La difícil apuesta de China: covid cero y crecimiento económico
El confinamiento de Shanghái y el aumento de los casos en Pekín ha llevado a muchas entidades a recortar sus perspectivas de crecimiento para la segunda economía mundial
Si quieres hacer reír a los cielos, cuéntales tus planes, dice el chascarrillo. Y el Partido Comunista de China los había contado alto y claro. Para 2022, el año de su 20 Congreso, en el que se prorrogará a todas luces el mandato del presidente Xi Jinping, quería estabilidad económica. En cambio, ha encontrando una trinidad de adversidades. A la desaceleración y a la crisis en el sector inmobiliario que ya arrastraba el país se ha sumado la guerra de Ucrania. Y, sobre todo, los confinamientos ...
Si quieres hacer reír a los cielos, cuéntales tus planes, dice el chascarrillo. Y el Partido Comunista de China los había contado alto y claro. Para 2022, el año de su 20 Congreso, en el que se prorrogará a todas luces el mandato del presidente Xi Jinping, quería estabilidad económica. En cambio, ha encontrando una trinidad de adversidades. A la desaceleración y a la crisis en el sector inmobiliario que ya arrastraba el país se ha sumado la guerra de Ucrania. Y, sobre todo, los confinamientos para mantener su política de cero covid frente a la variante ómicron, que afectan a una cuarta parte de la población y que han herido de gravedad a la economía.
China es hoy día la única gran economía que mantiene su apuesta por una política de covid cero, que implica un cierre casi total de las fronteras, limitación de los movimientos y cuarentenas centralizadas. La aplica con dureza espartana por motivos sanitarios —su sistema de salud es aún muy débil, especialmente fuera de las grandes ciudades, y se colapsaría ante un gran número de casos—, pero también políticos: a lo largo de los dos últimos años, le ha servido de argumento para defender la superioridad de su sistema de gobierno frente a las democracias occidentales. La estrategia de cero covid le permitió ser el primer país en salir de la primera ola de la pandemia y reflotar su economía. Ahora, el cierre de Shanghái, el corazón económico del país, le ha acarreado su primer gran desafío.
Para este año el Gobierno chino se había marcado el ambicioso objetivo de un crecimiento “en torno” al 5,5% del PIB. Pero a la luz de las consecuencias de los confinamientos totales o parciales, que según Nomura afectan a 343 millones de personas —la cuarta parte de la población— en 46 ciudades, los analistas consideran complicado que pueda conseguirlo y numerosas entidades han recortado sus previsiones. El Fondo Monetario Internacional anticipa ahora un 4,4% para todo el año, frente al 4,8% que preveía en enero. El Banco Mundial ha reducido su pronóstico del 5,4 al 5%. Nomura ha rebajado casi a la mitad sus cálculos para el segundo trimestre, del 3,4% al 1,8%; y reduce su optimismo para el conjunto del año, del 4,3 al 3,9%.
Los datos macroeconómicos del primer trimestre dejan entrever la magnitud del golpe que ha supuesto el bloqueo de Shanghái. Aunque el crecimiento, del 4,8%, ha sido superior a lo que esperaban los analistas, las cifras de marzo —tras el comienzo de la invasión rusa de Ucrania y cuando en la capital financiera comenzaban a dispararse los casos de covid— son inequívocamente pesimistas: el consumo cayó un 3,5%; el desempleo quedaba en el 5,8%, tres décimas por encima del mes previo y del objetivo oficial para el año. La demanda de electricidad solo creció un 3,5% interanual, frente al 5,8% de los dos meses anteriores, y fue mínima en sectores como el hotelero o el transporte.
Shanghái, cuyos 26 millones de habitantes cumplieron este viernes un mes de confinamiento completo, solo ahora comienza a atisbar la luz al final del túnel, tras una semana de descensos en los casos. Mientras, ha visto cómo su puerto, el de mayor tráfico del mundo, ha reducido su actividad en un 40%, y se acumulan los barcos en espera de descargar. El tráfico de carga en la zona metropolitana descendió un 81% en las tres primeras semanas del mes.
Como consecuencia, las cadenas de suministro, ya muy golpeadas por la pandemia, han sufrido un nuevo y grave revés, que ha provocado un enorme retraso en las importaciones de materias primas y componentes, y en las exportaciones de productos. Si bien se ha autorizado a 666 empresas con sede en Shanghái, entre ellas Tesla, a retomar su actividad, los requisitos son tan estrictos que operan a menos de medio gas.
“Aunque se está aflojando el confinamiento, el impacto económico es brutal”, afirma Alicia García-Herrero, economista jefe para Asia del banco de inversión Natixis. Los aislamientos se suman a otras medidas económicas del gobierno, como el control sobre el sector tecnológico o la educación, para generar —apunta la experta— “un gran descontento”. “La gente que tiene dinero ve que las cosas van mal. ¿Quién va a querer invertir?”
Al cierre de Shanghái se ha sumado esta semana el súbito aumento de casos en Pekín, que mantiene confinados los edificios y complejos residenciales donde se han detectado infecciones, ha impuesto límites al aforo en restaurantes y cerrado cines y colegios en varios distritos. Como respuesta, el yuan ha caído a su cotización más baja contra el dólar en un año y medio esta semana, mientras las Bolsas retrocedieron a niveles de hace dos años antes de iniciar una recuperación.
