Los coches eléctricos sorprenden a todo el mundo la primera vez que se conducen. Y es que aceleran mucho, bastante más de lo que se imagina a priori. La primera diferencia es la entrega de la potencia. Así, en los modelos convencionales con mecánica térmica, uno de 150 CV, por ejemplo, la potencia máxima se va alcanzando a medida que el motor sube de revoluciones y solo se consigue al llegar al máximo. Pero al empezar a acelerar o arrancando en un semáforo, a lo mejor solo tenemos 30 o 40 CV.
Aceleraciones de deportivo
En un coche de baterías como el nuevo ID.3 de Volkswagen, en cambio, sus 204 CV eléctricos están siempre disponibles y de forma instantánea, como cuando se pulsa el interruptor de la luz en casa. Y como no llevan cambio, tampoco hay interrupciones, ni dejan de empujar en cada salto de marcha. Y es el conductor quien decide, con la presión del pie sobre el acelerador, la potencia que quiere utilizar. Pero si los necesita todos, por ejemplo para resolver un adelantamiento apurado, están ahí, y ofrecen aceleraciones de 3,5 segundos de 0 a 60 km/h.
Sin embargo, y al igual que en los coches térmicos, el consumo sube mucho cuando se les exige. Pero en los de baterías además se acorta aún más la autonomía. Así que conviene no abusar, sobre todo durante los viajes, salvo que sea necesario o se esté dispuesto a hacer paradas extra para recargar.
Estos son algunos consejos útiles para reducir el consumo de los eléctricos y optimizar su autonomía.
Acelerar sin nervios
Como los modelos a pilas tienen un uso sobre todo urbano, una de las claves para que gasten poco es acelerar con suavidad. Y cuanto más a punta de gas se lleven, dejándoles que ganen velocidad sin prisa, más eficientes son y más autonomía ofrecen.
Frenar sin prisa
En el extremo opuesto, los eléctricos aprovechan la energía cinética al desacelerar para recargar las baterías y los más eficientes pueden recuperar hasta el 30% de lo gastado al acelerar en el mismo trayecto mientras retienen en la siguiente frenada.
Por eso la mayoría incluyen unos aceleradores especiales muy sensibles, que permiten regular con el pie la intensidad de la retención para ir parando el coche suavemente, sin necesidad de tocar el pedal del freno. Es la razón por la que los modelos de baterías apenas gastan pastillas, y de hecho las que vienen de serie pueden durar más de 100.000 kilómetros.
Conducción anticipada
La consecuencia de todo lo anterior confirma que con los eléctricos interesa aún más, conducir muy concentrado y atento al tráfico para poder anticiparse a cualquier imprevisto. Eso supone calcular mucho las distancias con los vehículos que preceden e ir llevando el coche como si se fuera a vela, pero reteniendo lo justo para evitar frenar si lo empieza a hacer el coche de delante, o para parar justo en el semáforo en rojo sin tocar el freno o sin tener que re acelerar para llegar.
Pero a la vez, y en el caso que se necesite frenar, conviene hacerlo suavemente alargando la frenada, porque todo el tiempo que se pasa frenando se está recargando la batería.
Programa B en ciudad
Otra alternativa que simplifica todo lo anterior para quienes no se quieren complicar la vida es seleccionar el programa B que llevan casi todos los eléctricos junto al mando del cambio. Así, se deja que sea la electrónica la que haga todo el trabajo señalado anteriormente. Pero si se elige esta opción, conviene también ayudar a optimizar el resultado regulando la retención a base de levantar más o menos el pie del acelerador.
La velocidad justa
Igual que los eléctricos son muy eficientes a baja velocidad, a medida que aumenta pierden eficiencia y suben proporcionalmente el consumo mucho más que sus equivalentes con motor térmico. Por eso conviene elegir la velocidad justa, que como mucho debería estar en los límites legales, porque la diferencia de consumo entre ir a 100 km/h o a 120 km/h puede superar el 30% en autopista e incluso más, si hay subidas prolongadas. Y además, salvo en las bajadas de los puertos, en carretera hay que llevar el cambio siempre en la posición D.
Correr en las bajadas y exprimir la inercia en las subidas
Aquí la mejor técnica es justo la contraria de la que se usa en los modelos con mecánica térmica. Es decir, con los eléctricos hay que aprovechar las bajadas para acelerar, coger impulso y ganar velocidad, porque es cuando al coche le cuesta menos esfuerzo. Y luego, al atacar las subidas, intentar mantener el ritmo acelerando lo justo para aprovechar su elevada inercia, porque la mayoría se acercan o superan los 2.000 kilos por el sobrepeso de las baterías.
Ni frío, ni calor a bordo
Otro aspecto clave que afecta mucho a la autonomía de los eléctricos es la climatización interior, porque consume mucha energía. En especial cuando hace frío, porque con calor, el aire acondicionado no eleva tanto el gasto ni reduce excesivamente la autonomía. Así, en verano lo más eficiente es llevar la temperatura en torno a 23-24 grados, ni frío ni calor, vamos.
En invierno, en cambio, son más sensibles y por eso se recomienda programar la temperatura con el móvil para que se climatice antes de salir de casa sin gastar energía de las baterías en los primeros kilómetros. Pero al margen de este detalle y como norma general, cuanto más cerca se vaya de los 20-21 grados en invierno, mejor, porque se ahorra más.
Asientos climatizados
Sin embargo, hay un detalle interesante que puede ayudar a mejorar la eficiencia en invierno cuando hace frío. Se trata de los asientos con calefacción, e incluso con volante climatizado, que incluyen de serie o como opción muchos eléctricos. Y es que resulta sorprendente el confort térmico que llegan a aportar sin apenas restar eficiencia, porque en cuanto se lleva la espalda y las manos templadas, muchas veces resulta casi innecesario reconectar la calefacción.
Bomba de calor
Por último, muchos modelos eléctricos ofrecen también de serie, o como opción, la climatización por bomba de calor, una tecnología muy eficiente en cuanto a consumo energético, tanto en invierno como en verano, para disfrutar la temperatura interior idónea reduciendo al mínimo la pérdida de autonomía.