Jarro de agua fría a una recuperación económica rápida
Los empresarios españoles mantienen el optimismo a pesar de los obstáculos, pero fían la vuelta a la normalidad al proceso de vacunación, según el barómetro de Deloitte
“Quedan meses duros, pero se ve la luz al final del túnel”. Las palabras de la ministra Reyes Maroto este pasado miércoles ante un grupo de profesionales del turismo querían sonar esperanzadoras. Las pronunció el mismo día en que un medio de comunicación sectorial hacía recuento: medio millón de trabajadores de hostelería se quedaron sin empleo o fueron incluidos en un ERTE en ...
“Quedan meses duros, pero se ve la luz al final del túnel”. Las palabras de la ministra Reyes Maroto este pasado miércoles ante un grupo de profesionales del turismo querían sonar esperanzadoras. Las pronunció el mismo día en que un medio de comunicación sectorial hacía recuento: medio millón de trabajadores de hostelería se quedaron sin empleo o fueron incluidos en un ERTE en 2020. Un grano más a añadir a la montaña de desastres que deja el virus. Más deuda, más déficit, más paro y un desplome histórico del PIB. Y en 2021 ya se verá.
El barómetro de empresas que Deloitte elabora cada semestre para EL PAÍS añade nuevos datos, y algunos invitan a pensar que la ministra puede no estar equivocada, que salir del hoyo puede estar más cerca. La encuesta, realizada entre más de 200 empresas que suman, por dimensionar su peso, más de medio millón de trabajadores, habla de que en el segundo semestre de 2020 les fue mejor de lo que esperaban. Una bocanada de aire fresco para seguir en el maratón. Un 53% cerró el año con incrementos de ventas, el 45% aumentó su rentabilidad y el 28% incorporó plantilla después de la debacle de marzo y el confinamiento.
Sus previsiones para 2021 son menos sombrías que en el barómetro anterior, aunque hay que señalar que la encuesta se realizó entre diciembre, cuando la tasa de contagios era mucho menor que la actual, y principios de enero, antes de las grandes nevadas del temporal Filomena. Quizá por ello para el conjunto de este ejercicio la perspectiva económica se tiñe de verde: un 61% piensa que la máquina productiva española mejorará y un 15% no augura cambios. El restante 24% se mantiene en el fundido en negro. La recuperación total, a niveles anteriores a la pandemia, se espera entre mayo y diciembre para el 53% de las empresas y a partir del año próximo para un 45%. Esas previsiones son casi idénticas sobre lo que los panelistas esperan para su sector de actividad. Cuando lo que se analiza es la empresa propia, los datos incluso mejoran: hasta un 66% confía en que su organización crecerá (ligera o sustancialmente) este ejercicio y solo un 17% cree que empeorará.
Pero la muestra evidente de que, como decía la ministra, quedan trimestres complicados es que la perspectiva económica a cortísimo plazo, de aquí al verano, solo mejorará —ligeramente— para 4 de cada 10 consultados, mientras que un 54% piensa que empeorará en distintos grados o seguirá siendo igual de mala. “La clave estará en la capacidad que tenga nuestro país para que el programa de vacunación sea efectivo”, sintetiza desde la Caja Rural de Zamora Francisco Lozano, su director financiero y uno de los panelistas participantes. “La tercera oleada nos está golpeando muy fuerte. Los datos de ayer [por el lunes pasado] hablan de más de 90.000 contagios durante el fin de semana y la saturación sanitaria a las puertas. Con la vacunación nos estamos jugando la capacidad de que el sector servicios se recupere”. Un aviso en el que viajan las esperanzas de todo un país, o más bien de todo un continente, vista la guerra entre la Comisión Europea y AstraZeneca por el suministro de dosis.
Gonzalo Gómez Bengoechea, profesor de Economía de Comillas Icade, lo comentaba esta semana con sus alumnos. “Nunca habíamos imaginado que el número de camas de hospital fuera un indicador adelantado de actividad”. No lo dice de broma, lo lamenta. Sabe que en este escenario a los economistas se les agotan las respuestas, porque el problema sigue ligado en un 100% a la evolución sanitaria en una economía que ya cargaba con una pesada mochila de la crisis anterior (sin colchón fiscal, con una tasa de paro desoladoramente alta, con el ascensor social averiado) y en un momento donde la incertidumbre vuelve a asomarse al borde del acantilado.
