La voluble geopolítica del medicamento
La crisis sanitaria ha destapado la alta dependencia de Occidente de los países emergentes
La industria farmacéutica, una de las más poderosas del mundo, afronta dos debilidades imprevistas. Si la urgencia del coronavirus debilita su sistema de patentes, el sector podría tener que reinventar su modelo de negocio. La industria necesita desarrollar un sistema comercial que equilibre la escasez y la accesibilidad. Y aceptar que China es el mayor productor de principios activos farmacéuticos (APIs) de algunos de los medicamentos más populares del mundo, como el paracetamol, el ibuprofeno o la amoxicilina. Los es desde hace una década. Hasta mitad de los años 90, Estados Unidos, Japón y ...
La industria farmacéutica, una de las más poderosas del mundo, afronta dos debilidades imprevistas. Si la urgencia del coronavirus debilita su sistema de patentes, el sector podría tener que reinventar su modelo de negocio. La industria necesita desarrollar un sistema comercial que equilibre la escasez y la accesibilidad. Y aceptar que China es el mayor productor de principios activos farmacéuticos (APIs) de algunos de los medicamentos más populares del mundo, como el paracetamol, el ibuprofeno o la amoxicilina. Los es desde hace una década. Hasta mitad de los años 90, Estados Unidos, Japón y Europa eran responsables del 90%. Hoy China y la India producen el 80% de los principios activos importados por Estados Unidos. No es una broma. No en un país donde un general y presidente, Dwight Eisenhower, escribió: “No resulta difícil demostrar que las batallas, las campañas e incluso las guerras se han ganado o perdido debido a la logística”.
Y el país se siente, si no en guerra, sí bajo un profundo conflicto. Estos días, el hombre puede construir un techo optimista común y pensar que vivimos una de esas fechas en las que fuimos la raza que debemos ser. Fechas que recuerdan a otras. El 4 de mayo pasado fue una de ellas, cuando empresas, países y oenegés acordaron destinar 8.000 millones con el fin de luchar contra la covid-19. Jornadas que recogen lo mejor del ser humano al verse exigido como especie. Sin embargo, el VIH, cuyo primer caso se identificó hace 40 años, aún no tiene vacuna. Detrás de esta lenta respuesta hay discriminación, negación y una sensación de falta de urgencia. Pero el mundo rota siguiendo sus impertérritos meridianos financieros.
“Las grandes firmas europeas como AstraZeneca, GSK, Novartis, Novo Nordisk y Roche ofrecen una rentabilidad por dividendo del 3,5%”, apuntaba un análisis de febrero de la gestora Columbia Threadneedle Investment. Aunque durante ese mes se les olvidó que les han olvidado. Hace tiempo que los medicamentos no les “pertenecen”. Al menos no todos. Médicos sin Fronteras llama a la India “la farmacia del mundo de las naciones en vías de desarrollo”. Es el tercer mayor productor por volumen y exporta el 20% de los medicamentos genéricos del planeta. Solo el Instituto Serum, que trabaja con AstraZeneca y la Universidad de Oxford, en su vacuna contra la covid-19, fabrica 1.500 millones de dosis al año. El 80% las exporta. Y es —asegura The Conversation— el mayor proveedor de Unicef. Aunque sufre, a su vez, la dependencia China. De allí provienen, los principios del paracetamol, el ibuprofeno o la amoxicilina. Resulta complicado competir contra los costes laborales y la electricidad china. Pero también será difícil producir una vacuna a escala planetaria sin ellos. O la India.
En 2019 el gasto médico de EE UU fuera de sus fronteras sumó 20.000 millones de dólares
Sin duda, los medicamentos deben regresar a casa. Algo difícil. “Va a ser un desafío de las economías de escala producir un amplio volumen de APIs. Hará falta una coordinación dentro de los propios países europeos”, avisa Rory Horner, profesor de política económica de la Universidad de Manchester. Porque la geopolítica de los medicamentos, que nunca ha sido un juego de suma cero, solo acaba de empezar. En 2019 —acorde con Horner— Alemania fue el principal origen de las importaciones de medicamentos de China, seguido de Francia, Estados Unidos, Italia y Suecia. El gigante asiático importa, sobre todo, tratamientos contra el cáncer. Medicamentos caros. Habrá un reequilibrio. Estados Unidos gastó fuera del país el año pasado 20.000 millones de dólares en medicinas y equipos médicos. Da igual quién gane las elecciones de noviembre a la Casa Blanca. Ni republicanos ni demócratas seguirán sosteniendo cifras que escoden una dependencia tan elevada. Un ejemplo de esa carestía es la insulina. “Vital para la vida de 19 millones de estadounidenses diabéticos”, alerta Fernando J. Muzzio, profesor de ingeniería bioquímica en la Universidad de Rutgers (Nueva Jersey).
La industria española ha reaccionado a la partida con los genéricos. La Asociación Española de Medicamentos Genéricos (Aeseg) en una nota de mayo sostiene que los 13 centros de producción situados en España incrementaron su capacidad de producción “a pesar de las dificultades”. Y reivindica su mapa y su territorio. “El 70% de los genéricos consumidos en España se fabrica en el país”, precisa. “Y aunque el sector no está involucrado en el desarrollo de la vacuna, sí tiene gran capacidad de producirla a mayor escala en caso de ser segura y efectiva”, analiza Suzette Kox, secretaria general de la Asociación Internacional de Medicamentos Genéricos y Biosimilares. Todo lo que sea abaratar las recetas será necesario. “Por razones éticas y por la presión política, los Gobiernos no tendrán otra opción que dedicar recursos adicionales al sistema de salud. La atención ya sea pública o privada tendrá que financiarse con recursos públicos. Pero es probable que principalmente hagan falta nuevos impuestos”, vaticina Nicholas Barr, profesor de la London School of Economics (LSE).