Las condiciones de Berlín

La leve intensidad de las críticas a las exigencias de Alemania para instaurar el Fondo de Garantía de Depósitos hace más viable que nunca la unión bancaria europea

La presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, y el ministro de Hacienda alemán, Olaf Scholz, acuden a una reunión de ministros de finanzas europeos en Bruselas el pasado jueves.JOHANNA GERON (REUTERS)

La propuesta de imprimir un nuevo impulso a la unión bancaria —completándola con un Fondo de Garantía de Depósitos (FGD)— lanzada hace una semana por el ministro socialdemócrata alemán de Hacienda, Olaf Scholz, tiene recorrido. Así lo sugiere la leve intensidad de las críticas a la condición que interpuso.

Que equivale a la que mantuvo su predecesor, el rigorista democristiano ...

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La propuesta de imprimir un nuevo impulso a la unión bancaria —completándola con un Fondo de Garantía de Depósitos (FGD)— lanzada hace una semana por el ministro socialdemócrata alemán de Hacienda, Olaf Scholz, tiene recorrido. Así lo sugiere la leve intensidad de las críticas a la condición que interpuso.

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Que equivale a la que mantuvo su predecesor, el rigorista democristiano Wolfgang Schäuble: la (previa) reducción de los riesgos a los que se enfrenta la banca, pues a menor riesgo, menor peligro de tener que desembolsar ayudas en algún momento. La diferencia es que Schäuble la ponía como requisito antes de empezar a hablar; Scholz desbloquea al menos del debate, como ha deslinado Wolfgang Munchau.

De entrada, su canciller de coalición, Angela Merkel, endosa la propuesta del ministro como "una" contribución importante, no como "la" posición de Berlín: ya es algo que llevarse a la boca.

Ha habido una suave discrepancia holandesa con la idea complementaria alemana de que "necesitamos en la UE un impuesto común sobre la banca", a través de una armonización de la base del impuesto de sociedades y de una "tasa efectiva mínima". Y una, más aparatosa que real, negativa italiana a gravar de través del bucle, los bonos públicos nacionales comprados por la banca local e incorporados a su balance, ese talón de Aquiles nacionalista.

Claro que Berlín tiene sus razones propias para el FGD: su Deustche Bank sigue siendo de lo peor del ramo, e igual un día hay que rescatarlo con ayudas. Y las filiales de bancos extranjeros en la República Federal de Alemania suponen ya el 5% del sistema, "el doble que los activos de los bancos alemanes en el resto de países de la UE", se quejan donde Scholz. "La banca alemana necesitará expandirse en Europa, y una fuerte unión bancaria lo facilitaría", concluyen.

Todos, sin embargo, reconocen que hay que reducir riesgos bancarios. Pero es que ya se ha empezado. Los ratios de solvencia aumentaron entre un 68% y un 86% en 2018 (sobre 2017); la cobertura de liquidez superó el 100%: la capacidad de absorción de pérdidas ascendía a 207.000 millones.

Y los créditos fallidos y dudosos —el peor punto— bajaron a 910.000 millones, un 4,4%, suelo enorme, pero récord bajo desde 2014, según el Overview of progress in achieving risk reduction measures (Eurogrupo, 6-6-2018). Veremos a fin de año.

Aunque el debate entre reducir riesgos y compartirlos es bastante "artificial", como destacó Mario Draghi en Florencia (11-5-2018): los backstops públicos minoran el riesgo al "contener el pánico del mercado en las crisis", y hoy, cuando existe el fondo de resolución (y se va nutriendo de cuotas bancarias privadas), "si quiebran bancos, se necesitará poco riesgo compartido por el sector público".

Así que con una unión bancaria completa, EE UU cerró sin pena 500 bancos en la Gran Recesión. La eurozona, solo 50.

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