Reportaje:

El flamenco libre de la Pagés

Sin prejuicios. Sin complejos. Libre para inventar y también para insistir en los tópicos. La polifacética bailaora y coreógrafa María Pagés, premio Nacional de Danza, se lanza al rescate de un baile veraz con 'Sevilla', un viaje a la esencia de su ciudad natal que desembarca en Madrid.

Siempre fue muy alta para la media de las bailaoras, pero hay más cosas que la distinguen. También muchos cronistas han hecho recensión de su braceo, de su manera de abarcar el espacio. María Jesús Pagés Madrigal (Sevilla, 1963) nació en el barrio de Triana y se siente sevillana por los cuatro costados ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Sin prejuicios. Sin complejos. Libre para inventar y también para insistir en los tópicos. La polifacética bailaora y coreógrafa María Pagés, premio Nacional de Danza, se lanza al rescate de un baile veraz con 'Sevilla', un viaje a la esencia de su ciudad natal que desembarca en Madrid.

Siempre fue muy alta para la media de las bailaoras, pero hay más cosas que la distinguen. También muchos cronistas han hecho recensión de su braceo, de su manera de abarcar el espacio. María Jesús Pagés Madrigal (Sevilla, 1963) nació en el barrio de Triana y se siente sevillana por los cuatro costados ?"tanto, que no me importa volver y volver cada vez a los temas sevillanos, que son muy auténticos, que son parte de nuestro paisaje; en tal sentido, no le tengo miedo a los tópicos", apunta la bailaora?. María Pagés ya tiene también su película, Bailo de toda la vida. Biografía de una bailaora, dirigida por Stefano Scialotti y estrenada en Roma en marzo de este año dentro del festival N[ever]land, un evento de vanguardia que potencia las posibilidades del mundo digital.

"El trabajo coreográfico sigue otro ritmo y no siempre está en los intereses del creador flamenco; pero en mí, sí"
"Hoy hay más comunicación entre las artes, y lo que tengo claro es que el flamenco es libre en sus límites"

Y es que María Pagés se siente esencialmente bailaora, pero a la vez muy moderna, muy ligada a lo que pasa cada día: "Yo bailo flamenco, que es lo que sé hacer, pero a la vez tengo que liberar mis inquietudes artísticas en general". Ya en 2001, en una entrevista en EL PAÍS, regalaba este titular: "Mi necesidad de crear danza es moral", y hoy, en 2007, se mantiene en sus trece.

Su vida es y ha sido baile siempre, desde las primeras academias sevillanas (Matilde Coral, Manolo Marín?) hasta cuando da el primer salto a Madrid con apenas 15 años: "Lo hice de la mano de María Rosa y su compañía de ballet español. María Rosa era amiga de mi familia, con las casetas vecinas en la feria, y eso animó a mi madre a dejarme venir a Madrid con ella. Entonces, ya aquí, en la capital, descubrí la academia de Amor de Dios, donde se enseñaba un flamenco lleno de diversidad, de maneras distintas de ver el baile, de asimilarlo y de transmitirlo".

En aquellos años, eso era un aventura con muchos riesgos y muchos reproches: "Ya sabes, irte de un maestro a otro en Sevilla es alta traición, no te lo perdonan; pero mi inquietud podía más que todo eso, y ya en la academia Amor de Dios pensé: ¡fuera prejuicios! Entonces estudié con todos, El Güito, Azorín, Juanjo Linares, tantos... También bailé con Mario Maya entre idas y vueltas, y conocí a Antonio Gades, que estaba buscando y preparando la gente para la película Carmen. Todavía Carlos Saura y otras gentes de aquella época me llaman 'Sevilla'. Y resulta que le gusté tanto a Gades como a Saura, pero no especialmente por como bailaba, sino, sobre todo, por como jaleaba, como buena sevillana. Y luego, Gades me llamó para la compañía. Estuve dos años inolvidables y fundamentales. Estuvimos en el Palacio de los Deportes de París, en tantos sitios... Antonio Gades me ponía a saludar con los chicos, pues era la más alta siempre. Estuve también en la compañía de Rafael Aguilar, que potenció mi curiosidad natural, me enseñó a tener una apertura a lo nuevo y a aprovechar lo que conoces en sentido artístico. Recuerdo que estaba estudiando COU y a mí no me entraba la filosofía; pues fue Rafael Aguilar quien me sentó con los libros y los apuntes, y me explicó a Kant y a Hegel, y aprobé".

