La distancia
Estoy convencido de que las organizaciones antitaurinas subvencionan a muchos realizadores de televisión para conseguir sus propósitos de acabar con las corridas de toros. La pereza me puede muchas veces y acudo cada vez menos a la plaza. En demasiadas ocasiones, me pongo a ver una corrida en casa, tirado en un sofá, con una cerveza en la mano. Y me enseñan algo que no es lo que espero. Una pata coja, un estoque clavado en el morrillo, un chorro de sangre, un cuerno que se hunde en la tripa de un caballo y cosas por el estilo. Los realizadores me suelen quitar la distancia, que es fundamental ...
Estoy convencido de que las organizaciones antitaurinas subvencionan a muchos realizadores de televisión para conseguir sus propósitos de acabar con las corridas de toros. La pereza me puede muchas veces y acudo cada vez menos a la plaza. En demasiadas ocasiones, me pongo a ver una corrida en casa, tirado en un sofá, con una cerveza en la mano. Y me enseñan algo que no es lo que espero. Una pata coja, un estoque clavado en el morrillo, un chorro de sangre, un cuerno que se hunde en la tripa de un caballo y cosas por el estilo. Los realizadores me suelen quitar la distancia, que es fundamental para entender lo del toreo. Confunden la fiesta con el manga.
Bastante tenemos los perezosos con no percibir el olor de una plaza y no escuchar en directo los comentarios de los sabios que siempre le rodean a uno en el coso. Y la cosa no es en realidad tan difícil. Aún recuerdo con emoción cuando vi por la primitiva televisión, en blanco y negro, la faena de Antoñete al toro manchado. No pude oler nada, es cierto, pero no se me escapó ni un solo centímetro de los que el maestro dejaba entre él y la bestia para plantarle la muleta y provocar su embestida.
Como a los toreros, les pido que administren la distancia.
Jorge M. Reverte es escritor.