Los héroes vuelven a Muxía

La 'zona cero' del 'Prestige' homenajea a los voluntarios que la salvaron del fuel. Personas de toda España recuerdan el desastre "con un nudo en la garganta"

No hubo una marea de gente, apenas marejadilla de ex voluntarios que, a cuenta gotas, fueron llegando ayer de toda España hasta Muxía para la gran fiesta de homenaje de dos días que, cinco años después de la catástrofe del Prestige, organizó este remoto pueblo de A Costa da Morte para agradecer a quienes se habían movilizado para limpiar de fuel su costa. "Cometimos el fallo garrafal de no darnos cuenta que hoy era laboral", se lamentaba el gerente de la cofradía, Nacho Castro. Apenas unas 300 personas acudieron al primer acto de bienvenida, por la tarde en el polideportivo que hace un ...

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No hubo una marea de gente, apenas marejadilla de ex voluntarios que, a cuenta gotas, fueron llegando ayer de toda España hasta Muxía para la gran fiesta de homenaje de dos días que, cinco años después de la catástrofe del Prestige, organizó este remoto pueblo de A Costa da Morte para agradecer a quienes se habían movilizado para limpiar de fuel su costa. "Cometimos el fallo garrafal de no darnos cuenta que hoy era laboral", se lamentaba el gerente de la cofradía, Nacho Castro. Apenas unas 300 personas acudieron al primer acto de bienvenida, por la tarde en el polideportivo que hace un lustro servía de dormitorio de aquel ejército civil y anónimo que suplió la ineficiente gestión de las autoridades para combatir el fuel.

"Todo estaba politizado. Esto era la Galicia profunda pero ya cambió"
Algunos de aquellos jóvenes convirtieron Muxía en su lugar de vacaciones
En el muelle se han instalado dos carpas con calefacción y 2.000 camas
En el polideportivo donde pasó tantas noches, una joven rompió a llorar

La asistencia fue en aumento a lo largo de la tarde y noche, que incluyó cena multitudinaria y concierto de rock, pero se quedó lejos de cubrir las expectativas. Todo el pueblo, marineros, concejales u hosteleros, se movilizó para organizar este homenaje, recurriendo a sus notas con teléfonos y direcciones y a Internet con el fin de localizar a los 67.000 voluntarios que pasaron por Muxía durante los ocho meses, de noviembre de 2002 al verano de 2003, que duró la catástrofe.

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La invitación llegó a 15.000 personas, de todas las latitudes, a través de correos electrónicos, cartas y llamadas de teléfono. Miembros de Protección Civil recopilaron durante aquellos días negros miles de direcciones y nombres que en estos cinco años han ido introduciendo en una base de datos para el momento del homenaje. Anoche los organizadores cruzaban los dedos con la esperanza de que llegasen a reunir, a lo largo de este fin de semana, a un millar de representantes de aquellas decenas de miles de héroes anónimos. A última hora se esperaban varios buses, como uno lleno de gente que, por motivos laborales, no pudo salir de la localidad madrileña de Getafe antes de media tarde. En el muelle, se instalaron dos carpas con calefacción y dotadas con 2.000 camas en literas.

"Cuando eres voluntario, no esperas nada, lo haces a cambio de nada, por eso está bien que quieran darnos esta gratificación cinco años después". Jesús Pechi García, de Arnedo (La Rioja), resta importancia a que no volvieran a miles los voluntarios, que como él, se desvivieron contra el chapapote. En el fin de semana del puente de la Constitución de 2002, tres semanas después de que el Prestige mandase su "may day, may day", pidiendo socorro frente a la Costa da Morte, Muxía, con apenas 5.700 habitantes, estaba invadida por 1.350 voluntarios que, sin medios, ni ayuda, trataban de arrancar con las manos el fuel que no cesaba de ennegrecer hasta las farolas y bancos de su paseo marítimo.

Y a falta de asistencia masiva, lo que sí afloró y a borbotones fueron las emociones y los recuerdos de aquella terrible guerra contra el chapapote. Al entrar en el frío deportivo donde pasó tantas noches, a una joven de Madrid le saltaron las lágrimas. Lo mismo le ocurrió al admirar las fotos en el museo del Voluntariado a Miriam, quien descubrió Muxía tras el Prestige con su novio riojano Jesús Lapedriza, uno de los muchos voluntarios de Protección Civil que cruzaron España durante ocho fines de semana consecutivos para acudir al auxilio de una Galicia ahogada bajo el fuel.

"La sensación es alucinante", asiente Jesús, "basta bajar a un acantilado para revivir todo aquello, rememorar exactamente la gente y los gestos de aquel momento". "Es regresar y se te pone un nudo en la garganta", añade Pechi. A raíz del Prestige, él y su amigo Pablo Campa, también riojano, se hicieron voluntarios de Protección Civil en sus respectivas localidades de origen. Y es que de la catástrofe, recuerdan, nació un movimiento social y solidario sin precedentes que abrió conciencias y sacudió "mucha, mucha mugre".

Y más en Muxía, donde su entonces alcalde, Alberto Blanco (PP) se afanó en poner trabas a los voluntarios en un intento de zanjar por adelantado un desastre ecológico que sacudía los cimientos de los gobiernos de Aznar y Fraga. En boca de todos, ayer, se recordaba que en esta pequeña villa de A Costa da Morte el combate no fue sólo contra el fuel, sino también contra la manipulación, la mentira y el caciquismo. "Todo estaba politizado, Muxía era la Galicia profunda y mirad ahora como cambió, salió adelante", subraya Sergio Jiménez, de Ciudad Arnedo (La Rioja).

La estampa ayer en el paseo del muelle era radicalmente opuesta a la de hace cinco años. Ni rastro de temporal, el mar como un plato y con el sol luciendo, las terrazas se llenaron de foráneos que se afanaban a tomar percebes o navajas.

Juan Jesús Cascos, de Córdoba, y su mujer, ambos voluntarios de 2002, han convertido Muxía en su lugar habitual de vacaciones. "A nosotras lo que nos hizo volver, cinco años después es la gente del pueblo, para responder a su agradecimiento", afirman María y Raquel, de la Facultad de Biología de la Complutense, que fletó dos autobuses para acudir al homenaje de este fin de semana. Es también el del reencuentro de personas que, en medio de la tragedia, tejieron amistades "sólidas para toda la vida".

Muchos volvieron a ver con emoción a vecinos de Muxía, como algunas de las 80 mujeres que día tras día cocinaban para la avalancha de voluntarios rendidos. Pero entre los cambios que descubrieron al regresar al pueblo cinco años después, no todo fueron agradables. Frente al mar que asfaltó en 2002 el fuel del Prestige, brotaron decenas de edificaciones de dudosa armonía arquitectónica. El chapapote fue reemplazado por el cemento y para los ex voluntarios, ésta es también una de las facturas de la catástrofe.

Cientos de personas asistieron a la inauguración de una plaza dedicada al voluntariado en el Coído de Muxía.EFE

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