Cartas al director

Tributos y caridad

Está bastante claro que el debate de la financiación autonómica está sacando en muchos casos lo peor de cada cual, dificultando el análisis sereno que un problema de esta gravedad merece. Sin duda, más de un político de Esquerra no parece haber estado a la altura de su responsabilidad. Pero, lamentablemente, tampoco lo ha estado EL PAÍS con su soflama Los tributos no son caridad, una tergiversación de los términos del debate quizá tan frívola o más que las palabras mismas de los políticos de Esquerra a quienes se critica. Por supuesto que la "equidad fiscal" no es "el Domund o el ropero...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Está bastante claro que el debate de la financiación autonómica está sacando en muchos casos lo peor de cada cual, dificultando el análisis sereno que un problema de esta gravedad merece. Sin duda, más de un político de Esquerra no parece haber estado a la altura de su responsabilidad. Pero, lamentablemente, tampoco lo ha estado EL PAÍS con su soflama Los tributos no son caridad, una tergiversación de los términos del debate quizá tan frívola o más que las palabras mismas de los políticos de Esquerra a quienes se critica. Por supuesto que la "equidad fiscal" no es "el Domund o el ropero de San Vicente de Paul", como escribe su respetado diario en un texto sin firma.

Cuando uno aporta a la caja común mucho más de lo que recibe de ella, de lo que hablamos es de solidaridad, no de caridad. Y el debate está en ver si esa solidaroidad tiene o no algún límite. España sabe bien que ha recibido del exterior durante decenios más de un punto del PIB por obra de la solidaridad de muchos europeos, y de Alemania en particular, en forma de millones de marcos y euros convertidos en fondos de cohesión.

Ningún gobernante español se atrevería a negarlo, y son muchos los que han sabido agradecerlo en público sin vergüenza alguna: hablar de la Unión Europea en España ha sido siempre reconocer lo mucho que nos ha dado en ese reparto solidario. Los alemanes saben bien que lo suyo no era caridad, y que les beneficiaba también a largo plazo como parte de un proyecto común. Pero ni alemanes ni holandeses habrían tolerado jamás que esas aportaciones generosas pusieran su nivel de bienestar por debajo del de España, Irlanda o Grecia. Explicar esto a sus lectores no es "envilecido", sino un sano ejercicio de responsabilidad, y probablemente un gran servicio a la cada vez más difícil convivencia en España.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Archivado En