El FMI enfriaba esta semana las previsiones para España: ya no anticipa un repunte del PIB del 7,2% este año, como barajaba hasta ahora, sino un más tenue 5,9%. Es el segundo mayor recorte entre las grandes economías del euro. El otro es el de Italia, en permanente inestabilidad política. “Suponiendo que se produjera una vacunación digamos generalizada, a final de verano podría darse la recuperación de indicadores en un proceso habitual que se traduzca en consumo, inversión y nuevos proyectos. Es verdad que el FMI enfría un poco la recuperación, pero también daba una caída del 12,8% que se ha quedado en un 11%”, matiza Gómez Bengoechea.
El empleo es uno de esos lugares llenos de niebla. Los ERTE han ayudado a que no se dispare el paro, que terminó el año en 3,7 millones, con una tasa del 16,5% según la última EPA. Muchas grandes empresas, como las que están representadas en el barómetro, han tenido que contratar refuerzos (un 28%) mientras que un porcentaje similar, del 26%, ha hecho ajustes. La mayoría de los cambios los ha forzado la pandemia (un motivo para variar la plantilla para el 77% de las empresas), mientras que para un 57% ha pesado la variación de su oferta de productos o servicios, y para el 41%, la posibilidad de acogerse a ERTE. Causas como cambios legislativos, acceso a mercados exteriores o fusiones, que tradicionalmente motivaban ajustes al alza o a la baja de las plantillas, quedan ahora relegadas como residuales. Un buen dato es que para el conjunto del año son más las empresas que piensan en crear empleo estable (un 27%) que las que creen que echarán a trabajadores (un 17%). En el caso de los temporales, en cambio, son más los que admiten que recortarán gasto en ese capítulo que los que van a fichar.
Más desequilibrios
Lo que es seguro es que la salida de esta crisis monumental será todavía más desigual. Se lee en los microdatos del barómetro: seguros, medios de comunicación, empresas de telecomunicaciones, construcción y logística creen estar de suerte. Piensan que en este semestre sus cuentas seguirán mejorando. Las de hostelería, turismo y la banca tienen el pulgar girado hacia el suelo. Los hoteles, por lo evidente: las restricciones físicas pulverizan los encuentros, los viajes, las reuniones, y el sector financiero, por la ola de morosidad que le puede caer encima cuando los estímulos públicos dejen de actuar en la economía. Sería una crisis sanitaria mutada a una financiera. “Por ahora la morosidad está anestesiada en los sectores productivos. Quizá se note algo en el consumo, pero ni siquiera lo estamos viendo en la vivienda. La tasa de ahorro está a niveles históricamente elevados”, abunda Lozano.
Según Funcas, el 36% de los españoles ya ha visto deteriorarse la situación económica en sus hogares, en especial los jóvenes. Por ahora, la mayoría de los ciudadanos, de todas las edades, piensan más en cuándo se terminará el virus que en si serán despedidos, pero la crispación social suele ser un incendio que recorre el subsuelo y solo se deja ver en el último momento, como enseñan los movimientos violentos de Holanda de esta semana. The Economist, echando mano de una investigación del Banco de Pagos Internacionales (BIS), sugiere que las crisis amenazan más a las instituciones democráticas cuando agravan las vulnerabilidades subyacentes, aquellas que en los buenos tiempos se orillaron. Y España tiene unas cuantas costuras a punto de reventar, como la situación de los autónomos.
María José Landaburu, secretaria general de la asociación de autónomos Uatae, pelea en los despachos de los ministerios de Economía, Seguridad Social y Trabajo líneas directas que permitan respirar a un colectivo que pese a todo, dice, tiene una ventaja: los perdedores de estos meses —comercio, la hostelería y algunos subsectores relacionados, como empresas de alojamiento o taxis— son los primeros que notarán la vuelta a la calma, cuando la haya. “Porque todos estamos deseando volver a salir, a consumir. El problema es que llevan mucho tiempo aguantando, y aunque el escudo de protección ha funcionado (ERTE y prestación por cese de actividad), el comercio ya venía arrastrando su propia crisis por el cambio de hábitos. O se aprovecha este tiempo para hacer una reconversión, o esto va a ser difícil de sujetar hagamos lo que hagamos”.