Pero la experiencia más exótica y extraordinaria que ha tenido María Pagés es cuando ese legendario mago del musical, Bill Whelan, el creador y director de Riverdance. The Show la ficha como primera bailarina: "Son esas cosas que te llegan. Yo no lo esperaba. Al principio era un espectáculo grande, honesto. Piensa que Rafael Riqueni fue quien lo estrenó, había un montón de artistas excelentes dentro. Pero cuando un espectáculo revienta de éxito, se clonan los originales y el nivel artístico bajó y dejó de interesarme. Pero Riverdance me permitió viajar con mi hijo, bailar por todo el mundo en excelentes condiciones, y luego, en el terreno económico, plantearme y permitirme la compañía, mi propio grupo. Valió la pena hacerlo. Y hubo una etapa de trabajo en paralelo que fue tremendo, de modo que lo dejé en el momento justo".

Ahora, su obra Sevilla, con la que que viene al teatro de la Zarzuela de Madrid, es una especie de "viaje a la semilla". A eso debe obedecer esa imagen tan retro del cartel creado por la fotógrafa y pintora Ouka Leele, que parece, a primera vista, sacado de un cartel de feria de los años veinte: "Sí, de las fiestas primaverales, esa estética me gusta mucho. Es una época de oro para la ciudad: Sevilla tuvo ahí una transformación importante, desde la exposición universal en adelante, muchas cosas. Yo le conté el proyecto a Ouka Leele, que lo entendió y le gustó inmediatamente".

María Pagés es sevillana por los cuatro costados, aunque el apellido suene a catalán: "Sí. Pagés es muy catalán, pero somos sevillanos desde varias generaciones; en mi familia se cuenta que el origen de esta saga es un marinero de Ibiza que llegó a Málaga y se enamoró de una malagueña. Aunque, para ser exactos, por parte de mi madre sí hay catalanes, y tengo un bisabuelo italiano que era el revolucionario de la familia, uno que luchó junto a Garibaldi. Todo eso se cuenta en la familia, son nuestras leyendas".

Igual que en su anterior obra de bandera, Flamenco Republic (con la que ha estado en la Ópera de El Cairo el pasado septiembre), la mezcla musical ideada por Pagés se salta a la torera todas las prescripciones del ballet flamenco y sus convenciones: "Lo del collage musical es una fórmula mía de siempre; a la hora de elegir música para la danza, para bailar, siempre estoy abierta, pero consciente de que a la vez hago un estudio de los cantes, de las letras populares, de los poetas anónimos, donde están las raíces de muchas cosas. Luego todo eso se estructura sobre los ritmos flamencos".

Esto apoya en esta mujer emprendedora una visión de modernidad latente para el género: "Yo veo el ballet flamenco hoy en franca evolución, pues la coreografía dentro del flamenco es algo novedoso todavía. En principio, el flamenco es un arte individual; pero estamos en un momento de constante evolución y descubrimientos para los creadores, hacia lo realmente coreográfico, de conjunto. El flamenco individual tiene ya su propio y amplio desarrollo. El trabajo coreográfico, sin embargo, sigue otro ritmo y no siempre está en los intereses del creador flamenco; pero en mí, sí. Lo hago sin traicionar la individualidad. Pensemos ?y esto es algo de lo que estoy convencida? que la composición coreográfica en flamenco está más cerca del contemporáneo que del clásico, y es ya hoy muy rico de posibilidades".

La constancia con su compañía, la confianza entre los elementos que forman el equipo posibilita cristalizar un espectáculo y un estilo: "En Sevilla hay un buen trabajo de fondo. Y yo tengo la suerte de tener un grupo de bailarines con los que trabajo desde hace tiempo; tengo gente que tanto en lo bailable como en lo musical nos conocemos muy bien mutuamente, y el trabajo progresa por eso, apostamos por eso. Mi compañía es una compañía privada, pero funcionamos establemente como una compañía oficial, hacemos un trabajo estable no a corto plazo, y eso también es mental, espiritual diría yo. Es un criterio único y primordial que permite que las cosas salgan como deben ser".

