LA IMAGEN

¿Quién manda aquí?

Siendo, como somos, una curiosa mezcla de biología y lenguaje, no siempre es fácil averiguar dónde termina una y comienza el otro. La gramática nos constituye tanto como la sangre. El señor de la foto y la niña a la que sostiene en brazos son abuelo y nieta respectivamente gracias a la mixtura de genes y sintaxis con la que están amasados. Las construcciones verbales y los órganos corporales se funden entre sí de tal modo que resultaría imposible dilucidar cuánto hay en cada uno de nosotros de lexicología y cuánto de genética. En multitud de ocasiones, y para saber lo que nos pasa, acudimos eq...

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Siendo, como somos, una curiosa mezcla de biología y lenguaje, no siempre es fácil averiguar dónde termina una y comienza el otro. La gramática nos constituye tanto como la sangre. El señor de la foto y la niña a la que sostiene en brazos son abuelo y nieta respectivamente gracias a la mixtura de genes y sintaxis con la que están amasados. Las construcciones verbales y los órganos corporales se funden entre sí de tal modo que resultaría imposible dilucidar cuánto hay en cada uno de nosotros de lexicología y cuánto de genética. En multitud de ocasiones, y para saber lo que nos pasa, acudimos equivocadamente al análisis de sangre cuando lo indicado sería el análisis sintáctico.

Decidan ustedes, en fin, qué clase de construcción gramatical es la que se aprecia en la imagen. Pero no lo hagan sin detenerse previamente en cada una de las partículas que la componen. Observen, por ejemplo, la mano izquierda del abuelo sosteniendo con cada uno de sus enormes dedos la cintura de la nieta. Fíjense asimismo en sus labios, intentando alcanzar con suavidad el rostro de la pequeña, que fija narcisísticamente su atención en otra parte. Si alguien tuviera el impulso de señalar al escritor como la oración principal, que se pregunte cuál de las dos construcciones da sentido a la otra. Desde la biología diríamos que la nieta depende del abuelo, pero desde la gramática quien manda, sin duda, es la pequeña, que paradójicamente no ha sido colonizada aún por el lenguaje. Manda tanto que no tiene necesidad alguna de saber que viajan a Estocolmo. Ni para qué.

Mario Vargas Llosa sostiene a su nieta en brazos, en el viaje a Estocolmo para recoger el Premio Nobel.EFE

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