Gonzalo Sánchez (PwC): “Dependemos de los servicios y hay que reactivarlos cuanto antes”
El presidente de la consultora en España cree que hay que asumir que el virus es más resistente que la economía, por lo que pide “correr unos mínimos riesgos” para que la maquinaria productiva eche a andar
Ha estado viajando (con los permisos necesarios) en coche entre Madrid y Bilbao. “Una odisea”, admite. Es el camino que une dos de las sedes principales de la compañía. Durante horas de carretera, ha pensado en el sentido que hoy tiene el oxímoron “normalidad distinta”. Porque Gonzalo Sánchez (Bilbao, 1970) es presidente de la consultora PwC en España, responsable de 4.700 trabajadores y uno de esos ejecutivos que miran con un punto de fuga elevado, no solo porque el logo de su empresa cuelgue a 256 metros de una de las famosas Cuatro Torres de Madrid, sino porque la auditora factura 42.488 mi...
Ha estado viajando (con los permisos necesarios) en coche entre Madrid y Bilbao. “Una odisea”, admite. Es el camino que une dos de las sedes principales de la compañía. Durante horas de carretera, ha pensado en el sentido que hoy tiene el oxímoron “normalidad distinta”. Porque Gonzalo Sánchez (Bilbao, 1970) es presidente de la consultora PwC en España, responsable de 4.700 trabajadores y uno de esos ejecutivos que miran con un punto de fuga elevado, no solo porque el logo de su empresa cuelgue a 256 metros de una de las famosas Cuatro Torres de Madrid, sino porque la auditora factura 42.488 millones de dólares (unos 38.300 millones de euros al cambio actual) y emplea a 276.000 profesionales en el mundo. Desde la ventana del coche, ha visto, estas jornadas, pasar paisajes. La Rioja, Castilla y León, País Vasco. Y ha imaginado otra vez ese oxímoron. En Madrid han instalado un arco de temperatura, reconfigurado las plantas y escalonado la vuelta del personal en sus 20 oficinas. “La incorporación será progresiva. Nunca al 100%”, sostiene.
Pregunta. Citando el verso de Leonard Cohen, “El sistema está apagado”, ¿cómo lo encendemos?
Respuesta. No está apagado totalmente. Aunque es verdad que están desconectados sectores de la economía española muy importantes. Por eso hay que ponerlos en marcha cuanto antes. En España dependemos mucho de los servicios y tenemos que reactivarlos. Porque debemos asumir que el virus es más resistente que la economía y habrá que correr unos mínimos riesgos.
P. ¿Hay que reindustrializar España?
R. Soy vasco. Procedo de un entorno industrial y creo que la industria es necesaria para dar sostenibilidad a una economía. La reindustrialización, si se ponen las facilidades administrativas y fiscales, es una gran oportunidad. España ha optado siempre más por los servicios, pero estamos ante una ocasión de dar ese giro.
P. ¿Pero qué hacemos con los servicios? Porque llevamos décadas con ese monólogo de ser una nación de I+D, tecnología…
R. No se trata de escoger entre una cosa o la otra. Es mantener lo bueno que tiene un país que posee la capacidad de generar una industria de servicios potentes, pero a la vez desarrollar otras actividades que en el pasado hemos dejado atrás —por la bonanza económica— y en las que ahora vemos que cojeamos.
P. ¿Nacionalizar algunas empresas es una forma de caminar mejor?
R. Se habla mucho de la entrada del sector público en el privado. A este último hay que darle facilidades para que siga empujando. La nacionalización es una medida casi final. Los Gobiernos lo que tienen que hacer es proponer todas las iniciativas posibles para reactivar ese tejido industrial y que el sector privado siga existiendo porque es la base del sistema económico. No irnos a opciones finales sin antes haber intentado todo lo que falta.
P. De los cambios que llegan, ¿cuáles cree que afectarán más a España?
R. Clarísimamente, la aceleración de la revolución tecnológica. En un país industrializado llega más rápido que en uno de servicios. Y también hemos visto que tenemos que gestionar la demografía y la pirámide poblacional de una manera muy distinta. El envejecimiento en España es un problema que venía de atrás y debemos asumir todo lo que implica.
P. ¿Qué pasará con los perdedores de esta revolución, con quienes no puedan adaptarse?
R. La única forma de que no haya ganadores y perdedores es la educación. Si ajustamos el sistema educativo, podemos aprovecharnos de la tecnología: pues no destruye empleo, sino que reemplaza funciones. Además, los países más robotizados del mundo tienen menor paro que España o la media de la Unión Europea.