Aun estando premiada en la Bienal del Flamenco más de dos veces, alguna ortodoxia de la crítica y de los flamencólogos la han tildado, en más de una ocasión, de ecléctica ante el atrevimiento de sus montajes: "Básicamente como bailaora, no. Bailo lo que aprendí de pequeña. A nivel de danza, es lo que sé hacer; pero si hablamos en detalles a nivel de baile, por mi físico, mi curiosidad, tengo matices diferentes. En eso soy bastante simple y básica. El flamenco, al ser un arte actual, tiene que participar de su tiempo. Hoy hay más comunicación entre las artes, y lo que tengo claro es que el flamenco es libre en sus límites. Pasa hasta con la música que me motiva".

En 'Sevilla' hay un momento de recuerdo para la hoy casi olvidada Escuela Bolera (lo que los coreólogos llaman el verdadero ballet español, que surgió en el romanticismo del siglo XIX con su propio código de pasos y sus métodos de aprendizaje), y Pagés lo hace coincidir con la citación del mito de la cigarrera: "Carmen es ya como un clásico universal, ya se sabe. Parte de la novela de Mérimée, pero está en el consciente colectivo. En todas las academias ?recuerdo esto perfectamente de niña? te enseñan la 'Habanera' de Carmen; se aprendía esa danza, unos pasos específicos, unas evoluciones añejas llenas de gracia. Al volver a usarlas pensé ?y esto en Sevilla no dura más de dos minutos?: ¿cómo se bailaría realmente en su época? Pues había una escuela sevillana con su estilo propio, y es por eso que doy apenas dos detalles, dos pinceladas".

Pero el comienzo de la obra ya es desconcertante: un vals de Dimitri Shostakovich que por arte de la magia del baile se convierte en bulerías. "Sevilla misma, como imagen, es como un baile. Quería empezar con algo universal, y esa melodía es tan conocida? Es clásico, pero moderno a la vez". Luego, en otra escena, la bailaora hace un guiño al toreo y encarna a la vez al toro y al matador: "Me la inspiró José Tomás, que es mi amigo y mi vecino en Torrelodones. Cuando estaba preparando Banderillas de tiniebla, una composición para guitarra clásica de José María Gallardo, pensé que no quería hacer algo tópico, y me propuse hablar del tema con el torero. Me contó un sueño que tuvo, donde toro y torero, en la plaza, en plena faena, se elevaban juntos describiendo círculos en el aire. Y eso me encantó, eran toro y torero participando de la misma ceremonia; pero yo no quería imitar al torero, y en eso el vestuario me ayudó mucho. Cuando ya estaba la pieza en marcha, José Tomás vino a verla y le encantó".

También en la obra se alude a la Semana Santa, y María Pagés usa la Saeta de Antonio Machado: "En este caso tampoco me paro a pensar lo que hay de tópico y lo que no. Es algo nuestro, y depende del enfoque. Por ejemplo, hace unos días fui a la Virgen de los Reyes el 15 de agosto, con su marcialidad coreográfica, con el baile de los Seises, y viendo la procesión pensé que no quiero tener prejuicios a la hora de abordar Sevilla. Lo cotidiano, la Semana Santa, todo eso somos. La Saeta de Machado no es la que se canta siempre, y en esos versos hay un trasfondo, una reivindicación que forma parte de una ideología. Los Machado querían mucho a su tierra y a sus ideales a la vez, y esa conjunción entre lo culto y lo popular está en el fondo de esa saeta. Allí coinciden ideologías diversas, y hasta contradicciones".

Para la escenografía y el vestuario de Sevilla, María Pagés escogió al pintor chileno afincado en Hamburgo Christian Olivares: "Christian ha trabajado con Raúl Ruiz, y a mí me parece un gran artista. Siempre que hablamos surgen cosas, y él ha pasado largas temporadas en Sevilla, de modo que conoce bien aquello, y de ahí surge su idea de la escenografía que juega con interiores y exteriores que se abren a la luz, lo que consigue con las gasas transparentes pintadas". Generosa y abierta, con una vitalidad a prueba de giras interminables, María Pagés sella la conversación: "Y ahora te dejo: me voy a ensayar".

El espectáculo 'Sevilla'' de María Pagés, se representará en el teatro de la Zarzuela de Madrid del 3 al 13 de octubre.

Archivado En