Los datos de abril amenazan con ser aún más desastrosos. El índice de movilidad de Natixis para este mes se encuentra en un 53% por debajo del de abril de 2021 y, según el banco, si las restricciones continúan hasta el día 30 “probablemente el PIB anual perderá 1,4 puntos porcentuales”. En el resto del mundo, donde los barcos que llegan de Shanghái habían zarpado antes del confinamiento, el impacto en las cadenas de suministro comenzará a notarse en los próximos meses
“Lo peor está por venir”, anticipa Lu Ting, economista jefe de Nomura para China, en una nota. “Los mercados globales han estado lentos en reconocer las graves consecuencias de la política de cero covid de China”.
La preocupación es palpable entre las autoridades chinas. El primer ministro, Li Keqiang, ha ordenado a los funcionarios “aumentar el sentimiento de urgencia” en la puesta en marcha de medidas de todo tipo para activar la economía. Por ejemplo, los inspectores de Hacienda trabajarán los festivos por el Primero de Mayo la semana próxima para acelerar las devoluciones del IVA. El Gobierno chino ha aprobado medidas para agilizar el tráfico de camiones. El Banco central (PBOC) ha reducido la cantidad de efectivo que los bancos deben guardar como reserva —aunque de momento no ha recortado tipos de interés—.
Pero también quieren enviar un mensaje de optimismo, y han dejado claro que creen que podrán cuadrar el círculo: lograr su ambicioso objetivo de crecimiento al tiempo que mantienen a raya al coronavirus. Este viernes, la reunión trimestral del Politburó del Partido Comunista sobre la economía prometía “hacer grandes esfuerzos para lograr nuestras metas de este año de desarrollo económico y social”. Para ello, acelerarán “la puesta en marcha de las políticas ya aprobadas” y prometen “utilizar bien todas las herramientas de la política monetaria”, en lo que parece anticipar una relajación de ésta.
Sobre todo, anuncian una relajación de las presiones sobre los sectores que se habían visto sometidos a una “tormenta reguladora” a lo largo del año pasado: el tecnológico y el inmobiliario. Entre otras cosas, prometen apoyar el “desarrollo saludable de la economía de plataformas (electrónicas)”.
El martes, el propio presidente Xi Jinping enfatizaba además la necesidad de inversión en infraestructuras, la fórmula a la que Pekín ha recurrido en cada caso de nubarrones en el horizonte económico. “La infraestructura es el cimiento para el desarrollo social y económico”, sostenía. La propuesta daba prioridad a sistemas de ferrocarril urbano, aeropuertos regionales, centros de salud, proyectos de conservación de agua y energía y centros de almacenamiento de datos, entre otros. “Un guion tradicional, pero desarrollado de manera distinta. Ahora se pone el énfasis en la innovación, en la economía verde, en infraestructura digital”, apunta Huang Yiping, catedrático de Economía y Finanzas de la Universidad de Pekín, en un seminario digital organizado por la Universidad de Sydney.
Pero por sí sola, la inversión en infraestructuras no será suficiente para garantizar los objetivos del Gobierno, señala Natixis. “Tendría que aumentar un 18% para contribuir su parte a un crecimiento del 5%”, calculan los analistas del banco francés. El Gobierno chino ya ha dado pasos en este sentido, y las emisiones de bonos de los gobiernos locales para proyectos de infraestructura se han elevado. En los primeros tres meses del año la inversión en este rubro ha crecido un 8,5%, una gran alza pero aún insuficiente. Eso significa, indican, que “la emisión de bonos, y otras formas de financiación, tendrá que multiplicarse en lo que queda de año para tener la posibilidad de activar suficientes proyectos”, a costa de aumentar la deuda.
“Es algo costoso y con poca productividad”, considera García-Herrero. Aunque el crecimiento nominal del PIB chino llegara al 5% este año, el real sería muy inferior, “y eso sería muy mala noticia para el mundo”. Por su parte, la consultora Trivium apunta en una nota que “con tantos factores fuera del control de Pekín —la covid, los precios de las materias primas, la demanda global— creemos que hay unos límites muy firmes a lo que Pekin pueda hacer” para llegar a las metas que se ha marcado.
Por ahora, la reunión del Politburó ha servido para dar nuevos ánimos a la Bolsa china, que el viernes registró su mejor jornada desde que comenzaron a dispararse los casos de covid en Shanghái.
Con todo, una cosa está clara: aunque ello signifique perjudicar a la economía, China no va a cambiar su política de covid cero. No, al menos, hasta después de que el Congreso del Partido haya renovado el mandato de Xi. La reunión del Politburó lo dejaba claro. “Hay que prevenir la epidemia” y “tenemos que persistir con la política de la gente lo primero, la vida lo primero”, señalaba el comunicado del encuentro.
Cualquier otra cosa, a ojos del Gobierno, pondría en peligro su credibilidad —y esa estabilidad que tanto prima—. “Saben lo que covid cero significa para la economía. Es solo que no pueden usar ese conocimiento para llevar a cabo un cambio de política en este momento (...) El presidente Xi quiere ser confirmado para un tercer mandato, así que no puede cambiar su narrativa tan cerca de la línea de meta”, apuntaba el presidente de la Cámara de Comercio Europea en China, Jorg Wüttke, entrevistado por el medio suizo The market.
“Al enfatizar la estrategia de covid cero como una muestra de la superioridad de la gobernanza de China, ha hecho más difícil abandonar la misión casi imposible de erradicar la infecciosa variante ómicron”, indica por su parte Lu Ting.