ÍDOLOS DE LA CUEVA

Homilías anticlericales

Tras un viaje pastoral con manifestaciones escasamente diplomáticas, regresó al estado Vaticano -"una especie de Arabia Saudí decorada por Miguel Ángel y Rafael", según apuntaba Fernando Savater en un artículo particularmente sembrado- el muy influyente líder religioso del 18 % de la población mundial. El próximo año, tras su tercer viaje (previsto para agosto), nuestro país será el más visitado por Benedicto XVI, un argumento de peso para quienes estamos convencidos de que España se ha convertido en uno de los más molestos granos -con el debido respeto- de su venerable trasero.

La cató...

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Tras un viaje pastoral con manifestaciones escasamente diplomáticas, regresó al estado Vaticano -"una especie de Arabia Saudí decorada por Miguel Ángel y Rafael", según apuntaba Fernando Savater en un artículo particularmente sembrado- el muy influyente líder religioso del 18 % de la población mundial. El próximo año, tras su tercer viaje (previsto para agosto), nuestro país será el más visitado por Benedicto XVI, un argumento de peso para quienes estamos convencidos de que España se ha convertido en uno de los más molestos granos -con el debido respeto- de su venerable trasero.

La católica España ha llegado a ser, a causa de la deriva irreligiosa de sus políticos, la punta de lanza de ese laicismo radical que socava los cimientos de una civilización europea entre cuyas más populares prácticas sociales ya no figura -ay- la asistencia a los servicios religiosos del domingo. Ha regresado -afirman el Santo Padre y sus representantes más fundamentalistas- un anticlericalismo agresivo que no se veía desde la Segunda República.

El próximo año, tras su tercer viaje, nuestro país será el más visitado por Benedicto XVI
Para explicar por qué el catolicismo retrocede en España basta escuchar las misas de los domingos

Poco importa que los datos contrastables maticen ese presunto radicalismo: se sigue financiando la enseñanza de la religión católica en la escuela pública, continúan las asignaciones presupuestarias a dicha confesión, se mantiene el Concordato diseñado en, por y para el franquismo, se bloquea el desarrollo de una nueva Ley de Libertad Religiosa acorde con los tiempos, se detraen del erario público importantes partidas para las visitas papales, y, como consecuencia de todo lo anterior, se deja con un palmo de narices a los cada vez más frustrados y numerosos partidarios de una más decidida laicización del Estado. Un colectivo al que la Iglesia considera en bloque intolerante, no importa que en él quepan numerosos creyentes, incluso de los que están convencidos, por ejemplo, de que en Loreto -uno de los lugares más sagrado de la cristiandad, según Juan Pablo II- se encuentra la casucha de Nazaret en que vivió la Sagrada Familia y que fue trasportada allí por los ángeles a través de los cielos.

Más allá del recurso a los chivos políticos expiatorios, para explicar los motivos por los que la Iglesia católica ha perdido su antigua influencia no hace falta recurrir a las matanzas efectuadas en su nombre, ni a su largo periodo de pontífices venales, ni a la Inquisición, ni al Index librorum prohibitorum et expurgatorum, ni a la proverbial codicia de muchas de sus jerarquías, ni a su espaldarazo a despiadadas dictaduras (que la obsequiaron con privilegios que aún perduran), ni a su silencio o ignorancia culposa ante políticas genocidas.

Tampoco hay que referirse a actitudes más recientes, como su repugnante boicoteo al condón en el África infectada por el sida, o la prolongada tolerancia hacia el pequeño -pero devastador- club de pederastas y abusones (en el colegio religioso al que asistí también actuaron) que encontraron coartada (y cantera) en su seno. Pelillos a la mar.

No. Para explicar por qué el catolicismo retrocede (también) en España, sus templos se vacían en las grandes ciudades y sus prédicas y argumentos interesan poco a una creciente mayoría de la población (incluidos votantes de la derecha), basta con llevar a cabo un pequeño trabajo de campo que no suelen realizar los anticlericales radicales: dense una vuelta por las iglesias durante el momento de la homilía de los domingos. Intenten prestar atención a un sermón que, salvo notables excepciones, sigue -al contrario de lo que sucede donde existe igualdad de oportunidades en el mercado espiritual-, anclado retórica e intelectualmente en el pasado y dando la espalda a (o malinterpretando) lo que sucede en la calle. Que quiere influir pero no se molesta en entender. Que suele amonestar y recriminar, pero no aportar ni ilusionar. Que repite los mismos argumentos (y casi del mismo modo) que hace dos o trescientos años. Pero con mucha menos convicción que entonces.

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