Esa palabra, reconversión, queda aplastada por la urgencia. Es, como cuenta Francisco Ortega, director financiero de Contenur, “un panorama difícil y dramático en algunos sectores, una situación desconocida donde no valen los modelos de ‘manual del ejecutivo’. La reinvención de las empresas va a ser, en algunos casos, la única tabla de supervivencia”. Teo Lozano, por ejemplo, dirige el departamento de marketing de Steelcase, una multinacional de muebles de oficina. Su sector, que no se había recuperado de la Gran Recesión, se desplomó un 30% el año pasado. “El año 2021 se prometía mejor, pero el primer semestre va a ser más de lo mismo hasta que no se extienda la vacuna”, lamenta. Pero ya está pensando en el plan B. “La palabra clave es la flexibilidad. En nuestro negocio sabemos que muchas empresas van a seguir optando por el teletrabajo en mayor o menor medida. Estamos diseñando modelos para lugares con menos trabajadores, para que puedan ejercer tareas colaborativas presenciales. Además, la demanda de los particulares nos ha hecho ponernos las pilas en el ecommerce, en buscar productos que encajen más en una casa, donde no todas las sillas de trabajo van a ser negras”.
Ferrán García, director de Caboel, una compañía inmobiliaria patrimonialista, habla de que en su caso hay mucho capital disponible en manos de inversores internacionales y “el inmobiliario puede ser una alternativa”. Otros testimonios de empresas también ven el vaso medio lleno. María Mata, directora del grupo inmobiliario Sociedad Azucarera Larios, cree que esta vez, a diferencia de la crisis de 2008, el suyo es un sector “mejor preparado”, y recuerda que el éxito estará reservado en el futuro para las empresas donde la rentabilidad comparta espacio con procesos de sostenibilidad, con una estrategia corporativa a largo plazo. El barómetro le da la razón, aunque sea a golpe de apocalipsis. Entre los objetivos de desarrollo (ODS) a los que más contribuyen las empresas de la encuesta, la “acción por el clima” ha pasado del séptimo puesto a la primera posición. Luego viene la igualdad de género, pese a que la proporción de mujeres en puestos directivos en estas mismas empresas que dicen estar preocupadas es considerablemente menor (un 24%) que en cargos intermedios (un 37%) o puestos base (un 43%). Curioso, pero el ODS número 8, que habla del “trabajo decente y el crecimiento económico”, desciende al quinto lugar.
Comercio exterior
Si algo aprendió España en la pasada crisis fue a salir al exterior. La industria tenía el camino recorrido, quizá por eso personas como Manuel Terroba, presidente de BMW para España y Portugal, siguen siendo optimistas “pese a la complejidad de 2020 y del preocupante arranque de este año en el automóvil”. Sin embargo, para el conjunto de empresas encuestadas esta tierra conquistada está en llamas. El peso de las ventas sobre su facturación en el segundo semestre se ha reducido; un 49% no exporta nada de nada y solo para el 25% suponen más de un 30% de su facturación.
Este año, la mitad siguen pensando que las exportaciones no tendrán ninguna importancia en su negocio. El mercado en el que más confían los que sí lo hacen es el europeo, azotado por los confinamientos, y en cambio el peor visto es el Reino Unido, donde tras el Brexit el 13% de las empresas espera dejar de hacer negocios. Fuera de Europa, una recesión se da por segura en muchas economías latinoamericanas para el 47% de los empresarios, mientras que para los mercados norteamericano y asiático —sobre todo este último— se esperan los mejores comportamientos.
Con estas bases tan frágiles, la economía española afronta un año más difícil del que se prometía el pasado diciembre. Las dos luces al final del túnel, las vacunas y los fondos europeos, parpadean. Si es cierto, como decía este jueves el ministro de Salud de Alemania, Jens Spahn, que la escasez en el suministro de vacunas durará al menos dos meses, la recuperación se dilatará seguramente hasta pasado el verano.
En cuanto a los fondos europeos, ya son recibidos con un gran escepticismo: solo el 17% de los panelistas creen que servirán para mejorar “sustancialmente” la economía española. La prueba es que el 65% —y hablamos de empresas medianas y grandes— consideran que no van a poder beneficiarse de los proyectos del plan Next Generation.
Rechazo generalizado al Gobierno
En este tipo de sondeos, los empresarios suelen ponerse de acuerdo en dos cosas: en las críticas al Gobierno —mayoritariamente si es de izquierdas— y en exigir rebajas fiscales como remedio universal contra los problemas. Esta ocasión no ha sido distinta: el 71% de los consultados cree que Pedro Sánchez lo está haciendo mal o muy mal. Para otro 15% su gestión es indiferente y solo el 14% opina que lo está haciendo bien (nadie le da, en todo caso, un sobresaliente).
