Análisis:

Antología del pillaje

Crematorio es la antología de un pillaje donde están dispuestas casi todas las piezas del atlas de la corrupción.

Hay mafiosos, en este caso rusos, empeñados en limpiar su dinero sucio con inversiones en rascacielos acodados sobre el mar Mediterráneo; hay complacientes asesores de urbanismo que ascienden en la escalera de la política por su habilidad para optimizar suelos retorciendo las normas; hay alcaldes y concejales sin escrúpulos que ponen su voto y su firma al servicio de groseros pelotazos; hay abogados a sueldo y sin conciencia capaces de empeñar su vida para ocultar el ...

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Crematorio es la antología de un pillaje donde están dispuestas casi todas las piezas del atlas de la corrupción.

Hay mafiosos, en este caso rusos, empeñados en limpiar su dinero sucio con inversiones en rascacielos acodados sobre el mar Mediterráneo; hay complacientes asesores de urbanismo que ascienden en la escalera de la política por su habilidad para optimizar suelos retorciendo las normas; hay alcaldes y concejales sin escrúpulos que ponen su voto y su firma al servicio de groseros pelotazos; hay abogados a sueldo y sin conciencia capaces de empeñar su vida para ocultar el delito. Hay un cabecilla del tinglado, experto en tráfico de influencias, soborno y extorsión, que ha hecho de su futuro una vertiginosa apuesta a todo con el riesgo de acabar en nada. Hay parrandas en barco donde se cierran negocios, hay hoteles y casas de lujo donde se traman operaciones lucrativas que no declaran al fisco, hay prostitutas y matones, hay falso esplendor y miseria que no se ve, pero se huele.

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Y hay familias que comen de la corrupción, sin importarles "lo sucia que queda la cocina", según le suelta el jefe de la trama a su hija para aplacar un ataque de dignidad.

También hay arrepentidos, chivatos y perdedores que se han quedado fuera del reparto; hay agendas delatoras y teléfonos pinchados; hay policías que investigan y otros que juegan a dos bandas; hay fiscales que persiguen el delito y jueces que dictan prisión para cumplir con la ley.

Y hay hombres y mujeres que, además, aman a cada rato, o eso creen, como si nada importara. Salvo la muerte, que apaga el trajín de corruptores y corrompidos e impone el silencio humeante del crematorio.

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