Pasión por el paisaje

Cuando era pequeña, le fascinaba el olor a óleos del estudio donde su padre pintaba como aficionado. Allí nació la pasión de Carmen Thyssen-Bornemisza por los lienzos, que además le permitían conocer el mundo a través de la mirada de los pintores.

"En el siglo XVIII, los viajeros que visitaban Venecia se llevaban consigo vedute [cuadros de paisajes urbanos], admirados por su belleza. Ese poder del arte de trasladarnos a otros lugares y épocas a través de los ojos del artista siempre me ha cautivado", afirma la baronesa.

Quizás por eso una de las claves de su particular col...

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Cuando era pequeña, le fascinaba el olor a óleos del estudio donde su padre pintaba como aficionado. Allí nació la pasión de Carmen Thyssen-Bornemisza por los lienzos, que además le permitían conocer el mundo a través de la mirada de los pintores.

"En el siglo XVIII, los viajeros que visitaban Venecia se llevaban consigo vedute [cuadros de paisajes urbanos], admirados por su belleza. Ese poder del arte de trasladarnos a otros lugares y épocas a través de los ojos del artista siempre me ha cautivado", afirma la baronesa.

Quizás por eso una de las claves de su particular colección de más de 200 obras sea el paisaje.

Entre sus joyas destacan Molino de agua en Gennep, de Van Gogh o Mata Mua, (que significa en tahitiano Érase una vez) de Gauguin. Las playas indígenas comparten colección con los cielos invernales, o la nostalgia romántica de Fiedrich en su Barco en el Báltico.

Un capítulo aparte dentro del paisajismo se reserva a artistas españoles, como apuesta particular de la baronesa. De esta forma se encuentran obras desde Carlos de Haes a Eugenio Lucas Velázquez, donde se recogen las costas, el sol y los colores mediterráneo o escenas típicas como bandoleros y capeas.

La primera vez que se presentó al público la colección de la Thsyssen fue en 1996, con el título De Canaletto a Kandinsky. Sorprendió al público con 90 obras que iban desde el vedutismo veneciano a las vanguardias del siglo XX, pasando por el naturalismo e impresionismo.

No dejó a nadie indiferente:Monet y Pissarro compartían pared con un pequeño óleo de Goya, un picasso -Los segadores de 1907-, cuatro pinturas de Gauguin e incluso mármoles de Rodin, que se exhibían por primera vez y que el abuelo del barón Thyssen había encargado personalmente al escultor francés.

Otro de los caprichos de Carmen Thyssen fue convertir su colección en una trotamundos. Con la idea de que "el arte debe ser disfrutado por todos" y no sólo por los dueños de las obras, envió la Carmen Collection a Pekín, Nueva York o Bruselas, por ejemplo. Entre 1997 y 2004 se presentaron 28 exposiciones, muchas temáticas, con el objetivo de mostrar los movimientos artísticos favoritos de la baronesa. Así el mundo vería el arte a través de sus ojos.

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