Editorial:

Supervisor prudente

La decisión de mantener los tipos de interés en el 4%, adoptada por el Consejo de Gobierno del BCE, se ajusta a la orientación de cautela que hoy preside las decisiones de los supervisores financieros en todo el mundo. El Banco de Inglaterra también ha mantenido sus tipos en el 4,75%. La situación de la crisis global de crédito no ha mejorado de forma significativa, a pesar de que las nuevas informaciones de resultados de bancos en todo el mundo empiezan a generar elementos de juicio más próximos a la realidad. Ésta sigue siendo una circunstancia seria a la hora de anticipar la evolución de la...

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La decisión de mantener los tipos de interés en el 4%, adoptada por el Consejo de Gobierno del BCE, se ajusta a la orientación de cautela que hoy preside las decisiones de los supervisores financieros en todo el mundo. El Banco de Inglaterra también ha mantenido sus tipos en el 4,75%. La situación de la crisis global de crédito no ha mejorado de forma significativa, a pesar de que las nuevas informaciones de resultados de bancos en todo el mundo empiezan a generar elementos de juicio más próximos a la realidad. Ésta sigue siendo una circunstancia seria a la hora de anticipar la evolución de las economías mundiales. El crédito no fluye normalmente porque los mercados mayoristas, en especial los interbancarios, siguen en gran medida bloqueados a plazos superiores a tres meses. Se pagan intereses excesivos por dosis de liquidez que, a pesar de las inyecciones de los bancos centrales, siguen siendo severamente racionadas por los grandes bancos de todas las áreas económicas.

En tales condiciones es poco realista plantear políticas monetarias más duras, incluso aunque existieran repuntes de la inflación. Pero en Europa apenas existen, a diferencia de EE UU, donde su banco central ha supeditado de forma explícita la estabilidad de precios a la estabilidad financiera. En el área euro concurre, además, una circunstancia que no invita a la elevación de los tipos de interés: el euro sigue muy apreciado frente al resto de las divisas, en particular el dólar. Ello no favorece la consolidación del crecimiento en las principales economías de la eurozona. Algunos indicadores recientes, en particular los referidos a la confianza de familias y empresas, no indican expectativas de expansión en el corto plazo. Y todo ello acabará percibiéndose en los datos de actividad económica real.

En España han de mantenerse las cautelas. La contención de los tipos viene bien, pero también es necesaria información relevante de la salud del conjunto del sistema bancario, sin duda superior al promedio de nuestro entorno. Que compartiéramos con EE UU la expansión inmobiliaria y la dependencia de la financiación con ahorro del resto del mundo no significa que lo hagamos con la infección que aquel sistema bancario ha transmitido al resto. En este momento, la completa transparencia sería el principal cómplice del crecimiento, más aún que el mantenimiento de los tipos.

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