AL CIERRE

Tontos del dedo

Dicen que un tonto es aquel a quien cuando le señalamos la luna, en lugar de mirar hacia el satélite mira a nuestro dedo. Lo mismo ocurre con el monumento a Colón, que en lugar de provocar asombro o curiosidad, sólo ha conseguido generar una de esas disquisiciones tan genuinamente barcelonesas sobre la dirección que apunta su mano. Para unos señala a Génova, supuesta patria del almirante. Para otros señala a las Baleares por idéntico motivo. En todo caso no señala hacia América, pues si lo hiciera también señalaría hacia Madrid, y tal como están las cosas -con el Estatuto recién tumbado- no se...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Dicen que un tonto es aquel a quien cuando le señalamos la luna, en lugar de mirar hacia el satélite mira a nuestro dedo. Lo mismo ocurre con el monumento a Colón, que en lugar de provocar asombro o curiosidad, sólo ha conseguido generar una de esas disquisiciones tan genuinamente barcelonesas sobre la dirección que apunta su mano. Para unos señala a Génova, supuesta patria del almirante. Para otros señala a las Baleares por idéntico motivo. En todo caso no señala hacia América, pues si lo hiciera también señalaría hacia Madrid, y tal como están las cosas -con el Estatuto recién tumbado- no sería una opción muy afortunada. El abuelo de mi pareja le contaba cuando era una niña que en ese dedo había un restaurante de mucha categoría. El restaurante del dedo de Colón fue así una de las decepciones de su vida adulta, al comprobar que allí no cabía ni un quiosco de bebidas. En los años sesenta, la prensa publicó el día de los Santos Inocentes que la estatua se había torcido. Se trataba de una inocentada, pero no faltó el crédulo que fue a comprobarlo personalmente y lo vio arqueado, como si don Cristóbal fuese la conciencia de la ciudad, mostrando con su dedo las miserias que se sucedían a su alrededor. Años después, una pareja retozona se quedó en el mirador más allá de la hora de cierre. Atrapados dentro del Descubridor, estuvieron varias horas lanzando pequeños papelitos de socorro, hasta que unos transeúntes llamaron a la policía y a los bomberos. Abajo se había formado una multitud de curiosos que señalaban hacia las alturas, en un duelo de dedos con la estatua.

En estos días de canícula, son muchos los turistas que se arremolinan en su base. Por lo que parece, más que el genial navegante les interesan los leones que lo guardan, sobre los cuales muchos se sacan un retrato. Ajenos a la polémica, muchos solamente se preguntan por la cantidad de remaches o por los kilos de metal necesarios para erigir un monumento tan imponente. Y es que muchas veces, el tonto no es aquel que mira el dedo en vez de la luna, sino aquel que no ve ni el dedo y se hace una foto en un lugar sin saber por qué.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En