Editorial:

Liberadas sin rescate

Las gestiones diplomáticas resuelven el secuestro de las dos cooperantes en Somalia

La doctora española Mercedes García Valcarce y la enfermera argentina Pilar Bauza, ambas cooperantes de Médicos sin Fronteras en Somalia, fueron liberadas ayer por sus captores, poniendo fin a un secuestro que comenzó el pasado 26 de diciembre. Las dos rehenes se encuentran en perfecto estado pese a los avatares de su cautiverio, durante el que se produjo un enfrentamiento armado entre la policía y los secuestradores.

Tanto el Gobierno español como el argentino, además de las propias autoridades de la región semiautónoma de Puntlandia, optaron desde el principio por rechazar el pago del...

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La doctora española Mercedes García Valcarce y la enfermera argentina Pilar Bauza, ambas cooperantes de Médicos sin Fronteras en Somalia, fueron liberadas ayer por sus captores, poniendo fin a un secuestro que comenzó el pasado 26 de diciembre. Las dos rehenes se encuentran en perfecto estado pese a los avatares de su cautiverio, durante el que se produjo un enfrentamiento armado entre la policía y los secuestradores.

Tanto el Gobierno español como el argentino, además de las propias autoridades de la región semiautónoma de Puntlandia, optaron desde el principio por rechazar el pago del rescate exigido por los secuestradores. Fue la decisión correcta, lo mismo que ceder al gobierno local la dirección de las negociaciones. El presidente de la región, Adde Musse, se ha implicado en las conversaciones con personas próximas a los secuestradores, iniciadas el pasado martes. Al mismo tiempo, desestimó recurrir a la fuerza para liberar a las rehenes en la zona montañosa próxima a la ciudad de Bossano, donde fueron conducidas por sus captores.

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Secuestros como el que han padecido las dos cooperantes son frecuentes en esta región somalí, hasta el punto de haberse convertido en un odioso medio de vida para algunos clanes. Pagar el rescate exigido habría supuesto no sólo alimentar el negocio de la extorsión, sino aceptar que los trabajadores humanitarios pasaran a ser objetivo privilegiado de los extorsionadores de ahora en adelante. La continuidad de su trabajo depende, en gran medida, de que los secuestradores reciban el mensaje con claridad: los cooperantes no son moneda de cambio. Pero la necesaria actitud de firmeza conlleva, al mismo tiempo, una toma de conciencia por parte de las organizaciones humanitarias que operan en regiones inestables como Puntlandia. Si la seguridad de sus miembros no está garantizada, los proyectos resultan inviables y, por tanto, es necesaria una valoración rigurosa sobre los argumentos a favor y en contra de continuar llevándolos a cabo.

Una vez liberadas, las cooperantes han expresado su deseo de regresar a Somalia, y eso dice mucho del compromiso inequívoco con su trabajo. Pero las organizaciones humanitarias deben atender, además, a las condiciones de seguridad en las que se desenvuelve.

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