Las áreas donde la gestión pública debería mejorar empiezan por la investigación, que para el 95% tendría que estar mejor dotada presupuestariamente. Le siguen la educación, la sanidad, el apoyo a las exportaciones, la mejora de la natalidad y la mejora del marco de competencia. En otros puntos, como las pensiones o la edad de jubilación, el consenso es que deberían mantenerse como están.
Los reproches son de todo tipo, pero el más extendido es el que hace referencia a los impuestos, “excesivos” para la mayoría, en referencia al IRPF o las cotizaciones sociales. En el impuesto de sociedades y el IAE (que pagan las empresas que facturan más de un millón de euros), la mitad piensa que son excesivos. No así el IVA, que para el 55% de las empresas está en niveles “adecuados”. Las quejas se extienden a que la fiscalidad afecta negativamente a los resultados: casi un 90% de respuestas en este sentido.
Por el otro lado, el 65% considera que el aumento de la productividad ha beneficiado a sus empresas, algo que puede relacionarse con el auge del teletrabajo, y el 56% cree que un entorno de bajos costes financieros les ha dado un empujón. En cuanto al teletrabajo, hay una previsión, y es que los que pueden optar por esa fórmula irán incorporando a la oficina a una parte de la plantilla y recortando las tareas en remoto de las personas que trabajan en casa el 100% de la jornada.
Preguntados individualmente, algunos ejecutivos añaden, como Manuel Garrido, de la distribuidora eléctrica Monesterio, “el exceso de burocracia que asfixia la productividad” u otros problemas asociados específicamente a la pandemia, como el aumento de costes por las medidas de seguridad impuestas. En estos costes pesa sobre todo la adquisición de mascarillas, la instalación de mamparas o la adaptación de puestos de trabajo, el incremento del personal para limpieza y nuevos equipos de desinfección.
El 21 de diciembre el Senado daba la aprobación definitiva a los Presupuestos Generales del Estado (PGE). Son las primeras cuentas del Gobierno de coalición para romper con la provisionalidad que vivía el país desde los últimos PGE de 2018. Preguntados por si son una buena herramienta para impulsar la maltrecha economía, suman mayoría (54%) las empresas que creen que la empeorarán, frente a un 25% que consideran que la mejorarán “ligeramente” y un 18% que las considera neutras.
Fin de la moratoria concursal
Ramón Carnota, director financiero de dinahosting, dice que en su empresa de dominios de Internet han tenido muchísimo trabajo últimamente. “Muchos negocios han tenido que cerrar, algunos han apostado por el 'online' y otros han decidido redoblar el esfuerzo en el comercio electrónico”. Javier Hernández Galante, socio del despacho Arshurst, cree que este año no les va a faltar trabajo ni a los departamentos de mercantil, financiero e inmobiliario, como consecuencia del número de operaciones de compra de compañías y activos, ni, por otro lado, a los abogados especializados en concursal, procesal o derecho tributario, por el aumento de los problemas societarios y la litigiosidad con Hacienda. Se impone un cambio muy radical y rápido que solo las moratorias (la ampliación de los ERTE o la de los préstamos ICO) están evitando.
Igor Ochoa, consejero delegado de Dipcom Corporate, habla de que muchas empresas están ya en fase zombi aunque aparentemente sigan en pie. “En los próximos seis o nueve meses la actividad de la hostelería no se va a recuperar. Algunas están esperando a que termine la moratoria del decreto del 14 de marzo para presentar concurso de acreedores”. Se refiere al decreto del año pasado por el que el Gobierno blindó legalmente a las compañías frente a sus acreedores, de modo que estos no pueden —hasta dentro de un mes y medio— forzar el concurso. Por eso el año pasado los registradores constataron menos suspensiones de pagos que en otros ejercicios, una situación extraordinariamente inusual en plena crisis. El problema, sin embargo, sigue estando ahí. Los despachos ya notan un incremento de los concursos exprés, que dan lugar a una liquidación directa. “Los más tocados están en el sector 'retail”, apunta Ochoa, y menciona que las empresas quebradas dejarán sin devolver las ayudas públicas recibidas, como las de los ERTE.