Análisis:EL ACENTO

Un troyano entre nosotros

La NASA acaba de confirmar una predicción de 1772. La hizo el gran astrónomo francés Joseph Louis Lagrange con la mente puesta en Júpiter y basándose en consideraciones puramente matemáticas. Pero la idea era tan buena que ha acabado sirviendo también para nuestro planeta, y gozando de una existencia tan física como para poder aterrizar sobre ella en un futuro próximo. Se trata del primer asteroide troyano que se ha descubierto en la vecindad de la Tierra, una roca de 300 metros de diámetro que podría causar un cataclismo atroz si chocara contra nuestro planeta. Pero no lo hará nunca. L...

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La NASA acaba de confirmar una predicción de 1772. La hizo el gran astrónomo francés Joseph Louis Lagrange con la mente puesta en Júpiter y basándose en consideraciones puramente matemáticas. Pero la idea era tan buena que ha acabado sirviendo también para nuestro planeta, y gozando de una existencia tan física como para poder aterrizar sobre ella en un futuro próximo. Se trata del primer asteroide troyano que se ha descubierto en la vecindad de la Tierra, una roca de 300 metros de diámetro que podría causar un cataclismo atroz si chocara contra nuestro planeta. Pero no lo hará nunca. La misma ciencia que predijo su existencia hace dos siglos y medio nos garantiza ahora 10.000 años de subsistencia pacífica. Esto es, si las ecuaciones de Lagrange eran correctas.

Esas ecuaciones revelaron que existen dos puntos en la órbita de cualquier planeta en que las fuerzas gravitatorias -ejercidas por el Sol y por el planeta- se estabilizan, y que por tanto deberían alojar asteroides, cuerpos celestes pequeños en comparación con los planetas. Cada uno de esos puntos forma un triángulo equilátero con el Sol y el planeta en cuestión.

Ya habían confirmado los astrónomos la predicción de Lagrange para Júpiter, Marte y Neptuno. La detección por el satélite WISE de la NASA del asteroide 2010 TK7, lanzado en 2009 para compilar un catálogo de los cuerpos celestes más o menos próximos a la Tierra, acaba de extender la validez de la idea de Lagrange a nuestro planeta.

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El nombre de "troyano" tiene una historia. El primer asteroide de este tipo fue descubierto en torno a Júpiter por el astrónomo alemán Max Wolf, que lo bautizó como Aquiles.

Poco después fueron descubiertos Patroclo y Héctor, y los astrónomos establecieron la norma no escrita de nombrar a todos estos cuerpos con personajes de la Ilíada. En el triángulo equilátero lagrangiano, unos asteroides parecen preceder al planeta en su órbita y otros parecen perseguirlo. Los asteroides que preceden al planeta reciben nombres de griegos, y los que le persiguen los adoptan de troyanos.

El nuestro es del segundo tipo.

Ya veremos en qué queda esto.

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