Héroe inútil y de colon melancólico

Un anodino vendedor de seguros protagoniza la nueva novela de Mateo Díez

El escritor es más adicto al cine que a los libros. En estratégicas estanterías colocadas en encrucijadas domésticas se conservan al menos 3.000 películas. Pagadas religiosamente y con la leve incomodidad del que se siente un poco engañado cuando suelta 17 euros por un filme francés de los cuarenta sabiendo que los creadores de aquello no percibirán un céntimo. Mayor que la incomodidad es su credo. "Mi religión no me permite bajar cosas", dice Luis Mateo Díez (Villablino, León, 1942) con claridad manifiesta pese al vago enunciado.

Queda claro que nunca le encontrarán en una manif...

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El escritor es más adicto al cine que a los libros. En estratégicas estanterías colocadas en encrucijadas domésticas se conservan al menos 3.000 películas. Pagadas religiosamente y con la leve incomodidad del que se siente un poco engañado cuando suelta 17 euros por un filme francés de los cuarenta sabiendo que los creadores de aquello no percibirán un céntimo. Mayor que la incomodidad es su credo. "Mi religión no me permite bajar cosas", dice Luis Mateo Díez (Villablino, León, 1942) con claridad manifiesta pese al vago enunciado.

Queda claro que nunca le encontrarán en una manifestación a favor de esa corriente que postula que los productos culturales deben ser gratis ("Cuando no hay precio, no hay aprecio y lo que hay es menosprecio", dice). Lo cual podría confundir sobre el valor que el autor de La fuente de la edad da a los libros. "Una manera de amarlos es desprenderse de ellos", sostiene. "Si yo me cambiara de casa, a lo mejor la biblioteca no viajaba conmigo. Con mil obras fundamentales es suficiente", zanja antes de perseguir un buen calificativo para su biblioteca. "Desvencijada".

Todo lo cual apunta hacia algo difícil de apreciar a simple vista: el desorden íntimo de Mateo Díez, ese desorden que comparte en cierta manera con Ismael Cieza, el protagonista de su nueva novela, Pájaro sin vuelo (Alfaguara), y otros personajes de existencia desgarbada que han salido de su imaginación. "En todo he cuidado mis límites para ocultar mis ilimitaciones. He logrado dar con esa impostura", concede. Ismael Cieza es otro héroe del fracaso habitual del universo Celama, construido pacientemente novela a novela y poblado por seres "anodinos, con una vida interior muy profunda, que nunca van a cazar leones a África y pueden vivir aventuras a la vuelta de la esquina". Cieza nació a partir de la idea de inutilidad. "Quería escribir sobre el inútil en sentido de alguien con voluntad poco poderosa y, al mismo tiempo, con una conciencia lúcida". Cieza, empleado de una empresa de seguros, recién separado, estreñido crónico ("el colon melancólico", diagnostica un amigo), se levanta una mañana para ir camino de encuentros excepcionales con las rutinas cotidianas. "Él tiene mucha conciencia de la materia frágil de la que estamos hecho... El mal del alma está impregnado del mal del cuerpo, es imposible cierta altura de espíritu sin un cuerpo sosegado", explica el escritor, que lleva cuatro años jubilado de su trabajo en el Ayuntamiento de Madrid. ¿Alguna añoranza? "El pasado es un seguro de vida al que ya no tengo que recurrir".

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