cuentan 219.524 afiliados a la Seguridad Social. La tercera mayor subida es la de un país que aún no entra en el top 10, pero no tardará a este ritmo: los empleados hondureños se han duplicado desde 2019, hasta los 65.544. Le sigue Perú con 85.230 afiliados (hace un lustro, poco más de 36.000). También parece que los argentinos escalarán a las 10 primeras posiciones próximamente, por el acelerón de los últimos cinco años.
Entre los europeos destaca la subida de los ucranianos, coincidiendo con la invasión rusa, con un 47% más que en 2019, también la los portugueses, con un 21% más de empleados que hace cinco años, así como la de los franceses (+19%). A la vez cae el número de británicos (-7%) y el de búlgaros (-7%). La comunidad china experimenta una evolución modesta, del 11%.
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