Columna

Una brillante autora teatral

Yasmina Reza es una escritora brillante, astuta, originalísima, una inteligencia en permanente efervescencia que evita los peores pecados del teatro: la pomposidad expositiva y las falsas profundidades. Arte, su obra maestra, es una muestra ejemplar de Alta Comedia, esa forma "tan aérea como una curva art déco", en palabras de Coward, y que Mihura definió, a su vez, con socarronería castiza, como "la sabiduría de dar liebre por gato". Yasmina Reza nunca está donde la esperas. En Arte, lo que parecía ser una sofisticada sesión de tiro (al blanco) con dianas previsibles -el ...

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Yasmina Reza es una escritora brillante, astuta, originalísima, una inteligencia en permanente efervescencia que evita los peores pecados del teatro: la pomposidad expositiva y las falsas profundidades. Arte, su obra maestra, es una muestra ejemplar de Alta Comedia, esa forma "tan aérea como una curva art déco", en palabras de Coward, y que Mihura definió, a su vez, con socarronería castiza, como "la sabiduría de dar liebre por gato". Yasmina Reza nunca está donde la esperas. En Arte, lo que parecía ser una sofisticada sesión de tiro (al blanco) con dianas previsibles -el esnobismo posmoderno, las neurosis urbanas- pronto se convertía en una tragedia oculta sobre los límites de la amistad.

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Como Nathalie Sarraute, quizás su mayor influencia, Reza escribe sobre tropismos, esos "movimientos imperceptibles, subterráneos y apenas voluntarios que modifican el comportamiento humano", y que suelen enviar al garete las relaciones más duraderas "por un sí o por un no".

El éxito de su teatro radica en el fulgor de los diálogos y la agudeza psicológica de los perfiles. Cada pieza es una partitura que sólo puede ser ejecutada por virtuosos: una réplica a destiempo, un matiz inadvertido, y el castillo de naipes se viene abajo. No deja de ser singular que pese al éxito de Arte la mayor parte de sus comedias sigan ausentes de nuestros escenarios, desde su debut, Conversations après un enterrement (1987), tal vez por lo nutrido de su reparto, casi una docena de personajes, pasando por L'Homme du hasard (1995).

Juego de muñecas rusas

La anterior temporada pudimos ver dos montajes, en catalán (Xicu Masó) y castellano (Natalia Menéndez), de Trois versions de la vie (2000), algo así como un homenaje a Ayckbourn con gotas de salsa cuántica (un par de matrimonios y tres universos paralelos) o lo que puede suceder cuando los invitados llegan un día antes de lo previsto. Que yo sepa, Flotats se hizo con los derechos de la adecuadísima Une pièce espagnole (2004), pero (también al parecer) autora y director partieron peras por un quítame allá ese reparto argentino de Arte. La esperadísima Une pièce espagnole, un juego de muñecas rusas (teatro dentro del teatro dentro del teatro) muy a la Rivette (y con Bulle Ogier y Marianne Denicourt) se presentó en París, a las órdenes de Luc Bondy, que ya había firmado en Viena la triunfal puesta en escena alemana de Trois versions de la vie y a quien Yasmina Reza considera "su hermano gemelo".

El 24 de noviembre de 2006, mientras la escritora seguía a Sarkozy con ojos muy abiertos, se estrenaba en Zúrich su comedia, Le Dieu du carnage, otro éxito que, si no lo pilla antes un productor español, se verá en Londres esta temporada, protagonizada por Ralph Fiennes y Tamsin Greig.

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