P. ¿Ha llegado a su fin la obsesión del crecimiento perpetuo de la economía?
R. Vivimos en un mundo de ciclos y debemos acostumbrarnos a que cada vez serán más frecuentes. Ahora pasamos por este. Pero dentro de 5 o 10 años nos tocará otro que hoy no somos capaces de imaginar. Necesitamos una economía y unos patrones sostenibles que naveguen por los ciclos de una manera que no nos hagan sufrir en exceso. El crecimiento forma parte del progreso. Pero no podemos tensionarlo con modelos no sostenibles, porque cuando estalla, estalla el doble.
P. ¿De qué manera cambia su negocio la crisis sanitaria?
R. Al estar presentes en todos los sectores y en distintas actividades, nos repercute de formas muy distintas. Pero tampoco voy a negar que afectará, de una manera u otra, a todas las empresas de España. Y nosotros representamos el sector servicios, que también está tocado. En el cortísimo plazo toda la plantilla está teletrabajando perfectamente. En el negocio de la auditoría, por ejemplo, estamos atendiendo las obligaciones en los tiempos acordados y con el nivel de calidad requerido. Por ahora, operamos con cierta normalidad aunque con la incertidumbre de cuál será la salida.
P. ¿Van a sufrir los resultados este año?
R. Cerramos el ejercicio el 30 de junio. Nuestro año va a tener nueve meses muy buenos y tres meses que, por la inercia, no se verán tan afectados. La incertidumbre llega a partir del 1 de julio. Qué pasará cuando se reabra todo y veamos dónde y cómo quedan las empresas y los proyectos. Es muy difícil pensar que no nos afectará. Pero seguiremos contratando y sosteniéndonos en las bases de un negocio que lleva muchos años funcionando bien.
P. ¿Corren peligro los puestos de trabajo de sus miles de empleados?
R. Tenemos un compromiso de mantenimiento y de protección del empleo. No vamos a hacer un ERTE. Cuando se para un proyecto, intentamos buscar flexibilidad con el fin de proteger a nuestros profesionales. El modelo de PwC es piramidal y no lo cambiamos.
P. Lo que sí serán distintas son las exigencias de los clientes.
R. Hay empresas que van a cambiar la forma en la que prestan sus servicios a los clientes y ahí existen oportunidades en tecnología y consultoría. A principios de 2021 empezarán a aparecer nuevas opciones para nuestra firma.
P. ¿Habrá tensión en los precios de los servicios?
R. Es probable. España es un país de servicios sumamente competitivos. Y resulta posible que ciertos productos o proyectos sufran una guerra de precios. Pero nosotros somos muy malos compitiendo en precio. Cuando lo haces es porque al final se valora poco la capacidad que tienes de generar valor.
P. Estos días se critica la supuesta responsabilidad de las Big Four (KPMG, EY, PwC, Deloitte) como arquitectos de la elusión fiscal de las grandes tecnológicas y también en el asesoramiento en la compra de viviendas por fondos buitre.
R. Se generó una corriente de opinión en ese sentido, pero las grandes firmas no hemos estado involucradas en ningún proceso de este estilo. Las estructuras fiscales las hacen otro tipo de empresas. En PwC le puedo asegurar que es todo lo contrario. Estamos comprometidos con evitar esa clase de prácticas porque vivimos de la reputación de la marca. Ayudamos a nuestros clientes desde la absoluta legalidad.
P. No hablaba de prácticas ilícitas, sino de algunas que provocan rechazo social.
R. Muchas de las cosas que han ido apareciendo en la prensa están prohibidas a nivel global. Y cuando te involucran es más por usar la marca, y luego queda en nada [el Tribunal Supremo admitió en enero el recurso de casación presentado por PwC contra la multa por su auditoría del desaparecido Banco Popular].
P. Dentro de lo que permanece, ¿esta crisis deja una pérdida de libertades individuales?
R. Cuando a la gente le ponen encima de la mesa la muerte, tiende a tener miedo. Es natural. Como sociedad hemos interiorizado la pérdida de nuestras libertades por una aparente mayor seguridad. Cuando la emergencia pase, hay que volver a recobrarlas. Todos los países se verán afectados. Pero si algo tiene España diferente es su estilo de vida. Si ponemos eso en riesgo, perderemos todo lo bueno que tenía España y nos podríamos quedar solo con lo malo.
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