Las exportaciones españolas caen por el frenazo de sus principales socios
Los envíos de bienes al exterior reculan un 4,7% entre enero y septiembre, y anticipan un cambio de tendencia en un contexto de debilidad en la zona euro
El bum exportador, uno de los salvavidas que ha permitido mantener a flote a la economía española en los últimos dos años, da síntomas de agotamiento. El periodo inmediatamente posterior a la pandemia estaba llamado a ser de intensa recuperación a lomos de los fondos europeos. Pero aunque la actividad regresó a sus niveles previos con una rapidez inusitada visto lo ocurrido en otras crisis, la sucesión de cisnes negros (guerra de Ucrania, crisis energética, inflación y tipos de interés por las nubes) ha empañado la vuelta a la normalidad. España capeó el temporal apoyándose ...
El bum exportador, uno de los salvavidas que ha permitido mantener a flote a la economía española en los últimos dos años, da síntomas de agotamiento. El periodo inmediatamente posterior a la pandemia estaba llamado a ser de intensa recuperación a lomos de los fondos europeos. Pero aunque la actividad regresó a sus niveles previos con una rapidez inusitada visto lo ocurrido en otras crisis, la sucesión de cisnes negros (guerra de Ucrania, crisis energética, inflación y tipos de interés por las nubes) ha empañado la vuelta a la normalidad. España capeó el temporal apoyándose en un mercado laboral a todo gas, el regreso del turismo a sus mejores números y un sector exterior en estado de gracia. Ahora, esta última gallina de los huevos de oro amenaza con dejar de serlo: las exportaciones españolas de bienes cayeron un 4,7% en los primeros nueve meses del año, y solo el aumento de su precio un 5,3% permitió mantener en positivo su saldo por la mínima, un pírrico 0,3% frente a lo ingresado entre enero y septiembre de 2022.
Mirando a otras latitudes, las cifras permiten hacer una lectura positiva. En la zona euro los envíos al exterior cayeron un 1,1%, y en Estados Unidos un 2,5%. Ni siquiera la todopoderosa Alemania ha conseguido poner a carburar su potente maquinaria exportadora y se queda como estaba en 2022. Crecimiento cero. España ha aguantado la ralentización ligeramente mejor. Los 287.585,5 millones de euros facturados suponen un nuevo récord histórico, como resalta este viernes el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo, pero en unas magnitudes que se mueven por tendencias e inercias, el nuevo máximo deja poco margen para la celebración, y parece un dato más pegado al pasado que a lo que está por venir: si se toma solo septiembre, el último mes del que hay referencias, el cambio de rumbo es patente. Los 31.015 millones en exportaciones son un 10,4% menos que en ese mes de 2022, poniendo fin así a dos años de crecimiento a doble dígito tanto en el acumulado del año como en septiembre. Hay que retroceder hasta la pandemia, cuando los confinamientos trastocaron el comercio mundial, para encontrar un comportamiento tan negativo en los primeros nueve meses.
En una cuestión que trasciende la situación doméstica y depende tanto del mayor o menor crecimiento de los socios comerciales, desde el Club de Exportadores e Inversores advierten de que las perspectivas no son halagüeñas. “El PIB de muchos países o decrece o no está creciendo, a lo que se une la incertidumbre y el incremento de los tipos de interés, que provocan una reducción de la actividad económica en buena parte del mundo”. A favor juega que esos incrementos de tipos parecen haber llegado a su tope, aunque su velocidad de bajada promete ser lenta. Y las recientes sorpresas positivas en el crecimiento de potencias como Estados Unidos o China. Pero Europa, el gran cliente de España, se ha mostrado mucho más vulnerable a cualquier incremento del precio de la energía, y sigue de capa caída: esta semana se conoció que el PIB de la zona euro cayó una décima en el tercer trimestre, igual que Alemania, su locomotora.
Por geografías, las exportaciones españolas solo mejoran hacia Europa (un débil 1,8%), Oceanía (7,9%) y América Latina (13,6%), mientras que reculan las que tenían como destino Asia (-8,1%), África (-7,7%) y América del Norte (-3,1%). Joan Tristany, director general de Amec, la patronal de las empresas industriales internacionalizadas, ve bajo los datos un punto positivo que puede pasar desapercibido: Estados Unidos, Francia y Alemania, grandes clientes de España, han reducido sus importaciones más de lo que lo que lo hacen sus compras a empresas españoles, lo cual es un indicador de resistencia. “Tenemos una diversificación en el sector exterior español que en estos momentos hay que agradecer”, defiende.
Ante la caída de las exportaciones, el ministro de Industria, Comercio y Turismo en funciones, Héctor Gómez, se ha centrado en destacar la cara favorable. “El dinamismo de las exportaciones españolas frente a las importaciones hace que se reduzca el déficit comercial hasta en un 44%”, señaló. Y ha recordado que la tasa de cobertura, es decir, el porcentaje de las importaciones españolas que se cubren con las exportaciones, ha sido del 90,7% en los primeros nueve meses, más de seis puntos por encima que el año pasado, con un déficit comercial 29.596,4 millones de euros frente a los 53.437,1 millones del año pasado. Pese al enorme recorte, fruto de una fuerte rebaja de las importaciones españolas, se trata todavía de una cantidad alta históricamente hablando.
¿Por qué España sigue sin vender más de lo que compra? La respuesta, como es habitual, está sobre todo en la energía. Quitando esta partida, las exportaciones mejoran un 3%, y el saldo comercial español caminaría cada vez más hacia el equilibrio entre exportaciones e importaciones —el déficit es de 4.718 millones cuando hace un año era de 13.380 millones—. La posición de España como segundo mayor fabricante de automóviles de Europa, solo por detrás de Alemania, sigue reportando dividendos a la economía. Fue el sector que más contribuyó positivamente a la mejora de las exportaciones (2,8 puntos), seguido de los bienes de equipo (1,9) y la alimentación, bebidas y tabaco (0,8). Sin embargo, cuando la energía entra en la ecuación todo se descuadra, aun cuando los precios hayan concedido cierto alivio y el déficit energético haya sido de 24.878 millones frente a los más de 40.000 millones entre enero y septiembre de 2022.
Durante meses, el Gobierno español ha insistido en que la menor inflación española frente a la zona euro, principal destino de sus mercancías, suponía una ganancia de competitividad para las empresas, pero esa ventaja también se ha desvanecido. En octubre, el último mes del que hay datos, el IPC repitió en el 3,5%, mientras que en los Veinte fue del 2,9%.
El Club de Exportadores cree que si España quiere mejorar su saldo comercial, antes debe paliar ciertas debilidades estructurales. “Es preocupante que en los nueve primeros meses de este año el número de exportadores regulares ha caído en un 7,6%, lo que se añade al descenso del 3,2% que se produjo en 2022. Necesitamos más empresas medianas y grandes, cuya propensión a exportar es muy superior. Es un riesgo importante para nuestra economía que, desde hace 25 años, el 67% de las exportaciones estén concentradas en tan solo 1.000 empresas”.
Tristany, de Amec, destaca otro detalle. Mientras que en regiones con músculo comercial como la Comunidad de Madrid, Andalucía o la Comunidad Valenciana las exportaciones han caído, en Cataluña, con la mayor cuota de los envíos al exterior (26,6% sobre el total de España), han crecido a buen ritmo, casi un 10% hasta septiembre. “Quien está salvando los muebles es la exportación de la economía catalana. Está muy internacionalizada, es más resiliente, y se beneficia del peso de la industria y la automoción”, concluye.
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