Reportaje:RELATO DE UN PACIENTE DE URGENCIAS DEL HOSPITAL DE LA PAZ

"Estoy en el pasillo; el ruido no cesa"

El pasado 4 de enero, este diario publicó una información sobre el colapso que sufría el servicio de urgencias del hospital público La Paz. La noticia estaba ilustrada con una fotografía de uno de los pasillos del servicio, donde podía verse a varios pacientes ingresados en un pasillo de baldosas blancas. Los trabajadores habían colgado carteles con números para identificar a los pacientes. Uno de ellos, tras ver la información, ha enviado a este periódico el relato de su experiencia. Éste es su resumen:

"En el diario EL PAÍS una fotografía muestra un pasillo de La Paz con una hilera de...

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El pasado 4 de enero, este diario publicó una información sobre el colapso que sufría el servicio de urgencias del hospital público La Paz. La noticia estaba ilustrada con una fotografía de uno de los pasillos del servicio, donde podía verse a varios pacientes ingresados en un pasillo de baldosas blancas. Los trabajadores habían colgado carteles con números para identificar a los pacientes. Uno de ellos, tras ver la información, ha enviado a este periódico el relato de su experiencia. Éste es su resumen:

"En el diario EL PAÍS una fotografía muestra un pasillo de La Paz con una hilera de enfermos en sus camas; en cada cama cuelga una bolsa naranja con la ropa del enfermo. En una de ellas estuve yo ayer".

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"Durante todo el tiempo, el trasiego y el ruido de personal sanitario, camas, sillas de ruedas, aparatos, visitas... es incesante. En ocasiones, se producen atascos y el personal tiene que negociar quién pasa primero".

Es el testimonio de un hombre de unos 50 años que el 4 de enero permaneció 12 horas en las urgencias del hospital La Paz y que pide anonimato. Sólo pasó dos de ellas encamado en el pasillo, por lo que se considera afortunado. "Dentro de todo yo he tenido suerte. La mayor parte del tiempo la he pasado en la cama, en el box, mientras otros enfermos abarrotaban pasillos o sillas. Mi tiempo en el pasillo fue el último de mi estancia, cuando mejor podía soportar los inconvenientes físicos. No era el caso de otros enfermos".

Este paciente se queja de la falta de una mínima comodidad o bienestar. "La sensación de invasión de la intimidad o incluso humillación depende de cada cual, pero están en el aire y se muestran en las caras de los enfermos y los visitantes".

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"El cabecero de mi cama está pegado a una de las dos hojas de una puerta basculante; al otro lado, un cartel avisa de que hay una cama detrás. A pesar del interés del personal por evitarlo, de vez en cuando una cama viajera golpea la mía. El letrero de la puerta no tiene éxito y, periódicamente, sufro un violento desplazamiento de mi cama".

"A las cinco de la tarde comienza a dolerme la cabeza. Descubro que la razón es que estoy tumbado boca arriba y que sobre mí, ligeramente a mi derecha, están los fluorescentes a los que, inevitablemente, dirijo la vista desde el principio. Desde ahora, evito los fluorescentes".

"En los boxes, el personal sanitario está constantemente en el entorno. Cualquier necesidad es resuelta de forma prácticamente inmediata. En el pasillo el personal sanitario sólo aparece de vez en cuando".

"Me dan el alta. Tras los últimos medicamentos, toca levantarse. En calzoncillos y con un camisón que no cubre, toca sacar la ropa de la bolsa. Ligeramente aturdido tras 12 horas y mil drogas, hay que vestirse. El tráfico no cesa".

Pacientes ingresados en los pasillos del hospital de la Paz por falta de camas el pasado 4 de enero.

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